Liturgia - Lecturas del día



Lectura del libro de Isaías
1, 10-17

¡Escuchen la palabra del Señor,
jefes de Sodoma!
¡Presten atención a la instrucción de nuestro Dios,
pueblo de Gomorra!

¿Qué me importa la multitud de sus sacrificios?
-dice el Señor-.
Estoy harto de holocaustos de carneros
y de la grasa de animales cebados;
no quiero más sangre de toros, corderos y chivos.
Cuando ustedes vienen a ver mi rostro,
¿quién les ha pedido que pisen mis atrios?
No me sigan trayendo vanas ofrendas;
el incienso es para mí una abominación.
Luna nueva, sábado, convocación a la asamblea...
¡no puedo aguantar la falsedad y la fiesta!
Sus lunas nuevas y solemnidades
las detesto con toda mi alma; :
se han vuelto para mí una carga
que estoy cansado de soportar.
Cuando extienden sus manos,
Yo cierro los ojos;
por más que multipliquen las plegarias,
Yo no escucho:
¡las manos de ustedes están llenas de sangre!
¡Lávense, purifíquense,
aparten de mi vista
la maldad de sus acciones!
¡Cesen de hacer el mal,
aprendan a hacer el bien!
¡Busquen el derecho,
socorran al oprimido,
hagan justicia al huérfano,
defiendan a la viuda!

Palabra de Dios.


Una vez más, Dios se solidariza con los débiles y oprimidos. Una lección que sigue teniendo plena actualidad.
No podemos engañar a Dios con oraciones y ritos, si a continuación nuestro trato con los demás es injusto o egoísta. La liturgia no puede ser encubridora de nuestros fallos y tranquilizante de nuestras perezas. Nos gustaría que todo consistiera en cantar bien o en ofrecer unos sacrificios o unas limosnas. Pero a eso -que es bueno- debe acompañarle la caridad, la misericordia, la justicia: que seamos defensores de los oprimidos y abogados de los débiles. A los que «vamos a misa», ¿se nos podría acusar de que, luego, somos los que peor tratamos a los demás en casa o en el trabajo? Nos tenemos que preguntar si nuestros sacramentos son vacíos, meras palabras y gestos; si lo que buscamos en nuestros ritos es una cierta garantía de la salvación. Los cristianos tenemos muy marcado ese camino por Jesús: es un camino de caridad y de paz y de misericordia. Si no es así, van para nosotros las duras palabras de Dios.



SALMO RESPONSORIAL                                    49, 8-9. 16b-17. 21. 23

R.    ¡El justo gozará la salvación de Dios!

No te acuso por tus sacrificios:
¡tus holocaustos están siempre en mi presencia!
Pero yo no necesito los novillos de tu casa
ni los cabritos de tus corrales. R.

¿Cómo te atreves a pregonar mis mandamientos
y a mencionar mi alianza con tu boca,
tú, que aborreces toda enseñanza
y te despreocupas de mis palabras? R.

Haces esto, ¿y Yo me voy a callar?
¿Piensas acaso que soy como tú?
Te acusaré y te argüiré cara a cara.
El que ofrece sacrificios de alabanza
me honra de verdad. R.




    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo
10, 34--11, 1

Jesús dijo a sus apóstoles:
«No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa.
El que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí.
El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí.
El que encuentre su vida la perderá; y el que pierda su vida por mí la encontrará.
El que los recibe a ustedes me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a Aquél que me envió.
El que recibe a un profeta por ser profeta tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo tendrá la recompensa de un justo.
Les aseguro que cualquiera que dé a beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo no quedará sin recompensa».
Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la región.

Palabra del Señor.

Reflexión

Nos extrañan las palabras del Evangelio de hoy. Parece mentira que Jesús anuncie que ha venido a traer guerras y división. ¿No se ha dicho siempre que Él es el príncipe de la paz y que su Reino es de la fraternidad? Es cierto, pero hasta que llegue esa paz y esa fraternidad a los seguidores de Jesús esperan muchas dificultades, muchos rechazos:
        No es raro que los jóvenes llamados para ser religiosos o sacerdotes se enfrenten duramente con sus padres, con sus familias, con sus amigos.
-          A lo largo de la historia muchos mártires han sido asesinados por buscar la paz, la justicia, la fraternidad.
-          En nuestros ambientes tampoco es fácil ser cristiano, ser coherente.
“Señor, haznos fuertes para ser fieles en la lucha por tu Reino”
“También nosotros castigamos al que da la cara. Perdónanos”
“Gracias por el testimonio de los mártires,
 de los que dan la vida por ti, por tu Reino, por la paz”

Estamos llamados a recibir a los profetas, a los que actúan y hablan en nombre de Jesús. No quedaremos sin recompensa. Recibir a un profeta es recibir a Jesús, recibir su salvación, disfrutar de la vida que Él nos trae.
            “Enséñanos a reconocer y a recibir a tus profetas”

Jesús, nos has dicho: "Quién quiera guardarse su vida, la perderá; y quién la gaste por Mí, la recobrará en la vida eterna". Pero a nosotros nos da miedo gastar la vida, entregarla sin reservas. Un terrible instinto de conservación nos lleva hacia el egoísmo, y nos atenaza cuando queremos jugarnos la vida. Tenemos seguros por todas partes para evitar los riesgos. Y sobre todo está la cobardía...

Señor Jesucristo, nos da miedo gastar la vida. Pero la vida Tú nos la has dado para gastarla; no se la puede economizar en estéril egoísmo. Gastar la vida es trabajar por los demás, aunque no paguen; hacer un favor al que no lo va a devolver; gastar la vida es lanzarse aun al fracaso, si hace falta, sin falsas prudencias; es quemar las naves en bien del prójimo.

Somos antorchas que sólo tenemos sentido cuando nos quemamos; sólo entonces seremos luz. Líbranos de la prudencia cobarde, la que nos hace evitar el sacrificio y buscar la seguridad. Gastar la vida no se hace con gestos ampulosos y falsa teatralidad. La vida se da sencillamente, sin publicidad, como el agua de la vertiente, como la madre da el pecho a su bebé, como el sudor humilde del sembrador.

Entrénanos, Señor, ayúdanos a lanzarnos a lo imposible, porque detrás de lo imposible está tu gracia y tu presencia; no podemos caer en el vacío. El futuro es un enigma, nuestro camino se interna en la niebla; pero queremos seguir dándonos, porque Tú estás esperando en la noche, con mil ojos humanos rebosando lágrimas.

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