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Mostrando entradas de mayo 22, 2022

Novena al Espíritu Santo

  Novena Al Espíritu Santo - San Juan Eudes - 39 Págs by Pato on Scribd

l Espíritu Santo derrama en nosotros el fuego del amor

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  El Espíritu Santo derrama en nosotros el fuego del amor, para que amar no sea una obligación, sino una necesidad, un gusto, una elección verdaderamente libre.  Cuando dejamos que el Espíritu Santo nos impulse al amor, entonces ya no somos esclavos de miles de cosas que tenemos que cumplir. Somos libres, porque nos brotan espontáneamente las obras que agradan al Señor. Cuando el Espíritu nos ha transformado, la libertad cristiana es convertirse en esclavos de los demás (Gálatas 5,13), porque el Espíritu Santo nos libera de nosotros mismos para hacernos uno con el hermano y ganarlo para Cristo: "Siendo libre, me hice esclavo de todos" (1 Corintios 9,19). Y así, en lugar de perderla, ganamos la más preciosa libertad, la liberación que produce el amor. Porque un corazón generoso es un corazón liberado del peor de los males: la indiferencia.

Sábado de la sexta semana de Pascua

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  Lectura de los Hechos de los Apóstoles 18, 23-28   Después de haber permanecido un tiempo en Antioquía, Pablo partió de nuevo  y  recorrió sucesivamente la región de Galacia  y  la Frigia, animando a todos los discípulos. Un judío llamado Apolo, originario de Alejandría, había llegado a Éfeso. Era un hombre elocuente  y  versado en las Escrituras. Había sido iniciado en el Camino del Señor  y,  lleno de fervor ,  exponía  y  enseñaba con precisión lo que se refiere a Jesús, aunque no conocía otro bautismo más que el de Juan Bautista. Comenzó a hablar con decisión en la sinagoga. Después de oírlo, Priscila y Aquila lo llevaron con ellos y le explicaron más exactamente el Camino de Dios. Como él pensaba ir a Acaya, los hermanos lo alentaron, y escribieron a los discípulos para que lo recibieran de la mejor manera posible. Desde que llegó a Corinto fue de gran ayuda, por la gracia de Dios, para aquéllos que habían abrazado la fe, porque refutaba vigorosamente a los judíos en público, de

Ven Espíritu Santo. Libérame

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  Ven Espíritu Santo. Libérame, para que no alimente la impaciencia y el desprecio hacia otras personas. Toma mi mirada para que pueda mirar a los demás como Jesús, con inmensa paciencia.  Contemplo a Jesús, tan comprensivo con los pecadores, tan paciente y compasivo con las debilidades de sus discípulos, tan cercano a todos. Quiero aprender de Jesús, paciente y humilde, para encontrar descanso y alivio en mis impaciencias.  Bendigo a todas las personas que me molestan, que me desagradan, que me cansan, que me perturban, que me interrumpen. Las bendigo para que sean cada día más bellas y santas, para que reflejen tu amor y tu hermosura.  Pasa tu mano por sus vidas para que sean felices. Ven Espíritu Santo a mi vida, penetra en mi interior, acaríciame con tu divina calma. Cura las heridas de mi intimidad que me llevan a rechazar a los demás. Sana la raíz de mi intolerancia, de mis malas reacciones, y regálame el don de la paciencia. Amén.»

Espíritu Santo, "Cura nuestras heridas."

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  ¡Cuántas heridas llevamos dentro! Grandes o pequeñas, viejas o recientes, esas heridas están allí adentro, por los recuerdos dolorosos, por las experiencias traumáticas de nuestro pasado, por nuestros fracasos, por nuestros errores, por el amor que nos negaron, por lo que no pudo ser. Quizá con nuestra mente le quitamos importancia a esas cosas, pero nuestra afectividad sigue sufriendo por esas heridas. El Espíritu Santo puede entrar en nuestro interior y es capaz de sanar esas heridas. Mostrémosle lo que nos duele, digámosle lo que sentimos, e imaginemos que se derrama como bálsamo que cura y cicatriza, que pasa como caricia suave que cierra las heridas con cuidado y con ternura. Él te lo está diciendo: "Yo, yo soy el que te consuela" (lsaías 51, 2). "Las colinas se moverán, pero mi amor no se apartará de tu lado" (lsaías 54,10). "Yo mismo apacentaré mis ovejas... Curaré a la herida y reconfortaré a la enferma" (Ezequiel 34,15.16).

JUEVES DE LA SEXTA SEMANA DE PASCUA

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    Lectura de los Hechos de los Apóstoles 18, 9-18   Una noche, el Señor dijo a Pablo en una visión: «No temas. Sigue predicando y no te calles. Yo estoy contigo. Nadie pondrá la mano sobre ti para dañarte, porque en esta ciudad hay un pueblo numeroso que me está reservado». Pablo se radicó allí un año y medio, enseñando la Palabra de Dios. Durante el gobierno del procónsul Galión en Acaya, los judíos se confabularon contra Pablo y lo condujeron ante el tribunal, diciendo: «Este hombre induce a la gente a que adore a Dios de una manera contraria a la Ley». Pablo estaba por hablar, cuando Galión dijo a los judíos: «Si se tratara de algún crimen o de algún delito grave, sería razonable que los atendiera. Pero tratándose de discusiones sobre palabras y nombres, y sobre la Ley judía, el asunto les concierne a ustedes; yo no quiero ser juez en estas cosas». Y los hizo salir del tribunal. Entonces todos se apoderaron de Sóstenes, el jefe de la sinagoga, y lo golpearon ante el tribunal. Pero