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Mostrando entradas de octubre 28, 2018

Lecturas del día

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Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 1, 15. 18b-26 Hermanos: Es verdad que algunos predican a Cristo llevados por la envidia y el espíritu de discordia, pero otros lo hacen con buena intención. De una u otra manera, con sinceridad o sin ella, Cristo es anunciado, y de esto me alegro y me alegraré siempre. Porque sé que esto servirá para mi salvación, gracias a las oraciones de ustedes y a la ayuda que me da el Espíritu de Jesucristo. Así lo espero ansiosamente, y no seré defraudado. Al contrario, estoy completamente seguro de que ahora, como siempre, sea que viva, sea que muera, Cristo será glorificado en mi cuerpo. Porque para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si la vida en este cuerpo me permite seguir trabajando fructuosamente, ya no sé qué elegir. Me siento urgido de ambas partes: deseo irme para estar con Cristo, porque es mucho mejor, pero por el bien de ustedes es preferible que permanezca en este cuerpo. Te

Conmemoración de todos los fieles Difuntos

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Ayer hemos celebrado a todos los santos (no sólo los del Cielo, sino también los del Purgatorio y los de la Tierra (Iglesia triunfante, purgante y militante). Hoy detenemos nuestra consideración y nuestra oración en nuestros hermanos, los fieles difuntos que están en el Purgatorio. Con estos hermanos nuestros, que "también ha sido partícipes de la fragilidad propia de todos ser humano, sentimos el deber - y la necesidad - de ofrecerles la ayuda afectuosa de nuestra oración, a fin de que cualquier eventual residuo de debilidad humana, que todavía pudiera retrasar su encuentro feliz con Dios, sea definitivamente borrado" (Juan Pablo II). En el Cielo no puede entrar nada manchado. Por eso el alma que está afeada por las faltas y pecados veniales no puede entrar a la presencia de Dios: para llegar a la felicidad eterna es preciso estar purificado de toda culpa. El Cielo no tiene puertas, y cualquiera que desee entrar puede hacerlo, porque Dios es todo misericordia, y permanece

Lecturas de hoy

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Lectura del libro del Apocalipsis 21, 1-5a. 6b- 7 Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe más. Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: «Ésta es la morada de Dios entre los hombres: Él habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será con ellos su propio Dios. Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó». Y el que estaba sentado en el trono dijo: «Yo hago nuevas todas las cosas. Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tiene sed, Yo le daré de beber gratuitamente de la fuente del agua de la Vida. El vencedor heredará estas cosas, y Yo seré su Dios y él será mi hijo». Palabra de Dios. Leemos, un texto que tiene todas las connota

¡Feliz Solemnidad de Todos los Santos!

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El 1 de noviembre la  Iglesia  Católica se llena de alegría al celebrar la Solemnidad de Todos los Santos, tanto aquellos conocidos como los desconocidos, que con su  vida  son ejemplo de que sí es posible llegar al cielo. “Hoy nosotros estamos inmersos con el espíritu entre esta muchedumbre innumerable de santos, de salvados, los cuales, a partir del justo Abel, hasta el que quizá está muriendo en este momento en alguna parte del mundo, nos rodean, nos animan, y cantan todos juntos un poderoso himno de gloria”, decía San  Juan Pablo II  un primero de noviembre de 1980. Esta celebración tuvo sus orígenes por el siglo IV debido a la gran cantidad de mártires en la Iglesia. Más adelante el 13 de mayo del 610 el Papa Bonifacio IV dedica el Panteón romano al culto cristiano, colocando de titulares a la Bienaventurada Madre de Dios y a todos los mártires. Es así que se les empieza a festejar en esta fecha. Posteriormente el Papa Gregorio IV, en el siglo VII, trasladó la

Lecturas del hoy

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Lectura del libro del Apocalipsis 7, 2-4. 9-14 Yo, Juan, vi a un Ángel que subía del Oriente, llevando el sello del Dios vivo. Y comenzó a gritar con voz potente a los cuatro Ángeles que habían recibido el poder de dañar a la tierra y al mar: «No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios». Oí entonces el número de los que habían sido marcados: eran 144.000 pertenecientes a todas las tribus de Israel. Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente: «¡La salvación viene de nuestro Dios que está sentado en el trono, y del Cordero!» Y todos los Ángeles que estaban alrededor del trono, de los Ancianos y de los cuatro Seres Vivientes, se postraron con el ros