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Mostrando entradas de julio 2, 2023

Los cinco minutos del Espíritu Santo

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Nuestra peor debilidad es no poder aceptar nuestra pequeñez, olvidar que somos sólo una pequeña parte del universo sin límites, uno más en esta humanidad inmensa. El corazón se rebela, porque su debilidad lo lleva a pretender ser el centro del todo.  Es importante que nos demos cuenta que se trata de una pretensión absurda. No somos ni seremos el centro de la realidad. Nosotros moriremos y el mundo seguirá funcionando y avanzando. Pero nuestra gran debilidad nos lleva a engañarnos y a sentir que realmente el mundo gira a nuestro alrededor. Por eso no entendemos que los demás no estén pendientes de nosotros, que no nos escuchen, que no nos tengan en cuenta, que nos ignoren o nos olviden. En realidad, eso es lo más natural. Los demás no tienen por qué girar a nuestro alrededor. Pidamos al Espíritu Santo que destruya ese terrible engaño, que nos ayude a abrir los ojos para descubrir la amplitud del universo, para ampliar nuestros horizontes, para romper esa cárcel enfermiza del propio yo,

Lecturas de hoy

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  Lectura del libro del Génesis 27, 1-5. 15-29   Cuando Isaac envejeció, sus ojos se debilitaron tanto que ya no veía nada. Entonces llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo: «¡Hijo mío!» «Aquí estoy», respondió él. «Como ves, continuó diciendo Isaac, yo estoy viejo y puedo morir en cualquier momento. Por eso, toma tus armas -tu aljaba y tu arco- ve al campo, y cázame algún animal silvestre. Después prepárame una buena comida, de ésas que a mí me gustan, y tráemela para que la coma. Así podré darte mi bendición antes de morir». Rebeca había estado escuchando cuando Isaac hablaba con su hijo Esaú. Y apenas éste se fue al campo a cazar un animal para su padre, Rebeca dijo a Jacob: «Ve al corral y traéme de allí dos cabritos bien cebados. Yo prepararé con ellos una buena comida para tu padre, de ésas que le agradan a él, y tú se la llevarás para que la coma. Así él te bendecirá antes de morir». Rebeca tomó una ropa de su hijo mayor Esaú, la mejor que había en la casa, y se la puso a Jacob,

Los cinco minutos del Espíritu Santo

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Cuando dejemos que el Espíritu Santo nos impulse en la tarea evangelizadora, seguramente experimentaremos las maravillas que él puede hacer en los corazones, y nos admiraremos viendo lo que puede lograr su gracia. Eso es lo que vivió San Pablo, que predicaba el Evangelio “ no sólo con palabras, sino también con poder y con el Espíritu Santo, con plena persuasión ” (1 Tes. 1, 5).  Tenemos una descripción de lo que es una predicación con el poder del Espíritu Santo en una oración que hicieron los Apóstoles perseguidos, pidiendo la gracia de predicar de esa manera. Evidentemente, la mayor característica de esa predicación es la valentía, acompañada por signos que el Espíritu Santo regala como quiere: “ Acabada la oración, retembló el lugar donde estaban reunidos, y todos quedaron llenos del Espíritu Santo y predicaban la Palabra de Dios con valentía " (Hch. 4, 29-31). El Espíritu Santo ilumina nuestros ojos, para que no miremos tanto nuestra debilidad, sino el precioso ideal que él n

Lecturas de hoy

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  Lectura del libro del Génesis   23, 1-4.19; 24,1-12. 15-16. 23-25. 32-34. 37-38. 57-59. 61-67   Sara vivió ciento veintisiete años, y murió en Quiriat Arbá -actualmente Hebrón- en la tierra de Canaán. Abraham estuvo de duelo por Sara y lloró su muerte. Después se retiró del lugar donde estaba el cadáver, y dijo a los descendientes de Het: «Aunque yo no soy más que un extranjero residente entre ustedes, cédanme en propiedad alguno de sus sepulcros, para que pueda retirar el cadáver de mi esposa y darle sepultura». Luego Abraham enterró a Sara en la caverna del campo de Macpelá, frente a Mamré, en el país de Canaán. Abraham ya era un anciano de edad avanzada, y el Señor lo había bendecido en todo. Entonces dijo al servidor más antiguo de su casa, el que le administraba todos los bienes: «Coloca tu mano debajo de mi muslo, y júrame por el Señor, Dios del cielo y de la tierra, que no buscarás una esposa para mi hijo entre las hijas de los cananeos, con los que estoy viviendo, sino que ir