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Mostrando entradas de septiembre 18, 2022

Nuestra Señora de la Merced

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Estaba gran parte de España bajo el yugo de los moros, y los piratas sarracenos asolaban las costas del Mediterráneo, haciendo miles de cautivos a quienes llevaban al norte de África. En esas circunstancias, el 2 de agosto de 1218 Pedro Nolasco tuvo una visión de la Virgen María que lo exhortaba a fundar una Orden para redimir a aquellos cristianos cautivos. Ocho días después, en la catedral de Barcelona, nacía la "celeste, real y militar Orden de la Merced", cuya obra fue realmente heroica. Se calcula que fueron alrededor de 300.000 los redimidos por los frailes mercedarios del cautiverio de los moros y unos 3.000 los religiosos que murieron mártires al entregar su vida en cumplimiento de su voto. En conmemoración de tan insigne "merced" de María a los hombres, se estableció la fiesta de la Merced o de las Mercedes. La Virgen de la Merced en la historia argentina Con Pedro de Mendoza llegaron los primeros mercedarios. También lo hicieron con la corriente colonizado

Lecturas de hoy

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  Lectura del libro del Eclesiastés 11, 9 — 12, 8   Alégrate, muchacho, mientras eres joven, y que tu corazón sea feliz en tus años juveniles. Sigue los impulsos de tu corazón y lo que es un incentivo para tus ojos; pero ten presente que por todo eso Dios te llamará a juicio. Aparta de tu corazón la tristeza y aleja de tu carne el dolor, porque la juventud y la aurora de la vida pasan fugazmente.   Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que lleguen los días penosos y vengan los años en los que dirás: «No encuentro en ellos ningún placer»; antes que se oscurezcan el sol y la luz, la luna y las estrellas, y vuelvan las nubes cargadas de lluvia. En aquel día temblarán los guardianes de la casa y se encorvarán los hombres vigorosos; se detendrán las moledoras, que ya serán pocas, y se oscurecerán las que miran por las ventanas; se cerrarán las puertas de la calle, mientras declina el ruido del molino; cesará el canto de los pájaros y enmudecerán las que entonan canciones

Oración con los salmos/ Salmo 16 (15)

  La confianza ilimitada del orante no solo le hace vivir tranquilo en el presente, sino que también le hace contemplar con esperanza el futuro: ni siquiera la tumba podrá con él, ya que Dios «no dejará a su fiel ver la corrupción» (16,10); antes bien, le enseñará «el sendero de la vida» y lo saciará «de alegría perpetua a su derecha» (16,11) Sugerencia: «Protégeme, Dios» (Taizé): https://www.youtube.com/watch?v=5rA3iChjZSw; «Protégeme, Dios mío» (Athenas & Tobías Buteler): https://www.youtube.com/watch?v=8nHtQvW6mEY Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios». No hay bien para mí fuera de ti En los santos que hay en la tierra, varones insignes, pongo toda mi complacencia.  Se multiplican las desgracias de quienes van tras dioses extraños; yo no derramaré sus libaciones con mis manos, ni tomaré sus nombres en mis labios.  El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano: 6 me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad.

Los Cinco Minutos del Espíritu Santo escrito por Mons. Víctor Manuel Fernández

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  Nuestro corazón humano está permanentemente inclinado al egoísmo. Es imposible que sólo con sus propias fuerzas logre dar el paso hacia una verdadera generosidad.  A veces sentimos que sería bello entregar la vida en el servicio, con un amor verdaderamente preocupado por los demás, capaz de darlo todo. Pero al mismo tiempo sentimos que no somos capaces, que de inmediato nos preocupamos por nuestras cosas, y los demás quedan para otro momento. Muchas veces nos engañamos creyendo que amamos, pero en realidad buscamos a las personas que puedan hacernos sentir bien. Eso no es más que otra forma de buscarse a sí mismo, y de tener a los demás al servicio de las propias necesidades. Ya que es imposible cambiar eso con nuestras fuerzas, no nos queda más que pedirle cada día al Espíritu Santo que nos regale un corazón generoso.  Sin embargo, podemos cooperar con el Espíritu Santo, ya que él no nos cambia sin nosotros. Él debe derramar primero su amor y su gracia, pero ese amor no produce frut

Lecturas del día

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  Lectura del libro del Eclesiastés 3, 1-11   Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol: un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado; un tiempo para matar y un tiempo para sanar, un tiempo para demoler y un tiempo para edificar; un tiempo para llorar y un tiempo para reír, un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar; un tiempo para arrojar piedras y un tiempo para recogerlas, un tiempo para abrazarse y un tiempo para separarse; un tiempo para buscar y un tiempo para perder, un tiempo para guardar y un tiempo para tirar; un tiempo para rasgar y un tiempo para coser, un tiempo para callar y un tiempo para hablar; un tiempo para amar y un tiempo para odiar, un tiempo de guerra y un tiempo de paz.   ¿Qué provecho obtiene el trabajador con su esfuerzo? Yo vi la tarea que Dios impuso a los hombres para que se ocupen de ella. Él hizo todas las cosas apropiadas a su tiempo, pero también puso en el corazón

Ven Espíritu Santo, y enséñame a esperar.

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  «Ven Espíritu Santo, y enséñame a esperar.  Porque las cosas que deseo no llegan rápidamente, enséñame a esperar.  Porque no puedo pretender que los demás cambien de un día para el otro, enséñame a esperar. Porque yo mismo voy cambiando muy lentamente, enséñame a esperar.  Porque la vida tiene sus estaciones y todo llega a su tiempo, enséñame a esperar.  Para que acepte que no estoy en el cielo sino en la tierra, enséñame a esperar. Para que no le exija a este día lo que no me puede dar, enséñame a esperar.  Para que reconozca que el mundo no puede estar a mi servicio, enséñame a esperar.  Ven Espíritu Santo, y enséñame a aceptar que muchas cosas se posterguen, para que valore lo que la vida me propone ahora, aunque sea pequeño, aunque parezca poco. Ven Espíritu Santo, enséñame a esperar. Amén.»

Lecturas del día

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  Lectura del libro del Eclesiastés 1, 2-11   ¡ Vanidad, pura vanidad!, dice el sabio Cohélet. ¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad! ¿Qué provecho saca el hombre de todo el esfuerzo que realiza bajo el sol?   Una generación se va y la otra viene, y la tierra siempre permanece. El sol sale y se pone, y se dirige afanosamente hacia el lugar de donde saldrá otra vez. El viento va hacia el sur y gira hacia el norte; va dando vueltas y vueltas, y retorna sobre su curso. Todos los ríos van al mar y el mar nunca se llena; al mismo lugar donde van los ríos, allí vuelven a ir. Todas las cosas están gastadas, más de lo que se puede expresar. ¿No se sacia el ojo de ver, el oído no se cansa de escuchar? Lo que fue, eso mismo será; lo que se hizo, eso mismo se hará: ¡no hay nada nuevo bajo el sol! Si hay algo de lo que dicen: «Mira, esto sí que es algo nuevo», en realidad, eso mismo ya existió muchísimo antes que nosotros. No queda el recuerdo de las cosas pasadas, ni quedará el recuerdo d