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Mostrando entradas de agosto 15, 2021

Hoy celebramos el Día del Catequista, en conmemoración al Papa Pío X, que fue santificado, impulsó la enseñanza del Catecismo y también hizo posible impartir los sacramentos a los niños.

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San Pío X, patrono y modelo de los catequistas De una familia pobre, humilde y numerosa, Giuseppe M. Sarto nació el 2 de junio de 1835 en Riese, Italia. En 1850 ingresó al seminario de Padua, y fue ordenado sacerdote el 18 de setiembre de 1858. Su primera labor pastoral la realizó en la parroquia de Tómbolo-Salzano, distinguiéndose, además de su gran caridad para con los necesitados, por sus ardorosas prédicas que atraían hasta los más alejados del mensaje del evangelio. En 1884 fue ordenado obispo para la diócesis de Mantua y en 1893, León XIII le concedió el capelo cardenalicio y lo trasladó a Venecia. En ningún momento cambió su modo de ser: sencillo, muy humilde, ejemplar en el amor a los más pobres. A los pocos años, al morir León XIII, fue elegido su sucesor y su "programa pontificio" no fue otro que el del Buen Pastor: alimentar, guiar y custodiar el "rebaño humano" y buscar a las ovejas perdidas para atraerlas hacia Jesús. La preocupación de Pío X por la san

Los Cinco Minutos del Espíritu Santo

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  El amor que me hace sabio y profundo es el que me hace capaz de pasar de mi mundo al mundo del otro, de la pasión por sentirme bien a la pasión por el servicio, de los engaños espirituales a la disponibilidad. Una persona que se deja llevar por el Espíritu Santo, está siempre disponible, deja que los demás le cambien los planes, sabe renunciar a sus propios proyectos. Porque el Espíritu Santo, si lo dejamos actuar, nos libera el corazón de tantas cosas para que estemos disponibles de verdad. El ser humano sabio y profundo está liberado de estructuras, esquemas y agendas. En lugar de pensar y lamentarse por dentro diciendo: "Esta persona me está molestando", aprendió a decirse: "Esta persona me necesita". Miremos a Jesús. Él iba caminando con un rumbo claro y con un proyecto importante. Parecía que no valía la pena que se detuviera en cosas pequeñas. Por eso, cuando un ciego le gritaba al lado del camino, los discípulos trataban de hacerlo callar, para que no inter

Liturgia - Lecturas del día

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  Lectura del libro de Rut 2, 1-3. 8-11; 4,13-17   Noemí tenía, por parte de su esposo, un pariente muy rico llamado Booz, de la familia de Elimélec. Rut, la moabita, dijo una vez a Noemí: «Déjame ir a recoger espigas al campo, detrás de alguien que me haga ese favor». «Puedes ir, hija mía», le respondió ella. Entonces Rut se puso a recoger espigas en el campo, detrás de los que cosechaban, y tuvo la suerte de hacerlo en una parcela perteneciente a Booz, el de la familia de Elimélec. Entonces Booz dijo a Rut: «¡Óyeme bien, hija mía! No vayas a recoger espigas a otro campo ni te alejes para nada de aquí; quédate junto a mis servidores. Fíjate en qué terreno cosechan y ve detrás de ellos. Ya di orden a mis servidores para que no te molesten. Si tienes sed, ve a beber en los cántaros el agua que ellos saquen». Rut se postró con el rostro en tierra y exclamó: «¿Por qué te he caído en gracia para que te fijes en mí, si no soy más que una extranjera ?» Booz le respondió: «Me han contado muy

Liturgia - Lecturas del día

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  Lectura del libro de Rut 1, 1-2a. 3-6. 7-8. 14b-16. 22   Durante el tiempo de los Jueces hubo una gran sequía en el país, y un hombre de Belén de Judá emigró a los campos de Moab, con su mujer y sus dos hijos. El hombre se llamaba Elimélec; su esposa, Noemí; y sus dos hijos, Majlón y Quilión. Al morir Elimélec, el esposo de Noemí, ella se quedó con sus hijos. Estos se casaron con mujeres moabitas -una se llamaba Orpá y la otra Rut- y así vivieron unos diez años. Pero también murieron Majlón y Quilión, y Noemí se quedó sola, sin hijos y sin esposo. Entonces se decidió a volver junto con sus nueras, abandonando los campos de Moab, porque se enteró de que el Señor había visitado a su pueblo y le había proporcionado alimento. Mientras regresaban al país de Judá, Noemí dijo a sus nueras: «Váyanse, vuelvan cada una a la casa de su madre. ¡Qué el Señor tenga misericordia de ustedes, como ustedes la tuvieron con mis hijos muertos y conmigo!» Orpá despidió a su suegra con un beso, mientras qu