Los cinco minutos del Espíritu Santo

Es maravilloso pensar que el corazón humano del Señor Jesús está lleno, repleto de la luz, del fuego, del agua del Espíritu Santo. Y de ese Corazón sagrado, abierto por la lanza, brota para nosotros el manantial sublime del Espíritu. Si leemos el Evangelio de Juan, allí nos encontramos a Cristo prometiendo saciar nuestra sed con el agua del Espíritu que brota de su ser (Jn 7, 37-39). Y luego, en la cruz, vemos que es el costado herido del Señor la fuente del agua viva (Jn 19, 34). Pero a la vez, el Espíritu que brota de ese Corazón, nos envuelve y nos hace entrar en el misterio de amor de ese Corazón que quema. San Buenaventura lo expresaba con intensa belleza: “ Tu corazón fue herido Señor, para que tuviéramos una entrada libre... Y fue herido también para que por esa llaga visible pudiéramos ver la herida invisible del amor. Porque quien arde de amor, de amor está herido... Abracémonos a nuestro amado... Roguémosle que encienda nuestro corazón y lo ate con los dulces laz...