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Mostrando entradas de noviembre 5, 2023

Los cinco minutos del Espíritu Santo

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El don de la ciencia se distingue del don de entendimiento. Porque el entendimiento tiene que ver con las cosas celestiales, y el don de ciencia está más relacionado con las cosas de este mundo. Significa que podemos mirar este mundo con ojos espirituales, con una mirada transformada por el Espíritu Santo. Entonces, podemos descubrir la belleza más perfecta que el Espíritu Santo ha derramado en las cosas. De esa manera, no nos apegamos a cosas de este mundo ni nos dejamos esclavizar por ellas, porque todas ellas nos llevan a Dios. Con este don, San Francisco de Asís podía alegrarse en cada criatura sin perder por ello su entrega total a Dios. Tratemos de ejercitar este don, intentando contemplar este mundo con otra mirada, renunciando a la posesividad, a las obsesiones, y dejando que las criaturas nos hablen de Dios. 📚  Autor:  Mons. Víctor Manuel Fernández.  ® Editorial Claretiana.

“MARÍA ABRE LA PUERTA DEL MUNDO A DIOS”

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LUCAS 1, 38 “Dijo María: ‘He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra’. Y el ángel, dejándola, se fue”. MEDITACIÓN   “María dice ‘sí’ a la voluntad grande de Dios, y así abre la puerta del mundo a Dios. Adán y Eva con su ‘no’ a la voluntad de Dios habían cerrado esta puerta. ‘Hágase la voluntad de Dios’: María nos invita a decir también nosotros este ‘sí’, que a veces resulta tan difícil. Sentimos la tentación de preferir nuestra voluntad, pero ella nos dice: ¡Sé valiente!, di también tú: ‘Hágase tu voluntad’, porque esta voluntad es buena. Al inicio puede parecer un peso casi insoportable, un yugo que no se puede llevar; pero, en realidad, la voluntad de Dios no es un peso. La voluntad de Dios nos da alas para volar muy alto, y así con María también nosotros nos atrevemos a abrir a Dios la puerta de nuestra vida, las puertas de este mundo, diciendo “sí” a su voluntad, conscientes de que esta voluntad es el verdadero bien y nos guía a la verdadera felicidad.   PETICIÓN

Lecturas de hoy

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  DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE SAN JUAN DE LETRÁN     Lectura de la profecía de Ezequiel 47, 1-2. 8-9. 12   El ángel me hizo volver a la entrada de la Casa, y vi que salía agua por debajo del umbral de la Casa, en dirección al oriente, porque la fachada de la Casa miraba hacia el oriente. El agua descendía por debajo del costado derecho de la Casa, al sur del altar. Luego me sacó por el camino de la puerta septentrional, y me hizo dar la vuelta por un camino exterior, hasta la puerta exterior que miraba hacia el oriente. Allí vi que el agua fluía por el costado derecho. Entonces me dijo: «Estas aguas fluyen hacia el sector oriental, bajan hasta la estepa y van a desembocar en el Mar. Se las hace salir hasta el Mar, para que sus aguas sean saneadas. Hasta donde llegue el torrente, tendrán vida todos los seres vivientes que se mueven por el suelo y habrá peces en abundancia. Porque cuando esta agua llegue hasta el Mar, sus aguas quedarán saneadas, y habrá vida en todas partes adonde lleg

Los cinco minutos del Espíritu Santo

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El cuarto don del Espíritu Santo es la fortaleza; pero no se trata de la fortaleza normal, que nos permite soportar las dificultades cotidianas. Este don nos permite ser capaces de una fortaleza superior, que nos hace capaces de dar la vida por el Señor, si esto fuera necesario. Es la fortaleza que nos hace sobrellevar con constancia cosas que en situaciones normales nos parecerían imposibles. Dejarse matar por Cristo parece algo imposible, porque contradice al instinto de supervivencia, que nos lleva a escapar de los peligros. Sin embargo, si Dios nos pidiera eso, seguro el Espíritu Santo nos daría la fuerza para poder soportarlo, y entonces sería realmente posible. Los mártires han podido entregar la sangre porque los sostenía este don maravilloso del Espíritu. Pero este mismo don nos sostiene cuando tenemos que soportar cosas especialmente difíciles, cuando no se trata de dar la vida, pero sí de renunciar a alguna parte importante de la vida. Sin esta fortaleza todo es demasiado dur

Lecturas de hoy

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  Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 13, 8-10   Hermanos: Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley. Porque los mandamientos: "No cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás", y cualquier otro, se resumen en éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". El amor no hace mal al prójimo. Por lo tanto, el amor es la plenitud de la Ley.   Palabra de Dios.  La Ley y los profetas se resumen en el amor. Quien no ama a su prójimo no conoce a Dios, porque Dios es amor. Toda la Escritura nos hace conocer el amor que Dios nos tiene; y por eso, si queremos escuchar y poner en práctica la Palabra de Dios, hemos de llegar al amor perfecto; si no caminamos hacia esa perfección en vano creemos en Dios, y en vano querremos hacer nuestra su Vida. Sabemos que hemos pecado. Y el pecado ha oscurecido en nosotros el amor y la capacidad de amar. Cristo ha venido a liberarnos del pecado