«Nadar contracorriente sin perder la paz»

 


Dios te quiere


Los que intentan seguir a Cristo tienen que nadar contracorriente. 

Sufren ataques, críticas y burlas porque su modo de pensar y actuar se considera fanático, pasado de moda, infantil o insensato. 

Sufren al ver cómo se establecen leyes que permiten dar muerte a los inocentes, no respetan la libertad de las conciencias, facilitan la ruptura de las familias o impiden a los padres educar cristianamente a sus hijos. 

Sufren al ver que los cristianos son perseguidos, que la Iglesia es denigrada todos los días en los medios de comunicación, y que una gran parte de la sociedad está siendo corrompida desde la infancia. 

Y muchos se sienten impotentes ante esta avalancha de basura. ¿Qué puedo hacer? ¿Qué podemos hacer? 

En primer lugar, no tener miedo a nada ni a nadie, porque

«Dios es nuestro refugio y fortaleza, 

socorro fácil de encontrar en las angustias. 

Por eso no tememos aunque se conmueva la tierra, 

y se derrumben los montes en lo hondo del mar; 

aunque se agiten y hiervan sus aguas, 

y, por su ímpetu, retiemblen los montes (…). 

El Señor de los ejércitos está con nosotros, 

nuestra fortaleza es el Dios de Jacob» (Sal 46).

Después, dar gracias a Dios, porque muchos cristianos están trabajando muy bien en todo el mundo para contrarrestar la suciedad con aguas limpias. Y también porque hay muchos no católicos y no cristianos que luchan por la verdad y la justicia.

Es probable que tengamos que pensar en hacer más, pero sin perder la paz ni el tiempo en quejas estériles. 

Con paz, tenemos que desagraviar a nuestro Padre por todas las ofensas que recibe cada día.

Con paciencia, tenemos que enseñar la verdad a todo el que quiera escucharla, empleando los medios a nuestro alcance: el diálogo personal y los medios de comunicación.

Confiando en Dios, tenemos que poner generosamente tiempo y medios económicos al servicio de la difusión de la verdad.

Con serenidad, recibiremos las críticas, burlas y ataques, recordando estas palabras del Señor:«Bienaventurados cuando os injurien, os persigan y, mintiendo, digan contra vosotros todo tipo de maldad por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5, 11-12).


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