Evangelio diario / Semana 6ª del tiempo Ordinario




 Evangelio según san Marcos 8, 11-13

En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. Jesús dio un profundo suspiro y dijo: “¿Por qué esta generación reclama un signo? En verdad les digo que no se le dará un signo a esta generación”. Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.

Palabra del Señor.


 ¿Por qué esta generación reclama un signo?

(...) Mientras los fariseos pierden el tiempo en discutir pidiendo signos en el cielo, Jesús suspira profundamente. Por muchos signos que vean ya están predispuestos a no creer. Marcha a la otra orilla buscando corazones nobles, limpios, acogedores de los signos nuevos del Reino. Con quienes tientan a Dios, mejor responder con claridad y sin engaños. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Jesús dejaba huellas de cielo en quienes se cruzaron en su camino, signos de la presencia misma de Dios en él y en su Palabra. Cada día derramaba la abundancia divina en quienes se ofrecían para hacer la voluntad del Padre. 

Hoy nos interpela esta palabra. Uno de los grandes males que nos azota y que late detrás de tantas situaciones de injusticia es el corazón envidioso del hombre. La envidia es calumniar, difamar, juzgar, traicionar...matar la dignidad del otro, del hermano. También es un mal entre los seguidores de Jesús que provoca heridas y deja cicatrices. Un cristiano envidioso es un antitestimonio pues su vida está muy alejada del Evangelio. De igual manera que la de aquellos que aún siguen pidiendo signos para creer. Dichosos los que crean sin haber visto. 

Fr. Martín Alexis González Gaspar O.P.

Fr. Martín Alexis González Gaspar O.P.

Convento de Ntro. Padre Sto. Domingo (Torrent) 

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