Evengelio de hoy / Viernes de la 3° Semana de Cuaresma

  



Evangelio según san Marcos 12, 28b-34

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Qué mandamiento es el primero de todos?”. Respondió Jesús: “El primero es: ‘Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser’. El segundo es este: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No hay mandamiento mayor que estos”. El escriba replicó: “Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de Él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: “No estás lejos del Reino de Dios”. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor.


El amor a Dios

En primer lugar, Jesús señala que el mandamiento más importante es el amor a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas (Marcos 12, 30). Este amor total y completo implica una entrega absoluta de todo nuestro ser a Dios. No es un amor superficial, sino uno que abarca todo lo que somos: nuestras emociones (corazón), nuestra voluntad (alma), nuestro intelecto (mente) y nuestras acciones (fuerzas). Este mandamiento nos recuerda que Dios no debe ser solo una parte de nuestra vida, sino que debe ser el centro de nuestra existencia.

Este amor a Dios es también un amor que debe manifestarse de manera concreta y real en nuestra vida cotidiana. Jesús nos invita a amar a Dios no solo de palabra, sino también con nuestros hechos, con nuestras decisiones y con nuestra relación diaria con Él. Al poner a Dios en primer lugar, todas nuestras prioridades, decisiones y relaciones deberían reflejar este amor profundo y total.

El amor al prójimo

El segundo mandamiento que Jesús menciona es el amor al prójimo como a uno mismo (Marcos 12, 31). Jesús explica que el amor al prójimo está intrínsecamente conectado al amor a Dios. No podemos amar a Dios genuinamente si no amamos a los demás. Este amor no se limita a quienes nos son cercanos o a quienes nos caen bien; se extiende a todos los seres humanos, incluso a nuestros enemigos.

El amor al prójimo también implica empatía, compasión y solidaridad con el sufrimiento ajeno. Jesús nos enseña que, al amar a los demás, estamos honrando a Dios, y que en cada acción de amor hacia los demás, estamos reflejando la imagen de Dios en el mundo.

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