Lectura de la profecía de Malaquías 3, 1-4. 23-24



Yo envío a mi mensajero,
para que prepare el camino delante de mí.
Y en seguida entrará en su Templo
el Señor que ustedes buscan;
y el Ángel de la alianza que ustedes desean
ya viene, dice el Señor de los ejércitos.
¿Quién podrá soportar el Día de su venida?
¿Quién permanecerá de pie cuando aparezca?
Porque El es como el fuego del fundidor
y como la lejía de los lavanderos.
Él se sentará para fundir y purificar:
purificará a los hijos de Leví
y los depurará como al oro y la plata;
y ellos serán para el Señor
los que presentan la ofrenda conforme a la justicia.
La ofrenda de Judá y de Jerusalén será agradable al Señor,
como en los tiempos pasados, como en los primeros años.

Yo les voy a enviar a Elías, el profeta,
antes que llegue el Día del Señor, grande y terrible.
Él hará volver el corazón de los padres hacia sus hijos
y el corazón de los hijos hacia sus padres,
para que Yo no venga a castigar el país
con el exterminio total.

Palabra de Dios.


El vaticinio profético de Malaquías tiene un argumento preciso: anunciar el castigo de Yahvé a los sacerdotes del Templo por su infidelidad en el desempeño de su servicio cultual. En el contexto de anunciar la inminente venida del Señor a esta tierra, el oráculo se torna anuncio de la llegada del Señor a su casa, quien en su cercanía se deja querer y ver. Y al quedar entre nosotros firmará el acta de la nueva Alianza, en su mejor Templo, en la nueva creación que pregona la encarnación de Dios entre nosotros. Cierto que la llegada del Señor será previamente comunicada por un mensajero, como otrora los heraldos preparaban la visita de los reyes a sus súbditos. Este será el nuevo Elías, el profeta puente con el Nuevo Testamento, que allanará el camino, o lo que es lo mismo, hará que el corazón de los hombres se humanice y recobre su primera dimensión de imagen del creador. La tierra no será ya destruida porque la iniquidad cambiará a fidelidad de los padres a los hijos y de éstos a aquéllos, es decir, armonía afectiva, gestora de la presencia de Dios entre nosotros. La voz del Señor se dejará oír en los corazones que aman su venida.


P. Juan R. Celeiro

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