Lectura del primer libro de Samuel 15,16-23
Samuel dijo a Saúl: «Voy a anunciarte lo que el Señor me dijo anoche». «Habla», replicó él.
Samuel añadió: «Aunque tú mismo te consideres poca cosa, ¿no estás al frente de las tribus de Israel? El Señor te ha ungido rey de Israel. Él te mandó hacer una expedición y te dijo: "Ve y consagra al exterminio a esos pecadores, los amalecitas; combátelos hasta acabar con ellos". ¿Por qué entonces no has escuchado la voz del Señor? ¿Por qué te has lanzado sobre el botín y has hecho lo malo a los ojos del Señor?»
Saúl le replicó: «¡Yo escuché la voz del Señor! Hice la expedición que Él me había encomendado; traje a Agad, rey de Amalec, consagré al exterminio a los amalecitas, y el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, lo mejor de lo destinado al exterminio, para ofrecer sacrificios al Señor, tu Dios, en Guilgal». Samuel respondió:
«¿Quiere el Señor holocaustos y sacrificios
o quiere que se obedezca su voz?
La obediencia vale más que el sacrificio;
la docilidad, más que la grasa de carneros.
Como pecado de hechicería es la rebeldía;
como crimen de idolatría es la contumacia.
Porque tú has rechazado la palabra del Señor,
Él te ha rechazado a ti para que no seas rey».
Palabra de Dios.
El autor interpreta la historia, dando una justificación religiosa al fracaso de Saúl: no triunfó porque no actuó según la voluntad de Dios. No fracaso porque Dios lo abandono, sino porque primero él abandono a Dios. Una lección para los reyes siguientes. La tesis es repetida muchas veces por los profetas: lo que vale ante Dios es la obediencia, el sacrificio interior y personal y no la ofrenda de sacrificios materiales. Somos verdaderos cristianos, no tanto cuando ofrecemos cosas concretas o realizamos actos externos -una oración, un ayuno, una donación- sino cuando vivimos conforme a la voluntad de Dios. Cuando no nos conformamos con ofrecerle algo externo a nosotros, sino nuestra propia existencia y la obediencia a su Palabra. Un acto concreto dura poco. La obediencia, veinticuatro horas al día.
P. Juan R. Celeiro
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