CARTA DE UN SACERDOTE DE LA DIÓCESIS DE NEUQUEN AL PRESIDENTE DE LA NACIÓN

     

                                                                                                                             30 de julio de 2018
Señor Presidente:
Me ha costado mucho tomar la decisión de escribirle. No quise y me revelé, pero “algo” o “alguien” me empuja desde adentro para que lo haga. Con el respeto que usted se merece, suelto mis palabras.
Vivo en la cordillera de los Andes, departamento Minas al norte de la provincia de Neuquén. Soy cura en este inmenso y maravilloso territorio e intento servir a mis hermanas y hermanos desde mi pequeñez. Con estas palabras me dirijo a usted, no desde un púlpito, sino como un cristiano más. Y para eso me aferro a unas palabritas del santo cura Brochero: “No son estos trapos los que me hacen sacerdote. Si no llevo la caridad de Cristo en mi pecho, ni a cristiano llego”. Con esa caridad me dirijo a usted y deseo que llegue a ésta nación que nos debemos como argentinos.
Muchos conocemos la historia del hombre preso y crucificado en Jerusalén. E incluso recordamos el nombre del gobernador se lavó las manos… Sin embargo, tendríamos que recordar que la noche anterior a su juicio, el hombre se puso a los pies de sus amigos y usó una palangana, toalla, jarro y agua para lavarles los pies… Los mismos elementos que, al día siguiente, usó quien decidió su suerte (y la nuestra) para lavarse las manos. Una palangana, toalla, jarro y agua… Permítame, entonces, algunas referencias que quizás iluminen “su tiempo para nosotros”.
El gobernador Poncio Pilato, aquel día, sin pensar a donde iría a parar la cosa, propuso una suerte de debate a manos del pueblo. Le habían traído al tal Jesús por envidia. Y tenía ya encerrado al temible Barrabás. Entonces, creyendo que obraba bien y que estaba ofreciendo el debate que su pueblo merecía, los hizo optar por Jesús o por Barrabás. De pronto, empezó a notar que no había acuerdo y que aumentaba el alboroto, entonces se lavó las manos delante del pueblo y les dijo: “Ustedes responderán por su sangre, yo no tengo la culpa”. (Mt 27, 24-25).
Siento que la historia se repite. Y algo desde mis adentros me hace gritar: “¿Podrá ser que esta vez no haya cobardía?”. En aquel entonces sí hubo y mucha. Pilato tuvo miedo y quiso evitar el tumulto. Puso en debate algo que nunca tendría que haber puesto: la vida.
Pero además, dice el relato que la esposa de Pilato le contó un sueño que él desoyó. Con su permiso, señor Presidente: ¿Ha escuchado con el corazón el sueño de su esposa? ¿O el de las mujeres que eligió para liderar el partido que lo puso donde está?
Los dos usaron palangana, toalla, jarro y agua… Uno para lavar y servir, y otro para lavarse y que lo sirvan. Imaginémonos, que hoy estoy delante suyo y con cariño le regalo los mismos elementos. Usted verá el uso que le da… Nosotros siempre lo recordaremos.
Diego María Canale
26.420.075

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