Lecturas del día




Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Galacia
5, 1-6

Hermanos:
Ésta es la libertad que nos ha dado Cristo. Manténganse firmes para no caer de nuevo bajo el yugo de la esclavitud. Yo mismo, Pablo, les digo: si ustedes se hacen circuncidar, Cristo no les servirá de nada. Les vuelvo a insistir: todos los que se circuncidan están obligados a observar íntegramente la Ley. Si ustedes buscan la justicia por medio de la Ley, han roto con Cristo y quedan fuera del dominio de la gracia.
Porque a nosotros, el Espíritu nos hace esperar por la fe los bienes de la justicia. En efecto, en Cristo Jesús, ya no cuenta la circuncisión ni la incircuncisión, sino la fe que obra por medio del amor.

Palabra de Dios.


Pablo presenta a través de toda la carta lo que constituye lo esencial de la vida cristiana, siendo este texto la conclusión a todo ello: No es posible Cristo y circuncisión a la vez, eso significa que Cristo no da la salvación plena y que necesita una ayuda por parte de la Ley de Moisés. No se pueden considerar a Cristo y la Ley como dos absolutos a la vez. Lo único esencial, dirá, será Cristo. El solo exigirá que la fe se traduzca en actos concretos de amor. Este texto, que sin duda está muy circunscrito a una problemática concreta del siglo I, nos plantea algo que también en estos momentos nos puede llenar de incertidumbre ante “muchos predicadores que nos alertan”: ¿qué es lo esencial de la vida cristiana ¿Consideramos a Cristo el único salvador de nuestra vida, el que la llena de sentido y le otorga una meta? ¿Qué es lo nuclear que nos exige su seguimiento?




SALMO RESPONSORIAL                                    118, 41. 43-45 .47-48

R.    ¡Llegue hasta mí tu misericordia, Señor!

Que llegue hasta mí tu misericordia, Señor,
y tu salvación conforme a tu promesa.
No quites de mi boca la palabra verdadera,
porque puse mi esperanza en tus juicios. R.

Yo cumpliré fielmente tu ley:
lo haré siempre, eternamente.
Y caminaré por un camino espacioso,
porque busco tus preceptos. R.

Me deleitaré en tus mandamientos,
que yo amo tanto.
Elevaré mis manos hacia tus mandamientos
y meditaré en tus preceptos. R.







    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
11, 37-41

Un fariseo invitó a Jesús a cenar a su casa. Jesús entró y se sentó a la mesa. El fariseo se extrañó de que no se lavara antes de comer.
Pero el Señor le dijo: «¡Así son ustedes, los fariseos! Purifican por fuera la copa y el plato, y por dentro están llenos de voracidad y perfidia. ¡Insensatos! El que hizo lo de afuera, ¿no hizo también lo de adentro? Den más bien como limosna lo que tienen y todo será puro».

Palabra del Señor.


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Así dice Jesús a los fariseos y al fariseo que todos llevamos dentro. Generalmente cuidamos más la belleza exterior que la interior, nos importa más el aplauso de las personas que el reconocimiento de Dios, nos gusta destacar más nuestras buenas obras que las de los demás.

Jesús nos llama a la coherencia, a la humildad, a la verdad.


Para ser realmente hombres de fe en Cristo no basta manifestar esa fe mediante ritos puntual y exactamente cumplidos. Ciertamente hay normas litúrgicas en la Iglesia. Pero ellas no son para nosotros motivo de justificación. Si pensamos tener la salvación por nuestras celebraciones externamente bien hechas, pero sin vivir en una estrecha relación personal de amor con el Señor, se nos podrían aplicar aquellas palabras con que Dios recriminaba a los hipócritas: Este pueblo me honra con los labios, mientras su corazón está lejos de Mí. Dios no puede ser considerado sólo como dueño de exterioridades, sino dueño de todo nuestro ser; por eso hemos de vivir conservando el corazón puro, renovado por Él en nosotros. Esto no sólo nos llevará a darle culto, sino a amarlo sirviendo a nuestro prójimo, socorriéndolo en sus necesidades, entonces realmente quedaremos limpios, pues viviremos con el corazón sólo centrado en Dios y libre de las esclavitudes a lo pasajero.

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