Liturgia - Lecturas del día
Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Corinto
8, 1-9
Hermanos:
Queremos informarles acerca de la gracia que Dios ha concedido a las Iglesias de Macedonia. Porque, a pesar de las grandes tribulaciones con que fueron probadas, la abundancia de su gozo y su extrema pobreza han desbordado en tesoros de generosidad. Puedo asegurarles que ellos estaban dispuestos a dar según sus posibilidades y más todavía: por propia iniciativa, ellos nos pidieron, con viva insistencia, que les permitiéramos participar de este servicio en favor de los hermanos de Jerusalén.
Y superando nuestras esperanzas, ellos se entregaron, en primer lugar al Señor, y luego a nosotros, por la voluntad de Dios. Por eso, hemos rogado a Tito que lleve a feliz término entre ustedes esta obra de generosidad, de la misma manera que la había comenzado.
Y ya que ustedes se distinguen en todo: en fe, en elocuencia, en ciencia, en toda clase de solicitud por los demás, y en el amor que nosotros les hemos comunicado, espero que también se distingan en generosidad.
Ésta no es una orden: solamente quiero que manifiesten la sinceridad de su amor, mediante la solicitud por los demás. Ya conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecemos con su pobreza.
Palabra de Dios.
Pablo exhorta a los corintios a que contribuyan a una colecta, iniciada por la comunidad de Macedonia, en favor de la comunidad de Jerusalén. No les obliga a ello, simplemente les anima a esta buena obra. Es bueno notar cómo en las primitivas comunidades cristianas que se iban formando, más allá de algunos roces, se creaba eso tan evangélico que era sentirse hermanos. Un sentimiento de fraternidad que llegaba incluso a lo económico. Para animarles a esta fraternidad, Pablo acude, ni más ni menos, que a la generosidad de “nuestro Señor Jesucristo”. Bajando a nuestro siglo XXI, no podemos menos de mencionar la injusta situación de 800 millones de personas humanas que sufren la injusta situación del hambre. Una situación que va en contra de la fraternidad vivida y predicada por Jesús y que nos interpela a todos. “Tuve hambre y me diste de comer”.
SALMO RESPONSORIAL 145, 2. 5-9a
R. ¡Alaba, alma mía, al Señor!
Alabaré al Señor toda mi vida;
mientras yo exista, cantaré al Señor. R.
Feliz el que se apoya en el Dios de Jacob
y pone su esperanza en el Señor, su Dios:
Él hizo el cielo y la tierra,
el mar y todo lo que hay en ellos. R.
Él mantiene su fidelidad para siempre.
Hace justicia a los oprimidos
y da pan a los hambrientos.
El Señor libera a los cautivos. R.
El Señor abre los ojos de los ciegos
y endereza a los que están encorvados,
el Señor ama a los justos
y protege a los extranjeros. R.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo
5, 43-48
Jesús dijo a sus discípulos:
Ustedes han oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y odiarás a tu enemigo. Pero Yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores: así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque Él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?
Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
Palabra del Señor.
Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
El Evangelio de hoy es tan fácil de entender como difícil de vivir. Pero es posible hacerlo realidad si lo pedimos insistentemente en la oración y nos empeñamos cada día en cumplirlo.
Pedimos perdón por nuestros pecados contra el amor y la paz.
Damos gracias a Dios por su amor gratuito y fiel,
porque nos ama cuando incluso cuando nos alejamos de Él,
cuando hacemos daño a sus hijos, nuestros hermanos,
porque perdona a los que lo están matando
calienta con el sol de su amor a malos y buenos
y manda la lluvia de su misericordia sobre justos e injustos
Damos gracias por el don de su Espíritu, Espíritu de amor,
y por todas las personas pacíficas y pacificadoras.
Nos empeñamos en apropiarnos de todo
y nos quedamos solo con la frustración.
Queremos programar cada instante
pero la vida se nos escapa de las manos.
Nos gustaría conocerlo todo
y nos descubrimos los más ignorantes.
Soñamos con triunfar en cada proyecto
pero el fracaso nos devuelve a nuestro sitio.
Lo tuyo es dar, darte, sin calcular.
Lo nuestro es recibir, acoger, sin preguntar.
Sólo me conozco al mirarme en Ti.
Eres el manantial del que todo brota,
donde veo la primera luz y empiezo a correr.
Eres el mar, donde todo acaba
hacia allá me dirijo, en Ti quiero descansar.
Javier Montes, sj
El Evangelio de hoy es tan fácil de entender como difícil de vivir. Pero es posible hacerlo realidad si lo pedimos insistentemente en la oración y nos empeñamos cada día en cumplirlo.
Pedimos perdón por nuestros pecados contra el amor y la paz.
Damos gracias a Dios por su amor gratuito y fiel,
porque nos ama cuando incluso cuando nos alejamos de Él,
cuando hacemos daño a sus hijos, nuestros hermanos,
porque perdona a los que lo están matando
calienta con el sol de su amor a malos y buenos
y manda la lluvia de su misericordia sobre justos e injustos
Damos gracias por el don de su Espíritu, Espíritu de amor,
y por todas las personas pacíficas y pacificadoras.
Nos empeñamos en apropiarnos de todo
y nos quedamos solo con la frustración.
Queremos programar cada instante
pero la vida se nos escapa de las manos.
Nos gustaría conocerlo todo
y nos descubrimos los más ignorantes.
Soñamos con triunfar en cada proyecto
pero el fracaso nos devuelve a nuestro sitio.
Lo tuyo es dar, darte, sin calcular.
Lo nuestro es recibir, acoger, sin preguntar.
Sólo me conozco al mirarme en Ti.
Eres el manantial del que todo brota,
donde veo la primera luz y empiezo a correr.
Eres el mar, donde todo acaba
hacia allá me dirijo, en Ti quiero descansar.
Javier Montes, sj
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