DOMINGO 26° DEL TIEMPO ORDINARIO




Lectura de la profecía de Amós
6, 1a. 4-7

¡Ay de los que se sienten seguros en Sión!
Acostados en lechos de marfil
y apoltronados en sus divanes,
comen los corderos del rebaño
y los terneros sacados del establo.
Improvisan al son del arpa,
y como David, inventan instrumentos musicales;
beben el vino en grandes copas
y se ungen con los mejores aceites,
pero no se afligen por la ruina de José.
Por eso, ahora irán al cautiverio al frente de los deportados,
y se terminará la orgía de los libertinos.            

Palabra de Dios.


Amós critica con palabras durísimas la explotación que hacían los ricos y gobernantes de su tiempo con los más pobres e indefensos. Además, lo hacen valiéndose de la religión establecida por ellos mismos, dando culto a Dios desde Sión, en Jerusalén, o en Samaría. Es evidente que la Iglesia de Jesús no puede actuar de esta manera, aunque más de una vez lo haya hecho. Porque una Iglesia que se alíe con el poder y explote a los pobres no podrá ser nunca auténtica Iglesia de Jesús. Debemos examinar también hoy cada uno de nosotros nuestra conducta religiosa y nuestra conducta social, porque la justicia social debe ser siempre justicia religiosa. No podemos los cristianos decir que estamos dando verdadero culto a Dios si no practicamos una verdadera justicia social cristiana. Los grandes santos fueron personas misericordiosas y defensoras de los más pobres y necesitados. Un cristianismo que no practique la justicia social no es un verdadero cristianismo. 


SALMO RESPONSORIAL                                                    145, 7-10

R.    ¡Alaba al Señal; alma mía!

El Señor hace justicia a los oprimidos
y da pan a los hambrientos.
El Señor libera a los cautivos.  R.

El Señor abre los ojos de los ciegos
y endereza a los que están encorvados.
El Señor ama a los justos.  R.

El Señor protege a los extranjeros,
sustenta al huérfano y a la viuda
y entorpece el camino de los malvados.  R.

El Señor reina eternamente,
reina tu Dios, Sión,
a lo largo de las generaciones.  R.




Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo
a Timoteo
6, 11-16

Hombre de Dios, practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la constancia, la bondad. Pelea el buen combate de la fe, conquista la Vida eterna, a la que has sido llamado y en vista de la cual hiciste una magnífica profesión de fe, en presencia de numerosos testigos.
Yo te ordeno delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y delante de Cristo Jesús, que dio buen testimonio ante Poncio Pilato: observa lo que está prescrito, manteniéndote sin mancha e irreprensible hasta la Manifestación de nuestro Señor Jesucristo, Manifestación que hará aparecer a su debido tiempo
el bienaventurado y único Soberano,
el Rey de los reyes y Señor de los señores,
el único que posee la inmortalidad
y habita en una luz inaccesible,
a quien ningún hombre vio ni puede ver.
¡A Él sea el honor y el poder para siempre! Amén.

Palabra de Dios.


 San Pablo anima a la práctica de varias virtudes: la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza. Es curioso, pero la primera de todas es la justicia. No hay caridad (amor) sin justicia, la piedad desligada de la justicia puede ser falsa, la fe que no se traduce en obras está muerta, la paciencia y la delicadeza no son enemigas de la denuncia y del compromiso solidario con los oprimidos. La parábola llamada del "Rico Epulón y el pobre Lázaro" es propia de Lucas. Junto a la llamada del "Hijo Pródigo" constituyen la base de la teología de lucana. Si la parábola del "Hijo Pródigo" pone su acento en la misericordia de Dios, la de este domingo señala la justicia de Dios, derivada de su misericordia. En realidad, el rico en la parábola no tiene nombre, el pobre sí: Lázaro. Quizá es una forma de manifestar que el más importante no es siempre el que se piensa, pues Dios hace una opción por aquél que lo está pasando mal. El rico no se daba cuenta del sufrimiento de Lázaro aquí abajo. Sin embargo, lo reconoce en la estancia de los muertos. ¿Es necesario que las cosas vayan mal para que nos demos cuenta de nuestra ceguera con respecto a nuestro prójimo sufriente?





    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
16, 19-31

Jesús dijo a los fariseos:
Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas.
El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado.
En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, ya Lázaro junto a él. . Entonces exclamó: «Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan».
«Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí».
El rico contestó: «Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento».
Abraham respondió: «Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen».
«No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán».
Pero Abraham respondió: «Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán».

Palabra del Señor.



¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

A veces nos sentimos como Lázaro: pobres, olvidados, hambrientos... Y Dios sale a nuestro encuentro y nos da mucho más de lo que podríamos siquiera soñar. El Señor es para nosotros riqueza, cercanía, pan de vida. Damos gracias.

Pero no podemos negar que en muchísimas ocasiones nos parecemos más al hombre rico: satisfechos, egoístas, insensibles... Y Dios nos advierte cuál es la meta de este camino: el sufrimiento, la angustia, la soledad... Dios nos llama a la conversión, porque quiere la salvación, la felicidad de todos. ¿Cómo voy a convertirme? ¿Qué le digo a Dios? Pídele fuerza.

Damos un paso más. Estamos llamados a ser transparencia del amor de Dios. Él consuela a los pobres e invita a los ricos a abrir su corazón a los necesitados.

Danos entrañas de misericordia frente a toda miseria humana; inspíranos el gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado; ayúdanos a mostrarnos disponibles ante quien se siente explotado y deprimido.

Que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando.

Que quienes te buscamos sepamos escuchar tus llamadas en la vida de cada día y crezcamos en fidelidad al Evangelio; que nos preocupemos de compartir en el amor las angustias y tristezas, las alegrías y esperanzas de todas las personas, y así les mostremos tu camino de reconciliación, de perdón, de paz.

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