LOS SANTOS INOCENTES, MÁRTIRES
Lectura de la primera carta de san Juan
1, 5—2, 2
Queridos hermanos:
La noticia que hemos oído de Dios
y que nosotros les anunciamos, es ésta:
Dios es luz, y en Él no hay tinieblas.
Si decimos que estamos en comunión con Él
y caminamos en las tinieblas,
mentimos y no procedemos conforme a la verdad.
Pero si caminamos en la luz,
como Él mismo está en la luz,
estamos en comunión unos con otros,
y la sangre de su Hijo Jesús
nos purifica de todo pecado.
Si decimos que no tenemos pecado,
nos engañamos a nosotros mismos
y la verdad no está en nosotros.
Si confesamos nuestros pecados,
El es fiel y Justo
para perdonamos
y purificamos de toda maldad.
Si decimos que no hemos pecado,
lo hacemos pasar por mentiroso,
y su palabra no está en nosotros.
Hijos míos,
les he escrito estas cosas para que no pequen.
Pero si alguno peca,
tenemos un defensor ante el Padre:
Jesucristo, el Justo.
Él es la Víctima propiciatoria por nuestros pecados,
y no sólo por los nuestros,
Palabra de Dios.
Se nos invita a ser Luz con Cristo. Muchas veces caemos en la desesperación, no nos creemos capaces de salir del barro y parece que olvidamos que siempre hay una mano tendida a la espera de que la tomemos: la de nuestro Padre del Cielo. No debemos olvidarnos nunca de la infinita Misericordia de Dios. Cristo nos lo dijo una y otra vez. Una vez dijo un confesor, ante un desesperado por sus caídas: “Nunca te canses de pedir perdón” Y tenía toda la razón. La naturaleza humana tiene debilidades pero ahí tenemos a Jesús enseñándonos el camino a seguir y animándonos a ser luz con Él. “No pequen… pero si alguno peca, tenemos un defensor ante el Padre: Jesucristo, el Justo”. Tenemos que ser sinceros con nosotros mismos, conocer nuestras debilidades y ponernos en manos de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 123, 2-5. 7b-8
R. Nuestra ayuda está en el Nombre del Señor.
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando los hombres se alzaron contra nosotros,
nos habrían devorado vivos
cuando ardió su furor contra nosotros. R.
Las aguas nos habrían inundado,
un torrente nos habría sumergido,
nos habrían sumergido
las aguas turbulentas. R.
La trampa se rompió
y nosotros escapamos.
Nuestra ayuda está en el Nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra. R.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo
2, 13-18
Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».
José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.
Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta:
«Desde Egipto llamé a mi hijo».
Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado. Así se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Jeremías:
«En Ramá se oyó una voz,
hubo lágrimas y gemidos:
es Raquel, que llora a sus hijos
y no quiere que la consuelen,
porque ya no existen».
Palabra del Señor.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Herodes teme perder su poder. Teme que un niño pobre, recién nacido, le arrebate su corona. Y para no perder su sillón es capaz de acabar con todos los niños pequeños del país. La historia se repite. La repetimos. Podemos hacer mucho daño a personas inocentes, cuando nos sentimos atacados.
Señor, contemplamos tu bondad y tu ternura,
en la pobreza y humildad del portal de Belén.
Y nuestro corazón se llena de paz y alegría.
Pero hasta la ternura a veces es mal recibida.
Herodes te recibió con miedo y violencia.
Tu bondad resultó peligrosa para muchos
y acabaste colgado en el madero de la cruz.
Nos parece increíble, pero esto sigue pasando:
muchas personas que aman son incomprendidas,
porque su bondad supone una denuncia de la maldad,
porque preferimos la mediocridad a la santidad.
Señor, no dejes que otros paguen mis temores y enfados,
Perdona el mal que hacemos a muchas personas buenas.
Danos fuerza para compensar con amor nuestros errores
y para defender a los Santos Inocentes de este tiempo.
En nuestras sociedades ”avanzadas” muchos niños inocentes siguen muriendo, en las guerras, en las hambrunas de tantos países; algunos ni siquiera tienen la oportunidad de gritar, de llorar, víctimas del aborto.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Señor, contemplamos tu bondad y tu ternura,
en la pobreza y humildad del portal de Belén.
Y nuestro corazón se llena de paz y alegría.
Pero hasta la ternura a veces es mal recibida.
Herodes te recibió con miedo y violencia.
Tu bondad resultó peligrosa para muchos
y acabaste colgado en el madero de la cruz.
Nos parece increíble, pero esto sigue pasando:
muchas personas que aman son incomprendidas,
porque su bondad supone una denuncia de la maldad,
porque preferimos la mediocridad a la santidad.
Señor, no dejes que otros paguen mis temores y enfados,
Perdona el mal que hacemos a muchas personas buenas.
Danos fuerza para compensar con amor nuestros errores
y para defender a los Santos Inocentes de este tiempo.
En nuestras sociedades ”avanzadas” muchos niños inocentes siguen muriendo, en las guerras, en las hambrunas de tantos países; algunos ni siquiera tienen la oportunidad de gritar, de llorar, víctimas del aborto.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
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