LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR Fiesta



 Lectura de la profecía de Daniel

 

7, 9-10. 13-14

 

Daniel continuó el relato de sus visiones, diciendo:

«Yo estuve mirando

hasta que fueron colocados unos tronos

y un Anciano se sentó.

Su vestidura era blanca como la nieve

y los cabellos de su cabeza como la lana pura;

su trono, llamas de fuego,

con ruedas de fuego ardiente.

Un río de fuego brotaba

y corría delante de Él.

Miles de millares lo servían,

y centenares de miles estaban de pie en su presencia.

El tribunal se sentó

y fueron abiertos unos libros.

 

Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas,

y vi que venía sobre las nubes del cielo

como un Hijo de hombre;

Él avanzó hacia el Anciano

y lo hicieron acercar hasta Él.

Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino,

y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas.

Su dominio es un dominio eterno que no pasará,

y su reino no será destruido».

 

Palabra de Dios.



Siguen las palabras de ánimo de Jeremías. Quiere que el pueblo no pierda la esperanza. El golpe del destierro va a ser duro, pero los caminos de Dios siguen siendo caminos de salvación y reconstrucción. El lenguaje es entrañable. Dios es el Dios de la Alianza, el que ama, el que ayuda, aunque parezca que todo está perdido. No tiene desperdicio la página de Jeremías también para nosotros, si nos encontramos en situación de desánimo.

Por una parte, haremos bien en aprender las lecciones que nos da la historia, pensando que, seguramente, algo de culpa habremos tenido nosotros en el deterioro de las cosas.


 

 

SALMO RESPONSORIAL                    96, 1-2. 5-6. 9

 

R.    El Señor reina, altísimo por encima de toda la tierra.

 

¡El Señor reina! Alégrese la tierra,

regocíjense las islas incontables.

Nubes y Tinieblas lo rodean,

la Justicia y el Derecho son la base de su trono. R.

 

Las montañas se derriten como cera

delante del Señor, que es el dueño de toda la tierra.

Los cielos proclaman su justicia

y todos los pueblos contemplan su gloria. R.

 

Porque Tú, Señor, eres el Altísimo:

estás por encima de toda la tierra,

mucho más alto que todos los dioses.

¡El Señor reina! ¡Alégrese la tierra! R.

 

 

 

EVANGELIO

 

Su rostro resplandecía como el sol

 

a    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Mateo

17, 1-9

 

Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.

Pedro dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».

Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: «Éste es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo».

Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: «Levántense, no tengan miedo».

Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».

 

Palabra del Señor.

 

Reflexión



¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Camino de Jerusalén, Jesús va preparando a sus discípulos, les advierte repetidamente que va a ser arrestado y crucificado, para resucitar al tercer día. Ante el panorama que describe Jesús, los discípulos se entristecen. En este contexto tiene lugar la transfiguración. Es una experiencia que marcará sus vidas. La transfiguración no anula la cruz y la muerte cercanas, pero ayudará a los discípulos a vivirlas con más esperanza.

El Señor está atento a cada uno de nosotros. Y cuando ve que nuestra fe flaquea también nos regala experiencias de transfiguración: en la celebración de la Eucaristía, en un momento de oración, en la conversación con un buen amigo, de la manera más insospechada. Damos gracias a Dios por todas esas experiencias a través de las cuales Dios levanta nuestra esperanza y nos ayuda a asumir las cruces de cada día.

 

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