Liturgia - Lecturas del día

 




 

Lectura de la segunda carta de san Juan

4-9

 

Comunidad elegida:

Me he alegrado muchísimo al encontrar a algunos hijos tuyos que viven en la verdad, según el mandamiento que hemos recibido del Padre. Y ahora te ruego: amémonos los unos a los otros. Con lo cual no te comunico un nuevo mandamiento, sino el que tenemos desde el principio.

El amor consiste en vivir de acuerdo con los mandamientos de Dios. Y el mandamiento que ustedes han aprendido desde el principio es que vivan en el amor.

Porque han invadido el mundo muchos seductores que no confiesan a Jesucristo manifestado en la carne. ¡Ellos son el Seductor y el Anticristo!

Ustedes estén alerta para no perder el fruto de sus trabajos, de manera que puedan recibir una perfecta retribución.

Todo el que se aventura más allá de la doctrina de Cristo y no permanece en ella no está unido a Dios. En cambio, el que permanece en la doctrina está unido al Padre y también al Hijo.

 

Palabra de Dios.



A Juan se le atribuyen tres cartas. La primera, la leemos por entero en el tiempo de la Navidad. Hoy escuchamos un resumen de la segunda, y mañana de la tercera. La de hoy, va dirigida a Electa (Elegida), es difícil saber si se refiere a una señora cristiana o a una comunidad del Asia Menor. Pero lo que sí entendemos son las dos consignas que le transmite: - la caridad, el mandamiento que tenemos desde el principio, amarnos unos a otros, - la verdad, porque "han invadido el mundo muchos seductores", y "el que no permanece en la doctrina de Cristo, no está unido a Dios". Estas consignas siguen conservando toda su validez.

 


 

SALMO RESPONSORIAL                                     118, 1-2. 10-11. 17-18

 

R.    ¡Felices los que siguen la ley del Señor!

 

Felices los que van por un camino intachable,

los que siguen la ley del Señor.

Felices los que cumplen sus prescripciones

y lo buscan de todo corazón. R

 

Yo te busco de todo corazón:

no permitas que me aparte de tus mandamientos.

Conservo tu palabra en mi corazón,

para no pecar contra ti. R.

 

Sé bueno con tu servidor,

para que yo viva y pueda cumplir tu palabra.

Abre mis ojos,

para que contemple las maravillas de tu ley. R.

 

 

 


 

    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas

17, 26-37

 

Jesús dijo a sus discípulos:

«En los días del Hijo del hombre sucederá como en tiempos de Noé. La gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca y llegó el diluvio, que los hizo morir a todos.

Sucederá como en tiempos de Lot: se comía y se bebía, se compraba y se vendía, se plantaba y se construía. Pero el día en que Lot salió de Sodoma, cayó del cielo una lluvia de fuego y de azufre que los hizo morir a todos. Lo mismo sucederá el Día en que se manifieste el Hijo del hombre.

En ese Día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en la casa no baje a buscarlas. Igualmente, el que esté en el campo no vuelva atrás. Acuérdense de la mujer de Lot. El que trate de salvar su vida la perderá; y el que la pierda la conservará.

Les aseguro que en esa noche, de dos que estén en el mismo lecho, uno será llevado y el otro dejado; de dos mujeres que estén moliendo juntas, una será llevada y la otra dejada».

Entonces le preguntaron: «¿Dónde sucederá esto, Señor?»

Jesús les respondió: «Donde esté el cadáver, se juntarán los buitres».

 

Palabra del Señor.

 

Reflexión


Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, concédeme ponderar en mi interior la profundidad de mi condición de cristiano.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Al menos cada domingo, la Iglesia nos invita en la celebración Eucarística a renovar nuestra fe mediante el rezo comunitario del credo. A veces lo recitamos con fervor y detenimiento; muchas, desafortunadamente, repasamos sus palabras de modo automático o como si fuera una letanía que a base de ser repetida ha perdido su atractivo. Mas ahí se encuentran condensados nuestros pilares. Y así, en el último enunciado, afirmamos creer en la vida del mundo futuro.

Detengámonos aquí. ¿Cuántas veces dedicamos tiempo a dialogar con Dios sobre esa verdad de fe? Tristemente, poco. Por una parte, no deseamos entrar en ello porque representa un reto a nuestro intelecto. ¿Cómo explicar la vida del mundo futuro? Por otra, desconocemos lo que significa, y por eso tememos. Precisamente de esta promesa escatológica es que nos habla el Evangelio el día de hoy. Visto de este modo, sus palabras –de por sí duras– se vuelven más comprensibles.

Jesús nos está advirtiendo dos cosas: primero, la innegable realidad de esa vida futura. Los eventos bíblicos citados son, de algún modo, prefiguración del tiempo de Cristo. A semejanza de cuanto aconteció en ellos, los discípulos estaban de fiesta en presencia del Maestro. Pero sabemos bien lo que habría de suceder cuando el Maestro fuese elevado en la cruz. Lo que sucedió en la primera venida, bien puede suceder en la segunda.

Aquí entra la segunda indicación de Jesús, es decir, la actitud que deben observar los discípulos cuando llegue esa vida futura. En una palabra, vigilancia. Cristo lo recordará a sus apóstoles en Getsemaní: vigilad y orad (Cfr. Mc 14, 38). El corazón que no vigila, ha dejado de esperar; y el corazón sin esperanza ha perdido la fe. Por eso es que hemos de vivir con esta actitud en el alma cada día. No olvidemos que ser cristiano es, sí, vivir esta vida en plenitud, pero conscientes de que estamos preparándonos para la eternidad.

«Nos hará bien esta semana pensar en el final. Si el Señor me llamara hoy, ¿qué haría? ¿Qué le diría? El pensamiento del fin nos ayuda a avanzar; no es un pensamiento estático: es un pensamiento que avanza porque es llevado adelante por la virtud, por la esperanza. Sí, habrá un fin, pero ese fin será un encuentro: un encuentro con el Señor. Es verdad, será un "rendir cuentas" de lo que he hecho, pero también será un encuentro de misericordia, de alegría, de felicidad. Pensar en el fin, el fin de la creación, el fin de la propia vida, es sabiduría; el sabio lo hace».
(Homilía de S.S. Francisco, 27 de noviembre de 2018).

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