La Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María




 Lectura del libro del Génesis

3, 9-15. 20

 

Después que el hombre y la mujer comieron del árbol que Dios les había prohibido, el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?»

«Oí tus pasos por el jardín», respondió él, «y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí».

Él replicó: «¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol que yo te prohibí?»

El hombre respondió: «La mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí de él».

El Señor Dios dijo a la mujer: «¿Cómo hiciste semejante cosa?»

La mujer respondió: «La serpiente me sedujo y comí».

Y el Señor Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho esto, maldita seas entre todos los animales domésticos y entre todos los animales del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre, y comerás polvo todos los días de tu vida. Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. El te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón».

El hombre dio a su mujer el nombre de Eva, por ser ella la madre de todos los vivientes.

 

Palabra de Dios.




Después de escuchar a los culpables, Dios pronuncia la sentencia. Uno esperaría la condena a muerte. Por el contrario, se propone un castigo que aparece como un camino de purificación con vistas a una salvación prometida. Dios, comienza a revelarse como el Misericordioso, se ha puesto de parte del hombre contra la serpiente -símbolo del mal- que recibe la maldición. Por eso se lo ha definido como "protoevangelio", primer anuncio de la victoria del hombre sobre el pecado y la muerte. La victoria se atribuye a la descendencia de la mujer». La Vulgata atribuye directamente la victoria a la mujer; de ahí la representación de María aplastando con el pie la cabeza de la serpiente. Notemos, el nombre que se da a la mujer: Eva, madre de los vivientes (no de los mortales). Podemos ver aquí la prefiguración de María, la nueva Eva que cooperará en la obra de la restauración de la humanidad pecadora.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                                               97, 1-4

 

R.    Canten al Señor un canto nuevo, porque Él hizo maravillas.

 

Canten al Señor un canto nuevo,

porque Él hizo maravillas:

su mano derecha y su santo brazo

le obtuvieron la victoria. R.

 

El Señor manifestó su victoria,

reveló su justicia a los ojos de las naciones:

se acordó de su amor y su fidelidad

en favor del pueblo de Israel. R.

 

Los confines de la tierra han contemplado

el triunfo de nuestro Dios.

Aclame al Señor toda la tierra,

prorrumpan en cantos jubilosos. R.

 

 

 


 

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Éfeso

1, 3 -6. 11-12

 

Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo,

que nos ha bendecido en Cristo

con toda clase de bienes espirituales en el cielo,

y nos ha elegido en Él, antes de la creación del mundo,

para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia,

por el amor.

 

Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos

por medio de Jesucristo,

conforme al beneplácito de su voluntad,

para alabanza de la gloria de su gracia,

que nos dio en su Hijo muy querido.

 

En Él hemos sido constituidos herederos,

y destinados de antemano

-según el previo designio

del que realiza todas las cosas conforme a su voluntad-

a ser aquéllos que han puesto su esperanza en Cristo,

para alabanza de su gloria.

 

Palabra de Dios.

 

 

 


 

   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas

1, 26-38

 

El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.

El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo».

Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.

Pero el Ángel le dijo: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido., Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; El será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin».

María dijo al Ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relación con ningún hombre?»

El Ángel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios».

María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu Palabra».

Y el Ángel se alejó.

 

Palabra del Señor. 

Reflexión


Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, dame la gracia de poder escucharte hoy.



Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¿Cuántas veces, durante el día, decimos sí o no a Dios? ¿Cuántas veces decimos sí cuando realmente queremos decir no? ¿Qué diferencia hay entre mi sí y el si de María?

Y es que el sí de María no es simplemente un sí a la voluntad de Dios; no es un sí sumiso a Dios Todopoderoso. El si de María es un acto de amor hacia Dios. Es un sí que ocasiona la presencia de Dios en ella, porque es un sí de total entrega, un sí al Amor.

Porque no se ama la voluntad de Dios, sino se ama solamente a Dios y ese amor a Él nos hace querer su voluntad. Nuestra Madre es esclava del Señor, no porque fue sumisa sino porque amaba. Sólo un amor libre y real a Dios es lo que nos va a llevar a ser esclavos de amor.

Nosotros, como hijos de María, hemos heredado esa esclavitud de amo; no amamos las cosas que nos da Dios o las cosas que no nos da, sino amamos a Dios. Un amor que ha de ser libre y real, un amor que empuja nuestra alma a que nuestro sí sea un acto de amor.

Digámosle un sí a Nuestro Señor, un sí de amor. Un sí que ocasione la presencia de Dios en nuestro ser, un sí que acoja a ese Dios que quiere nacer en nosotros.

«El “sí” de María abre la puerta al “sí” de Jesús: “Yo vengo para hacer tu voluntad”. Y este “sí” va con Jesús durante toda su vida, hasta la cruz: “Aparta de mí este cáliz, Padre, pero hágase tu voluntad”. Es en Jesucristo que, como dice Pablo a los corintios, se encuentra el “sí” de Dios: Él es el “sí”. Hoy es un día bonito para dar gracias al Señor por habernos enseñado que este camino del “sí”, y también para pensar en nuestra vida. Todos nosotros, cada día, tenemos que decir “sí” o “no”, y pensar si siempre decimos “sí” o muchas veces nos escondemos, con la cabeza hacia abajo, como Adán y Eva, para no decir “no”, fingiendo no entender “lo que Dios pide”. Hoy es la fiesta del “sí”».
(Cf Homilía de S.S. Francisco, 4 de abril de 2016, en santa Marta).

 

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