Lecturas del día

 



Lectura del libro de Isaías

1, 10. 16-20

 

¡Escuchen la palabra del Señor,

jefes de Sodoma!

¡Presten atención a la instrucción de nuestro Dios,

pueblo de Gomorra!

¡Lávense, purifíquense,

aparten de mi vista

la maldad de sus acciones!

¡Cesen de hacer el mal,

¡aprendan a hacer el bien!

¡Busquen el derecho,

socorran al oprimido,

hagan justicia al huérfano,

defiendan a la viuda!

 

Vengan, y discutamos

-dice el Señor-.

Aunque sus pecados sean como la escarlata,

se volverán blancos como la nieve;

aunque sean rojos como la púrpura,

serán como la lana.

Si están dispuestos a escuchar,

comerán los bienes del país;

pero si rehúsan hacerlo y se rebelan,

serán devorados por la espada,

porque ha hablado la boca del Señor.

 

Palabra de Dios.



Israel, aunque infiel, será siempre el destinatario de la Palabra de vida, y los dones de Dios son irrevocables: los dos imperativos indican la urgencia de un cambio para acoger el perdón que ofrece el Señor. Todavía puede el pueblo optar por la bendición o por la maldición. Cuanta esperanza encierra el saber que mis pecados pueden ser transformados  en  nieve o lana blanca. Dios es capaz de “hacer aguas puras con aguas de desagüe, “almas puras con almas gastadas”, “almas blancas con almas sucias”. Gracias, Señor por repetirme estas cosas.

 



 

SALMO RESPONSORIAL                              49, 8-9. 16bc-17. 21. 23

 

R.    El que sigue buen camino

        gustará la salvación de Dios.

 

No te acuso por tus sacrificios:

¡tus holocaustos están siempre en mi presencia!

Pero Yo no necesito los novillos de tu casa

ni los cabritos de tus corrales. R.

 

¿Cómo te atreves a pregonar mis mandamientos

y a mencionar mi alianza con tu boca,

tú, que aborreces toda enseñanza

y te despreocupas de mis palabras? R.

 

Haces esto, ¿y Yo me voy a callar?

¿Piensas acaso que soy como tú?

Te acusaré y te argüiré cara a cara.

El que ofrece sacrificios de alabanza, me honra de verdad. R.

 

 

 


 

    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Mateo

23, 1-12

 

Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos:

Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo.

Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar "mi maestro" por la gente.

En cuanto a ustedes, no se hagan llamar "maestro", porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen "padre", porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco "doctores", porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías.

El mayor entre ustedes será el que los sirve, porque el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado.

 

Palabra del Señor.

 

Reflexión


Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, purifica mi mente y mi corazón para que cada uno de mis pensamientos, cada uno de mis actos, y cada palabra que diga, sean sólo para honra y gloria tuya.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Somos buscadores por naturaleza, y ante esto nos planteamos ciertas preguntas para encontrar aquello que buscamos. Pero ¿nos hacemos las preguntas correctas? Alguna vez nos hemos preguntado, ¿por qué hacemos las cosas día a día? ¿Qué nos mueve a actuar? ¿Qué buscamos tras cada uno de nuestros pensamientos, palabras y obras? ¿Acaso es dar gloria a Dios? ¿Es la llamada felicidad verdadera? O por el contrario, ¿es el tratar de agradar a los hombres, el querer ser reconocido ante los demás? ¿Pierdo mi coherencia de vida por actuar según los criterios del mundo? ¿Qué tanto vivo mi fe por amor a Dios?

Quizá sea que detrás de mucho de lo que hacemos, pensamos o decimos no se encuentra la verdadera intención que debe de brotar como agua en la fuente de nuestro corazón. Esa fuente de la cual debe de brotar como agua el amor, la compasión, la misericordia, la coherencia de vida, la verdad, el evangelio, el testimonio de un verdadero seguidor de Cristo. Jesús nos enseña que, precisamente, esta agua muchas veces debe de brotar sin ser vista o sin ser recompensada, pues es hermoso actuar y vivir de cara a Dios, pues Él es el único que puede dar paz a nuestro corazón.

Una paz que se encuentra en la vivencia de mi fe, solamente por amor a Aquel que me ha creado, que me acompaña y que cuida cada uno de mis pasos, procurando siempre mostrarme la felicidad y, más aún, el camino que he de seguir para poder pensar, actuar y hablar según su santa voluntad.

No temamos el preguntarnos miles de cosas; no temamos vivir de cara a Dios o de actuar de una manera coherente ya que, en esta vivencia, es en donde encontraremos la verdadera paz, la libertad y el amor.

«Decía san Francisco a sus hermanos: Predicad siempre el Evangelio y, si fuera necesario, también con las palabras. No hay testimonio sin una vida coherente. Hoy no se necesita tantos maestros, sino testigos valientes, convencidos y convincentes, testigos que no se avergüencen del nombre de Cristo y de su Cruz ni ante leones rugientes ni ante las potencias de este mundo».
(Homilía de S.S. Francisco, 29 de junio de 2015).

 

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