DOMINGO 12° DURANTE EL AÑO



 

 

Lectura del libro de Job

38, 1. 8-11

 

El Señor habló a Job desde la tempestad, diciendo:

¿Quién encerró con dos puertas al mar,

      cuando él salía a borbotones del vientre materno,

cuando le puse una nube por vestido

      y por pañales, densos nubarrones?

Yo tracé un limite alrededor de él,

      le puse cerrojos y puertas,

y le dije: «Llegarás hasta aquí y no pasarás;

      aquí se quebrará la soberbia de tus olas».

 

Palabra de Dios.

 


Señor, a veces no vemos con claridad. Nos parece que te portas mal con nosotros, que no eres justo. Y es que somos muy torpes, débiles. Hay situaciones en las que uno se hace mil preguntas, sin encontrar ninguna respuesta. Y entonces surgen nuestras hipótesis, nuestras absurdas teorías. Que si nos lo habremos merecido, que si esta vida no tiene sentido, que si no vale la pena vivir, que si la única salida que hay es la indiferencia, la apatía. Y la voz de Dios llega hasta nuestro rincón de tinieblas: ¿Quién es ese que enturbia mi consejo con palabras insensatas? ¡Yo te interrogaré y tú me instruirás! ¿Dónde estabas cuando fundaba yo la tierra?... Y Job se hunde ante la grandeza de Dios, ante la profundidad de su divino misterio: ¿Qué puedo responderte? ¡Pongo la mano en mi boca!... Yo también callaré, Señor. Aceptaré cuanto dispongas, seguro de tu gran sabiduría y de tu infinito poder, confiado y sereno ante tu inmenso amor.



 

SALMO RESPONSORIAL                                                    106, 23-26. 28-31

 

R.    ¡Den gracias al Señor, porque es bueno,

        Porque es eterno su amor!

 

Los que viajaron en barco por el mar,

para traficar por las aguas inmensas,

contemplaron las obras del Señor,

sus maravillas en el océano profundo.  R.

 

Con su palabra desató un vendaval,

que encrespaba la solas del océano:

ellos subían hasta el cielo, bajaban al abismo,

se sentían desfallecer por el mareo.  R.

 

Pero en la angustia invocaron al Señor,

y Él los libró de sus tribulaciones:

cambió el huracán en una brisa suave

y se aplacaron las olas del mar.  R.

 

Entonces se alegraron de aquella calma,

y el Señor los condujo al puerto deseado.

Den gracias al Señor por su misericordia

y por sus maravillas a favor de los hombres.  R.

 

 

 


 

Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Corinto

5, 14-17

 

Hermanos:

El amor de Cristo nos apremia, al considerar que si uno solo murió por todos, entonces todos han muerto. Y Él murió por todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí mismos, sino para Aquél que murió y resucitó por ellos.

Por eso nosotros, de ahora en adelante, ya no conocemos a nadie con criterios puramente humanos; y si conocimos a Cristo de esa manera, ya no lo conocemos más así.

El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente.

 

Palabra de Dios.



 Pablo les dice a los fieles de Corinto que vivir en Cristo es algo totalmente nuevo, distinto del antiguo vivir en el mundo y según los criterios del mundo. Vivir en Cristo y por Cristo es vivir como auténticas criaturas nuevas; el hombre viejo ha muerto. El problema para cada uno de nosotros es que, mientras vivimos en este mundo, no podemos dejar de vivir de alguna manera según la carne. Pablo nos dice que ya no valoremos a nadie según la carne, porque Cristo con su muerte y resurrección nos ha hecho criaturas nuevas. También en este caso, como les pasaba a los discípulos y como le pasaba a Job, es más fácil creerlo que practicarlo. Nuestro espíritu quiere ser siempre nuevo, pero el cuerpo se resiste y nos resultará siempre difícil vivir como criaturas nuevas. Pidamos al Señor que nos infunda siempre su santo Espíritu.

 

Gabriel González del Estal

 

 

 


    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Marcos

4, 35-41

 

Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: «Crucemos a la otra orilla». Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron en la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.

Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.

Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?»

Despertándose, Él increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio! ¡Cállate!» El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.

Después les dijo: «¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?»

Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: «¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?»

 

Palabra del Señor. 

 

Reflexión


Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, te doy las gracias por este momento que Tú me regalas para encontrarme contigo. Creo en ti, Jesús, pero ayúdame a creer con firmeza. Confío en ti, en tu poder, pero, ayúdame a saber abandonarme en tus brazos. Te amo, mas regálame una experiencia de tu amor. Tú me amas, Jesús, sin importar lo que haga. Me amas por ser quien soy… yo te quiero amar y alabar por ser quien eres. Gracias, Jesús, por ser quien eres. A ti la alabanza, la gloria y mi amor por siempre. Amén.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Jesús, Tú duermes en medio de una tormenta. No sé cómo puedes hacerlo. Es como si yo viajara en un avión, el piloto dijera que acaba de perder el control de la nave y que es posible que nos estrellemos, y yo pidiera a la azafata un par de audífonos para ver una película… ¿es que no te importa que se hundan? La misma pregunta me surge muy a menudo Señor, veo tanto mal en el mundo, tanta violencia, tanta injusticia… y Tú callas, casi como si durmieses… ¿Es que no te importa a dónde vaya a parar este mundo?, ¿o acaso duermes y no te enteras que vamos a la deriva? Te miro en silencio, allí, en el sagrario y me pregunto si duermes, si no te importa tanto dolor… Tú despertaste, Señor, e increpaste al mar y al viento… y te obedecieron. En un segundo cambiaste la tempestad en calma y la incredulidad de tus discípulos, en fe.

Miro alrededor, Señor, y me doy cuenta que de ninguna manera duermes, que trabajas. Tantos misioneros, tantos sacerdotes y almas consagradas, tantos laicos que, en silencio, transforman las peores tempestades en paz, portando tu palabra a los hospitales, pan a los hambrientos y consuelo a los tristes… No duermes, Jesús. Trabajas…sí, pero en silencio. Y yo ni escucho tu voz ni veo tus obras porque estoy más ocupado viendo y escuchando el mar y el viento que mirando tus obras. Jesús, me miras allí, hablando en lo profundo de mi corazón, y me invitas a dejarme de lamentos estériles y a ponerme a trabajar por la extensión de tu Reino.

Confío en ti, Jesús. ¡Aumenta mi confianza! Yo también quiero trabajar por tu Reino y por mis hermanos. Lo haré. Dame la fuerza que necesito.

«Prometemos que nunca los olvidaremos. Nunca vamos a dejar de hablar por ustedes. Les aseguramos que haremos todo lo posible para abrir los ojos y los corazones del mundo. La paz no es el fin de la historia. La paz es el inicio de una historia ligada al futuro. Europa debería saber esto mejor que cualquier otro continente. Esta hermosa isla [Lesbos], donde nos encontramos ahora, es sólo un punto en el mapa. Para domar el viento y el mar agitado Jesús ordenó al viento que cesase justo cuando la barca en el que estaban él y sus discípulos estaba en peligro. Luego la calma siguió a la tormenta».
(Cf Discurso de S.S. Francisco, 16 de abril de 2016).

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