Liturgia - Lecturas del día




 Lectura del libro de Esdras

1, 1-6

 

En el primer año de Ciro, rey de Persia, para que se cumpliera la palabra del Señor pronunciada por Jeremías, el Señor despertó el espíritu de Ciro, rey de Persia, y éste mandó proclamar de viva voz y por escrito en todo su reino:

«Así habla Ciro, rey de Persia: El Señor, el Dios del cielo, ha puesto en mis manos todos los reinos de la tierra, y me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, de Judá. Si alguno de ustedes pertenece a ese pueblo, que su Dios lo acompañe y suba a Jerusalén, de Judá, para reconstruir la Casa del Señor, el Dios de Israel, el Dios que está en Jerusalén. Que la población de cada lugar ayude a todos los que queden de ese pueblo, en cualquier parte donde residan, proporcionándoles plata, oro, bienes y ganado, como así también otras ofrendas voluntarias para la Casa del Dios que está en Jerusalén».

Entonces los jefes de familia de Judá y de Benjamín, los sacerdotes y los levitas, y todos los que se sintieron movidos por Dios, se pusieron en camino para ir a reconstruir la Casa del Señor que está en Jerusalén.

Sus vecinos les proporcionaron toda clase de ayuda: plata, oro, bienes, ganado y gran cantidad de objetos preciosos, además de toda clase de ofrendas voluntarias.

 

Palabra de Dios.



El libro de Esdras, narra el regreso a la patria de los exiliados en Babilonia, tras el edicto de Ciro (538 a. de C.) y la consiguiente obra de reconstrucción civil y religiosa. La restauración pondrá de manifiesto los pilares de la vida judía del postexilio: la ley, el sacerdocio y el templo, signo de la presencia divina y garantía de esperanza para el futuro. El decreto de Ciro es expresión del plan providencial e indica los temas centrales de la obra: el deseo de ser pueblo de Dios de una manera visible y la reconstrucción del templo y de la ciudad, que había quedado devastada después de la ocupación y destrucción babilónicas. Se sugiere el retorno de Babilonia como un segundo éxodo que confirma la continuidad de la obra divina que vela por el cumplimiento de las promesas.


 

 

SALMO RESPONSORIAL                             125, 1-6

 

R.    ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros!

 

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,

nos parecía que soñábamos:

nuestra boca se llenó de risas

y nuestros labios, de canciones. R.

 

Hasta los mismos paganos decían:

« ¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!»

¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros

y estamos rebosantes de alegría! R.

 

¡Cambia, Señor, nuestra suerte

como los torrentes del Négueb!

Los que siembran entre lágrimas

cosecharán entre canciones. R.

 

El sembrador va llorando

cuando esparce la semilla,

pero vuelve cantando

cuando trae las gavillas. R.

 

 

 


  Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas

8, 16-18

 

Jesús dijo a sus discípulos:

No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado.

Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener.

 

Palabra del Señor.





Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, que aprenda a ser luz en medio del mundo.



Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Hoy, Jesús nos propone encender nuestros corazones para que podamos ser candeleros que iluminen el camino de tantas almas que se encuentran a nuestro alrededor, buscando el camino correcto en medio de la oscuridad, en medio de las tinieblas que en ocasiones el pecado se encarga poner delante de ellos. Nosotros, por la gracia recibida mediante los sacramentos y la oración, nos convertimos en verdaderas antorchas que iluminan el camino para llegar al cielo.

Cristo quiere que nuestra vida no sea estéril, sino que dejemos huella, que nos desgastemos por su reino, que demos todo lo que esté a nuestro alcance, que seamos verdaderos apóstoles de la luz, que podamos ser como María, dóciles instrumentos en las manos de Señor, que nos dejemos moldear según su querer, que nuestro corazón sea cada vez más parecido al de Él.

Pidamos con las palabras de nuestra Madre del cielo «hágase en mí según tu palabra» que nuestra vida sea testimonio del amor misericordioso de Dios.

«Juntos deseamos encender hoy una llama de esperanza. Que las lámparas que colocaremos sean signo de una luz que aun brilla en la noche. Los cristianos, de hecho, son luz del mundo, pero no solo cuando todo a su alrededor es radiante, sino también cuando, en los momentos oscuros de la historia, no se resignan a las tinieblas que todo lo envuelven y alimentan la mecha de la esperanza con el aceite de la oración y del amor. Porque, cuando se tienden las manos hacia el cielo en oración y se da la mano al hermano sin buscar el propio interés, arde y resplandece el fuego del Espíritu, Espíritu de unidad, Espíritu de paz».
(Homilía de S.S. Francisco, 7 de julio de 2018).

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