Inmaculada Misericordia
¡Madre! El Eterno Padre, te edificó pura de arriba abajo,
en pensamiento, palabra, cuerpo y alma,
para este tu pueblo que, hoy, te ve y te reza: ¡INMACULADA!
Inmaculada y llena de misericordia.
No supiste, oh Madre, sino ser ofrenda permanente.
En Nazaret, con un “sí” lo dijiste y lo hiciste todo.
En Caná, con un “haced” tu mano pudo más
que la intención de Aquel que el agua en vino transformó.
¡Misericordiosa e Inmaculada!
Siempre al lado de nosotros y, siempre, buscándonos.
En las cruces cuando nos pesan demasiado
y, en los atajos del mundo, cuando nos perdemos demasiado.
En las ideas, cuando a Dios dejamos de lado
y en las obras cuando pretendemos un mundo a nuestro antojo.
¡Inmaculada y con infinita misericordia!
Así Dios te dispuso y así, Dios, te creó.
Para Él lo fuiste todo y, para Él, te diste en todo.
Por Él tu cuerpo fue arcilla en sus manos
y, con Él, hiciste un Dios humanado a los pies del mundo.
¡Cómo no darte gracias, Virgen Inmaculada!
Tu ser y tu hondura te delatan: sólo sabes dar.
Tu beldad y tus ojos encandilan al Dios de las alturas
y, tu obediencia, sencillez y ternura,
proclaman la grandeza que anida en Ti.
¡Inmaculada llena de misericordia!
Llena de Dios, que es todo corazón,
y vaciándote de Dios para traérnoslo al mundo.
Llena del cielo, para esta tierra fría
y cálida en tus entrañas para darnos al Salvador.
Así, Virgen Inmaculada, eres Tú.
No dejes, que neguemos lo que –desde Dios y ante Dios–
nos hace eternos: el amor sin límites
y la generosidad sin cuentas.
Que de tu mano, Virgen Inmaculada,
sepamos descubrir, acoger y pregonar
a Aquel que, en tu morada virginal,
se hizo carne y, luego, se dejó adorar.
¡Siempre Inmaculada! ¡Siempre Misericordiosa Madre!
P. Javier Leoz
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