DOMINGO II° DE ADVIENTO


 



 

Lectura del libro de Baruc

5, 1-9

Quítate tu ropa de duelo y de aflicción, Jerusalén,

vístete para siempre con. el esplendor de la gloria de Dios,

cúbrete con el manto de la Justicia de Dios,

coloca sobre tu cabeza la diadema de gloria del Eterno.

Porque Dios mostrará tu resplandor

a todo lo que existe bajo el cielo.

Porque recibirás de Dios para siempre este nombre:

«Paz en la justicia» y «Gloria en la piedad.»

 

Levántate, Jerusalén, sube a lo alto

y dirige tu mirada hacia el Oriente:

mira a tus hijos reunidos desde el oriente al occidente

por la palabra del Santo,

llenos de gozo, porque Dios se acordó de ellos.

Ellos salieron de ti a pie, llevados por enemigos,

pero Dios te los devuelve,

traídos gloriosamente como en un trono real.

 

Porque Dios dispuso que sean aplanadas

las altas montañas y las colinas seculares,

y que se rellenen los valles hasta nivelar la tierra,

para que Israel camine seguro bajo la gloria de Dios.

También los bosques y todas las plantas aromáticas

darán sombra a Israel por orden de Dios,

porque Dios conducirá a Israel en la alegría,

a la luz de su gloria,

acompañándolo con su misericordia y su justicia.

 

Palabra de Dios.

 


Baruc, secretario y hombre de confianza del profeta Jeremías, en la época del destierro en Babilonia, es a quien se atribuyen estas páginas en las que se anuncia la vuelta de los desterrados a Sión. A pesar del período desastroso que vive el pueblo, en lo social y en lo religioso, el profeta asegura la cercanía y la ayuda de Dios. Pide al pueblo que se despojen de todo vestido de luto y se vistan sus mejores trajes de fiesta. Que se alegren, porque sus hijos vuelven gozosos a la patria, a Jerusalén, después del destierro. Es Dios mismo quien prepara el camino para esta vuelta: rebaja lo que está elevado, allana el suelo para que todos caminen con seguridad y hace que los árboles les den sombra refrescante en el calor del desierto. Todo será fiesta y alegría, y triunfará la justicia. Ahora es el nuevo Israel, la Iglesia de Cristo, la que celebra la cercanía de Dios.




 

SALMO RESPONSORIAL                           125, 1-6

 

R.    ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros!

 

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,

nos parecía que soñábamos:

nuestra boca se llenó de risas

y nuestros labios, de canciones. R.

 

Hasta los mismos paganos decían:

«¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!»

¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros

y estamos rebosantes de alegría! R.

 

¡Cambia, Señor, nuestra suerte

como los torrentes del Négueb!

Los que siembran entre lágrimas

cosecharán entre canciones. R.

 

El sembrador va llorando

cuando esparce la semilla,

pero vuelve cantando

cuando trae las gavillasR.

 

 



 

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Filipos

1, 4-11

 

Hermanos:

Siempre y en todas mis oraciones pido con alegría por todos ustedes, pensando en la colaboración que prestaron a la difusión del Evangelio, desde el comienzo hasta ahora. Estoy firmemente convencido de que Aquél que comenzó en ustedes la buena obra la irá completando hasta el Día de Cristo Jesús. Y es justo que tenga estos sentimientos hacia todos ustedes, porque los llevo en mi corazón, ya que ustedes, sea cuando estoy prisionero, sea cuando trabajo en la defensa y en la confirmación del Evangelio, participan de la gracia que he recibido.

Dios es testigo de que los quiero tiernamente a todos en el corazón de Cristo Jesús. Y en mi oración pido que el amor de ustedes crezca cada vez más en el conocimiento y en la plena comprensión, a fin de que puedan discernir lo que es mejor. Así serán encontrados puros e irreprochables en el Día de Cristo, llenos del fruto de justicia que proviene de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.

 

Palabra de Dios.

 

 

 


 

    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas

3, 1-6

 

El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Este comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro del profeta Isaías:

 

«Una voz grita en el desierto:

Preparen el camino del Señor,

allanen sus senderos.

Los valles serán rellenados,

las montañas y las colinas serán aplanadas.

Serán enderezados los senderos sinuosos

y nivelados los caminos desparejos.

Entonces, todos los hombres

verán la Salvación de Dios».

 

Palabra del Señor.



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, concédeme la gracia de vivir con alegría tu Palabra.



Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Hoy podemos reflexionar el llamado al discipulado, este llamado que Dios nos hace para seguirle más de cerca; así como Juan Bautista, estamos llamados a anunciar la Buena Nueva.

Nos podemos preguntar en dónde debemos anunciar si no somos sacerdotes o religiosas ni tampoco misioneros, pero justamente a eso es lo que estamos llamados, a ser misioneros en medio del mundo, a llevar el Evangelio a nuestro trabajo, colegio, al taller, en fin, al mundo que nos rodea. No esperemos una oportunidad especial, todos los días son una oportunidad que Dios nos regala para ser sus discípulos, ser verdaderos misioneros en medio del mundo, con nuestro ejemplo, con nuestra coherencia de vida, llevando misericordia, llevando la alegría del Evangelio.

Debemos ser esa voz que grita en el desierto, esa voz que lleva el mensaje de paz; debemos transformar la vida ordinaria en extraordinaria, santificar nuestros quehaceres del día. Y eso lo lograremos si lo hacemos de cara a Dios, si al comenzar nuestro trabajo lo ofrecemos y lo hacemos con la responsabilidad, con empeño, y con el verdadero deseo de agradar a Dios.

Pidamos a María, que es reina de los apóstoles, que nos ayude a ser cada día más y mejores discípulos de su Hijo y a prepararnos de la mejor manera para recibir a Cristo en nuestros corazones el día de Navidad.

«¡Nos hace bien saber que no somos el Mesías! Nos libra de creernos demasiado importantes, demasiado ocupados —es típica de algunas regiones escuchar: «No, a esa parroquia no vayas porque el padre siempre está muy ocupado»—. Juan el Bautista sabía que su misión era señalar el camino, iniciar procesos, abrir espacios, anunciar que Otro era el portador del Espíritu de Dios. Ser memoriosos nos libra de la tentación de los mesianismos, de creerme yo el Mesías».
?(Homilía de S.S. Francisco, 20 de enero de 2018).


 


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