Lecturas de hoy





 Lectura del libro del Éxodo

25, 8-9; 40, 16-21. 34-38

 

El Señor dijo a Moisés: «Me harás un Santuario y Yo habitaré en medio del pueblo. En la construcción de la Morada y de todo su mobiliario, te ajustarás exactamente a los modelos que Yo te mostraré».

Moisés realizó exactamente todo lo que el Señor le había ordenado. En el segundo año, el primer día del primer mes, se procedió a la erección de la Morada. Para ello, Moisés asentó sus bases, colocó sus bastidores, dispuso sus travesaños y levantó sus columnas. Después extendió la carpa por encima de la Morada, y sobre ella colocó la cobertura de la carpa, como el Señor se lo había ordenado. En seguida tomó las tablas del Testimonio y las puso en el arca; sujetó las andas en el arca, y sobre ella colocó la tapa. Entonces condujo el arca hasta el interior de la Morada, colgó el velo que la protegía y así cubrió el Arca del Testimonio, conforme a la orden que el Señor le había dado.

Entonces la nube cubrió la Carpa del Encuentro y la gloria del Señor llenó la Morada. Moisés no podía entrar en la Carpa del Encuentro, porque la nube se había instalado sobre ella y la gloria del Señor llenaba la Morada.

En todas las etapas del camino, cuando la nube se alzaba, alejándose de la Morada, los israelitas levantaban el campamento. Pero si la nube no se alzaba, ellos no se movían, hasta que la nube volvía a hacerlo. Porque durante el día, la nube del Señor estaba sobre la Morada, y durante la noche, un fuego brillaba en ella, a la vista de todo el pueblo de Israel. Esto sucedía en todas las etapas del camino.

 

Palabra de Dios.



El culto a Dios es algo primordial en el pueblo de Israel. Una rica liturgia se va plasmando a lo largo del tiempo. La tienda del encuentro, el templo del desierto, el lugar donde se posará la gloria de Dios. La nube será el signo de esa presencia divina, de ese habitar de Dios en medio de su pueblo, de esa guía segura a través del calor del día y del frío de la noche en el desierto. También en el Nuevo Testamento aparecerá la nube, como anticipo de esa presencia definitiva de Dios en medio de su pueblo.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                           83, 3-6a. 8a. 11

 

R.    ¡Qué amable es tu Casa, Señor del universo!

 

Mi alma se consume de deseos

por los atrios del Señor;

mi corazón y mi carne claman ansiosos

por el Dios viviente. R.

 

Hasta el gorrión encontró una casa,

y la golondrina tiene un nido donde poner sus pichones,

junto a tus altares, Señor del universo,

mi Rey y mi Dios. R.

 

¡Felices los que habitan en tu Casa

y te alaban sin cesar!

¡Felices los que encuentran su fuerza en ti!

Ellos avanzan con vigor siempre creciente. R.

 

Vale más un día en tus atrios

que mil en otra parte;

yo prefiero el umbral de la Casa de mi Dios

antes que vivir entre malvados. R.

 

 

 


 

   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Mateo

13, 47-53

 

Jesús dijo a la multitud: «El Reino de los Cielos se parece a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve.

Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?»

«Sí», le respondieron.

Entonces agregó: «Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo».

 

Palabra del Señor.

 


La sabiduría de saber sacar lo nuevo y lo antiguo

Las parábolas de Jesús siempre nos abren desde la vida a dar un paso más. Cuando el Señor quiere describirnos el Reino de Dios nos narra las parábolas. Tal vez por eso al releerlas siempre nos aportan nuevos elementos para a reflexión.

Podemos leer la parábola de la red desde nuestro proceso de vida. En esa red de la vida vamos recogiendo muchas experiencias diferentes. Vividas desde Dios nos pueden ayudar a madurar, creciendo en sabiduría y discernimiento. Para esto es necesario que nos tomemos el tiempo, como los pescadores de la parábola, para poder seleccionar lo que sirve de lo que hay que descartar.

Hay situaciones que en un primer momento las vivimos como algo negativo y sin embargo el paso del tiempo me ayuda a ver en esa realidad algo que nos invita a crecer. Normalmente las preguntas que recordamos de algún examen no son las que hemos respondido acertadamente sino aquellas que no supimos responder y nos motivaron a seguir buscando.  

Pidamos al Señor el don de la sabiduría para saber sacar lo nuevo y lo antiguo según sea oportuno.

Fray Edgardo César Quintana O.P.

Fray Edgardo César Quintana O.P.
Casa Stmo. Cristo de la Victoria (Vigo)


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