Lecturas de hoy




 Lectura de la profecía de Zacarías

8, 1-8

 

La palabra del Señor llegó en estos términos:

Así habla el Señor de los ejércitos:

Siento un gran celo por Sión

Y ardo de pasión por ella.

Así habla el Señor:

Yo he vuelto a Sión,

y habitaré en medio de Jerusalén.

Jerusalén será llamada "Ciudad de la Fidelidad",

y la montaña del Señor de los ejércitos, "Montaña Santa".

Así habla el Señor de los ejércitos:

Los ancianos y las ancianas se sentarán de nuevo

en las plazas de Jerusalén,

cada uno con su bastón en la mano,

a causa de sus muchos años.

Las plazas de la ciudad se llenarán

de niños y niñas, que jugarán en ellas.

 

Si esto parece imposible

a los ojos del resto de este pueblo,

¿será también imposible para mí?

-oráculo del Señor de los ejércitos-.

 

Así habla el Señor de los ejércitos:

Yo salvo a mi pueblo de los países del oriente,

y de los países donde se pone el sol.

Los haré volver y habitarán en medio de Jerusalén.

Ellos serán mi Pueblo, y Yo seré su Dios,

en la fidelidad y en la justicia.

 

Palabra de Dios.



El amor de Dios es para siempre. Él quiere siempre nuestro bien; más aun: Él quiere que lleguemos a nuestra plena madurez mediante nuestra fe y nuestra unión a Jesucristo, su Hijo. Y para guiar nuestros pasos por el camino del bien nos ha hablado por medio de su Espíritu y del ministerio de los Profetas (Cf. Zac. 7, 12)

Ojalá y escuchemos hoy su voz, y no endurezcamos ante Él nuestro corazón, pues a pesar de que muchas veces nos hemos alejado del Señor, Él siente un amor profundo por nosotros, y se consume de pasión por nosotros, amándonos hasta el extremo de entregar a su propio Hijo para el perdón de nuestros pecados, y para que podamos vivir eternamente unidos a Él, gozando de la Gloria que le corresponde a su Hijo unigénito.

Por eso hemos de cobrar ánimo, y hemos de comenzar la reconstrucción de nuestra vida, permitiendo que Dios lleve a feliz término su obra salvadora en nosotros, hasta llegar a convertirnos en ministros de su amor salvador para todos los pueblos, de todos los tiempos y lugares.

Roguémosle al Señor que sea Él quien nos quite nuestro corazón de piedra y nos dé un corazón de carne, capaz de amarlo a Él sobre todas las cosas, y de ser sensible ante las necesidades de nuestro prójimo para manifestarle, con obras, el amor que Dios nos tiene a todos. Entonces no sólo de palabra, sino con las obras y con la vida misma, seremos constructores, ya desde ahora, de su Reino entre nosotros.


 

 

SALMO RESPONSORIAL                                      101, 16-21. 29. 22-23

 

R.    ¡Reúnanse los pueblos y sirvan al Señor!

 

Las naciones temerán tu Nombre, Señor,

y los reyes de la tierra se rendirán ante tu gloria:

cuando el Señor reedifique a Sión

y aparezca glorioso en medio de ella;

cuando acepte la oración del desvalido

y no desprecie su plegaria. R.

 

Quede esto escrito para el tiempo futuro

y un pueblo renovado alabe al Señor:

porque Él se inclinó desde su alto Santuario

y miró a la tierra desde el cielo,

para escuchar el lamento de los cautivos

y librar a los condenados a muerte. R.

 

Los hijos de tus servidores tendrán una morada

y su descendencia estará segura ante ti,

para proclamar en Sión el Nombre del Señor

y su alabanza en Jerusalén,

cuando se reúnan los pueblos y los reinos,

y sirvan todos juntos al Señor. R.

.

 

 

 


 

   Lectura del santo Evangelio

según san Mateo

18, 1-5. 10

 

Los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: «¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?»

Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: «Les aseguro que si no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño será el más grande en el Reino de los Cielos. El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre me recibe a mí mismo.

Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial».

 

Palabra del Señor. 



“Ese es el más grande”



La iglesia celebra hoy la fiesta y el recuerdo de los ángeles custodios. He aquí lo que dice de ellos el Catecismo de la Iglesia Católica: “Desde la infancia a la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión. ‘Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida’ (S. Basileo)” (336).

Para hablarnos de los ángeles custodios, la liturgia ha escogido el pasaje evangélico donde los protagonistas principales son los niños, a los que cuidan sus ángeles. Y son los niños para responder a una pregunta clave en nuestra religión cristiana que le hacen sus discípulos a Jesús: “¿Quién es el más importante en el Reino de los cielos?” Son los niños. “El que se hace pequeño como este niño ese es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí”.

Seguro que Jesús no está pensando en ese rasgo de tipo egoísta de los niños que lo quieren todo para sí y que buscan ser el centro de los que le rodean. Seguro que, más bien, está aludiendo a esa cualidad bien positiva de los niños, que es su ingenuidad con la que aceptan todo lo que les dicen sus mayores. Debemos vivir siempre esa profunda ingenuidad con Jesús, el Hijo de Dios, para creernos y vivir todo lo que nos dice… que siempre será algo que nos lleve a la vida y vida en plenitud.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo
)

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