SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

 



Comenzamos el mes de noviembre con la fiesta de todos los santos. Pero, ¿es posible hablar de santidad en este siglo XXI? ¿A alguien le interesa ser santo hoy? En algunos sectores el lenguaje de la santidad sigue utilizándose y algunas personas se preocupan por ser santas. Pero no es la conversación más cotidiana, ni el interés de la mayoría. Eso sí, a la gente del S.XXI le interesa la felicidad, la busca y no deja de tener planes y proyectos, aunque abunden las dificultades. ¿Será que esta búsqueda de felicidad tiene algo que ver con la santidad o es totalmente ajena a ella?


Todos estamos llamados a ser santos, viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra”.

Francisco lo ha resumido con una de sus acertadas frases: los santos de la puerta de al lado. Dice: “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: en los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan por llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante”.

Ahora bien, si todos estamos llamados a la misma santidad, hay distintos caminos para llegar a ella y distintos modos de vivir en el seguimiento de Cristo. El Vaticano II caracteriza a la santidad como “perfección de la caridad”, a la que están llamados “todos los fieles, de cualquier estado o condición” (Lumen Gentium, 40). En la Iglesia hay “múltiples géneros de vida y ocupaciones” (Lumen Gentium, 41), muchas vocaciones, porque el Señor llama a seguirle de distintas maneras. Todas son igualmente buenas, porque todas están llamadas a la santidad. La vida consagrada, el sacerdocio, el matrimonio son dones de Dios. Todos igual de buenos, todos necesarios, aunque cada uno comporte distintas responsabilidades.

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