Lectura: Jeremías (31,31-34)


“Se acerca el tiempo, dice el Señor, en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No será como la alianza que hice con los padres de ustedes, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto. Ellos rompieron mi alianza y yo tuve que hacer un escarmiento con ellos. Esta será la alianza nueva que voy a hacer con la casa de Israel: voy a poner mi ley en lo más profundo de su mente y voy a grabarla en sus corazones.
Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Ya nadie tendrá que instruir a su prójimo ni a su hermano, diciéndole: ‘Conoce al Señor’, porque todos me van a conocer, desde el más pequeño hasta el mayor de todos, cuando yo les perdone sus culpas y olvide para siempre sus pecados”.
Palabra de Dios.



Es una llamada a la esperanza. Este texto viene a continuación de una llamada a la responsabilidad personal para poner de manifiesto que aunque cambien las cosas Dios mantendrá su promesa de salvación. La nueva Alianza no estará en ritos y ceremonias o sacrificios nuevos, sino en una “experiencia” nueva de Dios: más humana, más entrañable y misericordiosa que se sienta en el corazón y que se exprese en la praxis de la justicia y la fraternidad con los que han sido ignorados. Poner en el corazón. Tener corazón o no tenerlo, sabemos lo que significa a nivel popular; a nivel bíblico es como tener espíritu, alma o no tenerla. La ley, sin alma, esclaviza; con alma libera. El profeta está hablando, de una Alianza que estará plasmada en la experiencia más profunda y humana de Dios en cada uno de los suyos. Pidamos a Dios que escriba su ley en nuestros corazones, que nos dé un corazón y un espíritu bueno, para que podamos permanecer siempre fieles a esta nueva alianza.

P. Juan R. Celeiro

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