DOMINGO 20° DEL TIEMPO ORDINARIO




Lectura del libro de los Proverbios

9, 1-6

La sabiduría edificó su casa,
talló sus siete columnas,
inmoló sus víctimas, mezcló su vino,
y también preparó su mesa.
Ella envió a sus servidoras a proclamar
sobre los sitios más altos de la ciudad:
«El que sea incauto, que venga aquí».
y al falto de entendimiento, le dice:
«Vengan, coman de mi pan,
y beban del vino que yo mezclé.
Abandonen la ingenuidad, y vivirán,
y sigan derecho por el camino de la inteligencia».

Palabra de Dios.


La sabiduría es descrita con elementos positivos como el ser justo, actuar en consecuencia, un don que se adquiere y perfecciona en un contexto de vida. No es la persona que atesora muchos conocimientos intelectuales y por tanto es equiparable a un gran erudito en diversas artes y ciencias. La persona que porta sabiduría en la biblia es la que hace lo correcto, posee una disposición interior que se ve reflejada en las experiencias humanas, como una realización personal. Es quien posee grandes dotes en la relación con los demás, en definitiva es un saber vivir en todos los ámbitos de la vida humana. Se pueden tener conocimientos en diversas materias, pero deben estar en virtud de ponerlas en práctica en la vida cotidiana y sencilla. La prudencia, el saber estar, comportarse, hacer lo correcto son aspectos significativos de la sabiduría bíblica. Y se ponen de manifiesto en esta narración: simbolismos, imágenes, detalles... Intentan reflejar una perfección en todo lo que rodea al gran banquete. Los invitados tienen una gran relevancia, para el anfitrión que es quien convoca y prepara este convite.



SALMO RESPONSORIAL                                  33, 2-3. 10-15

R.    ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!

Bendeciré al Señor en todo tiempo,
su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloria en el Señor:
que lo oigan los humildes y se alegren. R.

Teman al Señor, todos sus santos,
porque nada faltará a los que lo temen.
Los ricos se empobrecen y sufren hambre,
pero los que buscan al Señor no carecen de nada. R.

Vengan, hijos, escuchen:
voy a enseñarles el temor del Señor.
¿Quién es el hombre que ama la vida
y desea gozar de días felices? R.

Guarda tu lengua del mal,
y tu lengua de palabras mentirosas.
Apártate del mal y practica el bien,
busca la paz y sigue tras ella. R.




Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Éfeso
5, 15-20

Hermanos:
Cuiden mucho su conducta y no procedan como necios, sino como personas sensatas que saben aprovechar bien el momento presente, porque estos tiempos son malos.
No sean irresponsables, sino traten de saber cuál es la voluntad del Señor.
No abusen del vino que lleva al libertinaje; mas bien, llénense del Espíritu Santo.
Cuando se reúnan, reciten salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y celebrando al Señor de todo corazón.
Siempre y por cualquier motivo, den gracias a Dios, nuestro Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.

Palabra de Dios.


  • Según Pablo, el Espíritu sella al cristiano, lo lleva, es el fundamento de nuestra creación, nos hace llamar a Dios “Abba”, nos introduce en el conocimiento íntimo de Dios. El constituye la rica gama de dones diversos repartidos entre las personas, nos hace plenamente libres, hace al cristiano hombre de una pieza. El Espíritu nos hará hombres “según Dios”: serenos en las adversidades, esperanzados siempre, como Cristo, ya que Dios nos renueva siempre en Cristo. El Espíritu que es Amor nos quiere trabajar el corazón de modo que amemos siempre, como Dios.








   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan
6, 51-59

Jesús dijo a los judíos:
«Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
El que coma de este pan vivirá eternamente,
y el pan que Yo daré
es mi carne para la Vida del mundo».
Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede damos a comer su carne?»
Jesús les respondió:

«Les aseguro
que si no comen la carne del Hijo del hombre
y no beben su sangre,
no tendrán Vida en ustedes.
El que come mi carne y bebe mi sangre
tiene Vida eterna,
y Yo lo resucitaré en el último día.
Porque mi carne es la verdadera comida
y mi sangre, la verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre
permanece en mí
y Yo en él.
Así como Yo,
que he sido enviado por el Padre que tiene Vida,
vivo por el Padre,
de la misma manera, el que me come
vivirá por mí.
Éste es el pan bajado del cielo;
no como el que comieron sus padres y murieron.
l que coma de este pan vivirá eternamente».

Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaúm.

Palabra del Señor.


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Insiste el Evangelio de San Juan en recordarnos la importancia de la fe. La fe no sólo nos conduce a la vida eterna, la fe nos da vida eterna ya, en esta tierra, en este momento, aunque sea de forma parcial.
            “Gracias Señor, por la vida, por la esperanza, por el amor”Nadie puede presumir de la fe frente a los demás. La fe es un regalo de Dios: “Nadie puede venir a mí, si el Padre no lo atrae”. Dios atrae a todos; en todos ha puesto la sed de la vida eterna, el hambre de su amistad. Pero podemos resistirnos a esta atracción. Podemos acallarla, podemos dejarla para mañana...
            “Señor, gracias por el don de la fe, por atraernos hacia Ti”
            “Muchos no reconocen tu llamada, no sienten tu atracción,
              enséñanos a ayudarles para que puedan disfrutar de tu vida”
            “Tú nos atraes hacia ti y nosotros no nos acercamos. Perdónanos”


Danos el agua que colma sin ahogar,
que limpia las entrañas
empapa el corazón,
y acuna en lo yermo la vida.

Danos tu pan, que sacia sin hartar
y restaura las fuerzas gastadas;
pan que alimenta la acogida,
el encuentro y la fiesta
al partirse en mesa de hermanos.

Danos tu espíritu que habla sin grito,
hace audaz al cobarde
y libera al cautivo
cuando inspira justicia, libertad, paz.

Danos tu verdad que seduce
sin trampa,
que hace sabio al pequeño
y hace sencillo al sabio,
al afirmar un amor invencible.

En agua, pan y amor inquieto,
en espíritu y verdad.
Tenemos sed de ti, Señor.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj

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