Lecturas del día



Lectura del libro del Eclesiastés
3, 1-11

Hay un momento para todo
y un tiempo para cada cosa bajo el sol:
un tiempo para nacer y un tiempo para morir,
un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado;
un tiempo para matar y un tiempo para sanar,
un tiempo para demoler y un tiempo para edificar;
un tiempo para llorar y un tiempo para reír,
un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar;
un tiempo para arrojar piedras y un tiempo para recogerlas,
un tiempo para abrazarse y un tiempo para separarse;
un tiempo para buscar y un tiempo para perder,
un tiempo para guardar y un tiempo para tirar;
un tiempo para rasgar y un tiempo para coser,
un tiempo para callar y un tiempo para hablar;
un tiempo para amar y un tiempo para odiar,
un tiempo de guerra y un tiempo de paz.

¿Qué provecho obtiene el trabajador con su esfuerzo?
Yo vi la tarea que Dios impuso a los hombres
para que se ocupen de ella.
Él hizo todas las cosas apropiadas a su tiempo,
pero también puso en el corazón del hombre
el sentido del tiempo pasado y futuro,
sin que el hombre pueda descubrir
la obra que hace Dios desde el principio hasta el fin.

Palabra de Dios.

“Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa”. Es la idea central. Enuncia muchas, casi todas, de las situaciones que vivimos los seres humanos. Desde el tiempo para nacer y el tiempo para morir, pasando por las diversas circunstancias en que se desarrolla nuestro nacimiento y nuestra muerte. Nosotros, los seguidores de Jesús, decimos que debemos encontrar tiempo para vivir todos los elementos de nuestra vida cristiana, porque realmente lo hay, pues el día tiene 24 horas. Con frecuencia, nos falta tiempo para realizar algunas de nuestras acciones cristianas. Lo nuestro es encontrar tiempo tanto para la oración como para la acción apostólica, tanto para el estudio y la reflexión como para la actividad, tiempo para dedicárselo a Dios y tiempo para dedicárselo a los hermanos y a uno mismo, tiempo para el trabajo y tiempo para el descanso… En el fondo, es un problema de integración. Integrar, es decir, colocar cada “pieza” cristiana en su lugar en torno a un eje integrador que no es otro que el seguimiento de Cristo. Dar el tiempo y la importancia a cada elemento cristiano para ser discípulos de Jesús, para vivir como él vivió.



SALMO RESPONSORIAL                                          143, 1a. 2-4

R.    ¡Bendito sea el Señor, mi Roca!

Bendito sea el Señor, mi Roca,
Él es mi bienhechor y mi fortaleza,
mi baluarte y mi libertador;
Él es el escudo con que me resguardo. R.

Señor, ¿qué es el hombre para que Tú lo cuides,
y el ser humano, para que pienses en él?
El hombre es semejante a un soplo,
y sus días son como una sombra fugaz. R.





    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
9, 18-22

Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con Él, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy Yo?»
Ellos le respondieron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado».
«Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy Yo?»
Pedro, tomando la palabra, respondió: «Tú eres el Mesías de Dios».
Y Él les ordenó terminantemente que no lo anunciaran a nadie, diciéndoles:
«El Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día».

Palabra del Señor.



¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 

Jesús, nuestro Maestro, nos pregunta: ¿quién decís que soy yo? ¿Sabes la respuesta? No tengas prisa en responder. No pienses solamente en lo que sabes, piensa en tu relación personal con él, piensa en cómo él influye en la vida de cada día. Cuando lo hayas pensado, dile la respuesta al Maestro.

¿Quién te gustaría que fuera Jesús en tu vida?

Jesús es el Mesías de Dios, pero no por eso va a evitar el trago amargo de la cruz. El camino del amor pasa antes de después por la estación dolorosa de la cruz. Jesús nos avisa. Pedimos fuerza para ser fieles en la dificultad.

Aunque cada uno tenemos que dar nuestra respuesta personal, quizá nos pueda servir esta oración:

Tú eres, Jesús, la brújula más precisa para encontrar la felicidad.
Tú eres, Jesús, el camino más recto para construir un mundo de hermanos.
Tú eres, Jesús, el amigo más fiel y el esposo más amoroso.
Tú eres, Jesús, el que viene cuando todos se van y el que se queda cuando todos se marchan.
Tú eres, Jesús, el que se enciende cuando todo se apaga, el único que nunca falla.
Tú eres, Jesús, el sol de mis días claros y la estrella de mis días oscuros.
Tú eres, Jesús, el Salvador de mis miedos, de mis pecados, de mis dudas.
Tú eres, Jesús, el cimento sobre el que construyo mi vida y la meta a la que me dirijo.
Tú eres, Jesús, la razón de mi alegría y el fundamento de mi esperanza.
Tú eres, Jesús, mi amor, mi paz, mi Dios, mi Señor.
Contigo iré, Jesús, si Tú me ayudas. Contigo tomaré la cruz que nos conduce a la Vida más grande.

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