Lecturas del día



Lectura del libro del Apocalipsis  11, 4-12

Yo, Juan, oí una voz que me decía: “Estos dos testigos son los dos olivos y los dos candelabros que están delante del Señor de la tierra. Si alguien quiere hacerles daño, saldrá un fuego de su boca que consumirá a sus enemigos: así perecerá el que se atreva a dañarlos. Ellos tienen el poder de cerrar el cielo para impedir que llueva durante los días de su misión profética; y también, tienen poder para cambiar las aguas en sangre y para herir la tierra con toda clase de plagas, todas las veces que quieran. Y cuando hayan acabado de dar testimonio, la Bestia que surge del Abismo les hará la guerra, los vencerá y los matará. Sus cadáveres yacerán en la plaza de la gran Ciudad -llamada simbólicamente Sodoma y también Egipto-, allí mismo donde el Señor fue crucificado. Estarán expuestos durante tres días y medio, a la vista de gente de todos los pueblos, familias, lenguas y naciones, y no se permitirá enterrarlos. Los habitantes de la tierra se alegrarán y harán fiesta, y se intercambiarán regalos, porque estos dos profetas los habían atormentado”. Pero después de estos tres días y medio, un soplo de vida de Dios entró en ellos y los hizo poner de pie, y un gran temor se apoderó de los espectadores. Entonces escucharon una voz potente que les decía desde el cielo: “Suban aquí”. Y ellos subieron al cielo en la nube, a la vista de sus enemigos.

Palabra de Dios.


Vemos como la lucha del bien y del mal, continúan. El mal quiere guerrear y destruir la comunidad de Cristo. Se nos habla de dos ungidos, con el símbolo de dos olivos presentes en todo momento ante el Señor de toda la Tierra, Zorobabel y el sumo sacerdote Josué. El Espíritu volverá a suscitar de nuevo a la profecía en medio de la Iglesia. Resurge y triunfa delante de todos, animados por la vida de Dios. Muchas veces puede parecer que el mal prevalece sobre el bien, pero eso es por poco tiempo, ya que el bien siempre tiene más fuerza porque va unido al amor, que es quien lo vence todo. Los enemigos de Jesús pasan, pero siempre Él continúa. Los imperios y todo tipo de ideologías hostiles se suceden, pero la Comunidad que sigue a Cristo está VIVA, animada por el Espíritu que no les deja. ¿Cuánto tiempo lleva la Iglesia luchando, trabajando para quitar el mal ya sea interno como externo? ¿Cuánto tiempo lleva sufriendo y muriendo por tanto dolor, injusticias...? Pero sigue resucitando ya que tenemos a nuestro hermano y guía Jesús, que sigue soportando en nuestros días persecuciones, maltratos, insultos…


Salmo     143, 1-2. 9-10


R. ¡Bendito sea el Señor, mi Roca!


Bendito sea el Señor, mi Roca, el que adiestra mis brazos para el combate y mis manos para la lucha. R.

Él es mi bienhechor y mi fortaleza, mi baluarte y mi libertador; él es el escudo con que me resguardo, y el que somete los pueblos a mis pies. R.

Dios mío, yo quiero cantarte un canto nuevo y tocar para ti con el arpa de diez cuerdas, porque tú das la victoria a los reyes y libras a David, tu servidor. R.



+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas  20, 27-40

Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: “Maestro, Moisés nos ha ordenado: ‘Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda’. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?”. Jesús les respondió: “En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que son juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección no se casan. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor ‘el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob’. Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él”. Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: “Maestro, has hablado bien”. Y ya no se atrevían a preguntarle nada.


Palabra del Señor.


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

 Los saduceos no creían en la resurrección y plantean a Jesús una pregunta, no para aclarar una duda, sino para ridiculizar a cuantos creían en la resurrección. A veces no nos conformamos con presentar nuestras ideas con sencillez y claridad, y menospreciamos a quienes tienen opiniones y creencias distintas a las nuestras.
     "Señor, hazme sencillo y humilde"
     "Ayúdame a respetar y a amar a los que no piensan como yo"

Jesús aprovecha hasta la mala intención de los saduceos para exponer su doctrina con paciencia: "No es Dios de muertos, sino de vivos". Nosotros creemos en la resurrección. Creemos que un día resucitaremos a una vida nueva de hijos de Dios en plenitud, de fraternidad perfecta. 

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