MIÉRCOLES DE CENIZA





Lectura de la profecía de Joel
2, 12-18

Ahora dice el Señor:
Vuelvan a mí de todo corazón,
con ayuno, llantos y lamentos.
Desgarren su corazón y no sus vestiduras,
y vuelvan al Señor, su Dios,
porque Él es bondadoso y compasivo,
lento para la ira y rico en amor,
y se arrepiente de sus amenazas.
¡Quién sabe si Él no se volverá atrás y se arrepentirá,
y dejará detrás de sí una bendición:
la ofrenda y la libación
para el Señor, su Dios!

¡Toquen la trompeta en Sión,
prescriban un ayuno,
convoquen a una reunión solemne,
reúnan al pueblo,
convoquen a la asamblea,
congreguen a los ancianos,
reúnan a los pequeños
y a los niños de pecho!
¡Que el recién casado salga de su alcoba
y la recién casada de su lecho nupcial!
Entre el vestíbulo y el altar
lloren los sacerdotes, los ministros del Señor,
y digan: «¡Perdona, Señor, a tu pueblo,
no entregues tu herencia al oprobio,
y que las naciones no se burlen de ella!
¿Por qué se ha de decir entre los pueblos:
Dónde está su Dios?»
El Señor se llenó de celos por su tierra
y se compadeció de su pueblo.

Palabra de Dios.


¿Qué es la cuaresma? Una llamada poderosa a volver al camino de la felicidad predicado por Jesús, del que, a veces, nos apartamos. Los seres humanos somos capaces de equivocarnos. Creer, por ejemplo, que la felicidad está por el camino contrario al vivido y predicado por Jesús. Una gran equivocación. Como le pasó al hijo pródigo, a Pedro, a los apóstoles que abandonaron a Jesús en su pasión y… a todos nosotros. La conversión a la que nos invita la cuaresma no es más que caer en la cuenta de nuestro error y volver a Cristo, a nuestro “amor primero”. La conversión no es caer en la tristeza y las caras demacradas, sino volver a las fuentes de alegría que nos indica Jesús, volver a la amistad con Jesús, con Dios nuestro Padre, que una y mil veces nos estrechará en sus anchos brazos y nos seguirá ofreciendo el banquete de su amor. Cuaresma es volver al camino trazado y vivido por Jesús, al mejor camino para conseguir la alegría y la felicidad. Esto es “desgarren su corazón y no sus vestiduras”.



SALMO RESPONSORIAL                                          50, 3-6a. 12-14. 17

R.    ¡Ten piedad, Señor; porque hemos pecado!

¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad,
por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa
y purifícame de mi pecado!  R.

Porque yo reconozco mis faltas
y mi pecado está siempre ante mí.
Contra ti, contra ti solo pequé
e hice lo que es malo a tus ojos.  R.

Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,
y renueva la firmeza de mi espíritu.
No me arrojes lejos de tu presencia
ni retires de mí tu santo espíritu.  R.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
que tu espíritu generoso me sostenga.
Abre mis labios, Señor,
y mi boca proclamará tu alabanza.  R.


Déjense reconciliar con Dios. Éste es el tiempo favorable

Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Corinto
5, 206, 2

Hermanos:
Nosotros somos embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro. Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: déjense reconciliar con Dios. A Aquél que no conoció el pecado, Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro, a fin de que nosotros seamos justificados por Él.
Y porque somos sus colaboradores, los exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios. Porque Él nos dice en la Escritura: "En el momento favorable te escuché, y en el día de la salvación te socorrí". Éste es el tiempo favorable, éste es el día de la salvación.

Palabra de Dios.



También san Pablo, en la segunda lectura, nos invita a la conversión. Pero esta llamada de san Pablo es más sugestiva, más cariñosa. Pablo se presenta como enviado de Cristo, de modo que sus palabras son como una exhortación del mismo Dios. Por eso se atreve a hablar en nombre del mismo Cristo cuando exhorta a sus lectores a que se reconcilien con Dios. No podemos estar enemistados con Dios, pues Él mismo nos ofrece la reconciliación a través de Cristo. Invita san Pablo a no echar en saco roto esta gracia abundante que Dios nos da. La Cuaresma que hoy iniciamos es el tiempo favorable. No debemos dejar perder la oportunidad que Dios nos ofrece en este tiempo precioso de conversión. Dios desea derramar sobre nosotros su gracia. Pero para ello hemos de estar atentos y vivir esta Cuaresma como un tiempo único, una oportunidad preciosa para volver de nuevo al Señor.


Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará


 Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo
6, 1-6. 16-18

Jesús dijo a sus discípulos:
Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre de ustedes que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres noten que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Palabra del Señor.


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

La Palabra de Dios en el comienzo de la Cuaresma nos propone la línea para un programa de conversión, de superación de nuestra mediocridad, de acercamiento a Dios y a las demás personas.

Jesús no nos anima a hacer cosas nuevas o extrañas, sobre todo, nos invita a purificar nuestras intenciones, nuestros objetivos: hacer las cosas, no para sentirnos mejor, ni para que los demás nos aplaudan, sino para que nos vea nuestro Padre que está en lo escondido.

Como siempre, y como hacen creyentes de todas las religiones y seguidores de muchas filosofías, Jesús nos invita a:
- Compartir con los demás lo que somos y tenemos (Limosna).
- Estar en contacto con el que nos alimenta y nos da vida (Oración)
- Privarnos de lo que no es imprescindible (Ayuno), para poder compartir con los demás y para que en nuestro corazón tenga sitio el único que es necesario: Dios.

Limosna, oración y ayuno. Para que podamos aprovechar bien este tiempo de Cuaresma, para no dejar caer en saco roto la gracia que Dios desborda en nosotros durante este tiempo, la Iglesia nos ofrece tres medios de los que ya habla Jesús en el Evangelio que escuchamos hoy. La limosna, la oración y el ayuno, cuando los vivimos debidamente, son instrumentos que nos ayudan a acercarnos más a Dios, a vaciarnos un poco de nosotros mismos para que podamos escucharle a Él, para que podamos estar cerca de Él. La limosna, que no es sólo dar a un pobre algo de dinero que nos sobra, sino que es dar de lo nuestro, darnos a nosotros mismos, nos ayuda a desprendernos de tantas cosas que obstaculizan nuestro comino hacia Dios. La oración, que no es sólo repetir unas frases que nos hemos aprendido de memoria, sino que es el trato frecuente de amistad con el Señor, escucharle y hablar con Él, nos ayuda a abrir nuestros oídos a la Palabra, conocer más de cerca el Misterio de Dios, entrar en diálogo con el Señor. Y finalmente el ayuno, que no es sólo comer menos, como si se tratase de una dieta para adelgazar, sino que es privarnos de tantas cosas que nos distraen, nos ayuda a buscar sólo lo que es necesario, es decir, nos ayuda a poner nuestra total confianza sólo en Dios. Estos medios, vividos no por sentirnos bien con nosotros mismos ni para que los demás nos aplaudan, sino vividos en el silencio donde sólo Dios nuestro Padre nos ve, nos acercarán más al Señor y nos devolverán la amistad con Él que hemos perdido a causa de nuestro pecado. Y así, como dice el Papa Francisco en el mensaje para la Cuaresma de este años, podremos volver a encontrar la alegría del proyecto que Dios ha puesto en la creación y en nuestro corazón, es decir amarle, amar a nuestros hermanos y al mundo entero, y encontrar en este amor la verdadera felicidad.




Comentarios

Entradas populares de este blog

LA NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA Fiesta

Feliz Aniversario sacerdotal