SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARIA






Una mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies

Lectura del libro del Apocalipsis
11, 19a; 12, 1-6a. 10ab

Se abrió el Templo de Dios que está en el cielo y quedó a la vista el Arca de la Alianza.
Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.
Estaba embarazada y gritaba de dolor porque iba a dar a luz.
Y apareció en el cielo otro signo: un enorme Dragón rojo como el fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y en cada cabeza tenía una diadema. Su cola arrastraba una tercera parte de las estrellas del cielo, y las precipitó sobre la tierra. El Dragón se puso delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera.
La Mujer tuvo un hijo varón que debía regir a todas las naciones con un cetro de hierro. Pero el hijo fue elevado hasta Dios y hasta su trono, y la Mujer huyó al desierto, donde Dios le había preparado un refugio.

Y escuché una voz potente que resonó en el cielo:
«Ya llegó la salvación,
el poder y el Reino de nuestro Dios
y la soberanía de su Mesías».

Palabra de Dios.


Se ha visto en la "mujer revestida de sol y coronada de estrellas" una figura de María. Aparece resplandeciente de gloria en el cielo. Esta presentación ha contribuido, a la exaltación que la figura de María ha recibido en la devoción del pueblo cristiano. Corresponde al puesto que ocupa junto a Jesucristo, su Hijo, en el conjunto de nuestra fe. Esa figura luminosa aparece asociada a un símbolo muy vinculado a Israel: el Arca de la Alianza. Es como si quisiera mostrarnos la vinculación que existe entre la alianza con Dios y la gloria en la que se consumará más allá de la historia. La misma Virgen ha sido frecuentemente evocada mediante este símbolo. Podemos también hacer referencia de que vivir a fondo la alianza con Dios, y María la vivió como nadie, personalmente y en el seno de la Iglesia naciente, es la mejor garantía para alcanzar la gloria futura. La mujer va a dar a luz un niño. María es inconcebible sin la referencia a su Hijo y a los demás hijos -nosotros- que le fuimos confiados por él desde la cruz. Sobre ellos se cierne la amenaza del dragón, que es figura del mal. Una amenaza que no llega a consumarse, porque sobre ella se impone "la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios, y la soberanía de su Mesías".


SALMO RESPONSORIAL                                        44, 10b-12. 15b-16

R.   ¡De pie a tu derecha está la Reina, Señor!

Una hija de reyes está de pie a tu derecha:
es la reina, adornada con tus joyas y con oro de Ofir.  R.

¡Escucha, hija mía, mira y presta atención!
Olvida tu pueblo y tu casa paterna,
y el rey se prendará de tu hermosura.
Él es tu señor: inclínate ante él.  R.

Las vírgenes van detrás, sus compañeras la guían,
con gozo y alegría entran al palacio real.  R.


Cristo, el primero de todos,
luego, aquéllos que estén unidos a Él

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Corinto
15, 20-27a

Hermanos:
Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección.
En efecto, así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo, cada uno según el orden que le corresponde: Cristo, el primero de todos; luego, aquéllos que estén unidos a Él en el momento de su Venida.
En seguida vendrá el fin, cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre, después de haber aniquilado todo Principado, Dominio y Poder. Porque es necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos los enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será vencido es la muerte, ya que Dios "todo lo sometió bajo sus pies".

Palabra de Dios.


Pablo, en un primer momento, como sabemos, estaba convencido de que Cristo iba a volver de un momento a otro e iba a inaugurar un reino nuevo y eterno donde Dios estaría todo en todos, después de haber aniquilado todo principado, poder y fuerza. En este contexto hemos de leer este texto, en el que se nos dice que Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. En el nuevo reino de Dios ya no habrá llanto ni dolor, porque todo será vida y gracia, justicia, santidad y amor. Este nuevo reino de Dios todavía no se ha hecho realidad en este mundo; de nosotros depende el que caminemos hacia él, con más rapidez o más lentitud. Los cristianos estamos llamados a trabajar con Cristo, por él y en él, para que el verdadero reino de Dios pueda ser realidad cuanto antes entre nosotros. María, la virgen asunta al cielo, es hoy nuestro mejor ejemplo.



Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
       según san Lucas
1, 39-56

Durante su embarazo, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo exclamó:
«¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor»
María dijo entonces:
«Mi alma canta la grandeza del Señor,
      y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
      porque Él miró con bondad la pequeñez de su servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,
      porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
      ¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación
      sobre aquéllos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo,
      dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono
      y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos
      y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor,
      acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
      en favor de Abraham y de su descendencia para siempre».
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

Palabra del Señor. 


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Cuando María dice: “Me felicitarán todas las generaciones, porque el poderoso ha hecho obras grandes por mí”, no sospecha ni siquiera remotamente todas las maravillas que Dios haría con ella. Hoy celebramos una de esas maravillas: la asunción: Dios sube a María al cielo en carne y alma.
Damos gracias a Dios por las maravillas que Dios ha hecho en la Virgen María y por las que hace y seguirá haciendo en nuestras vidas.

La Asunción de María es motivo de esperanza para todos los creyentes. Ella fue la primera criatura humana que disfrutó plenamente de la resurrección de su Hijo. También nosotros estamos llamados a gozar con ella de la alegría que no se acaba.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices? ¿Qué dices a María?

Podemos rezar a María con el Ave María, la oración que compusieron el ángel Gabriel y Santa Isabel. Y dirigirnos a Dios las palabras de María: Proclama mi alma...”

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