DOMINGO 22° DEL TIEMPO ORDINARIO







Lectura del libro del Eclesiástico
3, 17-18. 20. 28-29

Hijo mío, realiza tus obras con modestia
      y serás amado por los que agradan a Dios.
Cuanto más grande seas, más humilde debes ser,
      y así obtendrás el favor del Señor,
porque el poder del Señor es grande
      y Él es glorificado por los humildes.

No hay remedio para el mal del orgulloso,
      porque una planta maligna ha echado raíces en él.
El corazón inteligente medita los proverbios
      y el sabio desea tener un oído atento.

Palabra de Dios.


Palabras llenas de ciencia, fórmulas cargadas de sabiduría. Se aconseja la humildad. Si en la vida se procede humildemente seremos queridos por todos, se nos estimará más que al hombre generoso. Y es cierto. La persona que es humilde, sinceramente humilde, es sencilla, afable. Por su trato se da a querer... Ser humilde, ser sencillo. Olvidarse de sí mismo, estar contento con lo poco o lo mucho que la vida trae consigo. Ser consciente de la propia limitación, atribuir a Dios todo lo bueno que se pueda tener o que se pueda ser. No considerarse más que los demás, tratar a todos con la misma sonrisa, sin mirar a nadie por encima del hombro... El hombre humilde no tiene complejos, no teme quedar mal; no le importa que noten sus limitaciones. El humilde es por eso un hombre realmente libre. La fuerza de atracción de la humildad es tan grande, que ni Dios se resiste a ella. Sí, el Señor también se siente atraído por el que es humilde.


SALMO RESPONSORIAL                                                    67, 4-5a. c. 6- 7b. 10-11

R.    ¡Señor, Tú eres bueno con los pobres!

Los justos se regocijan,
gritan de gozo delante del Señor y se llenan de alegría.
¡Canten al Señor, entonen un himno a su Nombre!
Su Nombre es «el Señor».  R.

El Señor en su santa Morada
es padre de los huérfanos y defensor de las viudas:
Él instala en un hogar a los solitarios
y hace salir con felicidad a los cautivos.  R.

Tú derramaste una lluvia generosa, Señor:
tu herencia estaba exhausta y Tú la reconfortaste;
allí se estableció tu familia,
y Tú, Señor, la afianzarás
      por tu bondad para con el pobre.  R.





Lectura de la carta a los Hebreos
12, 18-19. 22-24

Hermanos:
Ustedes no se han acercado a algo tangible: «fuego ardiente, oscuridad, tinieblas, tempestad, sonido de trompeta, y un estruendo tal de palabras», que aquéllos que lo escuchaban no quisieron que se les siguiera hablando.
Ustedes, en cambio, se han acercado a la montaña de Sión, a la Ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, a una multitud de ángeles, a una fiesta solemne, a la asamblea de los primogénitos cuyos nombres están escritos en el cielo. Se han acercado a Dios, que es el Juez del universo, y a los espíritus de los justos que ya han llegado a la perfección, a Jesús, el mediador de la Nueva Alianza y a la sangre purificadora que habla más elocuentemente que la de Abel.

Palabra de Dios.

 El autor de la carta a los Hebreos contrapone las dos alianzas, la del Sinaí y la de Cristo. La alianza del monte Sinaí, cuyo mediador fue Moisés, estuvo acompañada de truenos y seísmos, en cambio la segunda alianza, cuyo mediador fue Cristo, nos produce paz y amor. Los cristianos somos hijos de la alianza en Cristo, alianza nueva y eterna, como decimos todos los días en las palabras de la consagración. Agradezcamos a Cristo el habernos rescatado del pecado mediante esta nueva y eterna alianza, que llevó a cabo Jesucristo con su vida, muerte y resurrección.



    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
14, 1. 7-14

Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola:
«Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: "Déjale el sitio", y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar.
Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: "Amigo, acércate más", y así quedarás bien delante de todos los invitados. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado».
Después dijo al que lo había invitado: «Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa.
Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos.
¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!»

Palabra del Señor.


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 

“No te sientes en el puesto principal”. Jesús no nos da una clase de protocolo ni de estrategia para conseguir el puesto de mayor honor sin que se note nuestra pretensión.

El Evangelio nos pide que profundicemos en nuestras actitudes más profundos y que contemplemos a Jesús, que siendo rico se hizo pobre, siendo el primero se hizo el último, para levantar a los últimos.
¿Cuáles son nuestras aspiraciones?
¿En lo más alto de nuestra escala de valores esta el servicio o el poder?
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

“Invita a los pobres, lisiados, rengos y ciegos, que no podrán pagarte”. El Padre invita a todos a su Reino y especialmente a aquellos que más pequeños. Damos gracias al Padre que nos ha invitado sabiendo que no le podemos pagar con nada.

¿Cuál es nuestra actitud? ¿Con quiénes nos relacionamos más? ¿A quiénes nos acercamos? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Dentro de mí luchan fuerte dos corrientes:
Una quiere que le haga holgado hueco,
que trabe amistad con los de siempre
y me arrime a los que triunfan y tienen,
que me monte en la cresta de la ola
y suba con su espuma.
La otra, que sea hueco
– casa, choza, techo, refugio –
lleno de espíritu, brisa y ternura
para los que nada tienen.

Dentro de mi luchan fuerte dos opciones:
Una piensa en aprovecharse,
en sacar partido y beneficio
a todo y todos los que se cruzan en mi camino;
en quedarse, como siempre, en su puesto y centro
recogiendo aplausos y elogios.
La otra, en salir a la periferia
a estar con los que son despojo;
en convidar y compartir
sin esperar recompensa.

Dentro de mi luchan fuerte dos voluntades:
Una opina que es necesario pisar fuerte,
que hay que medrar y alzarse como sea,
que los otros siempre son rivales,
que codazos, zancadillas y empujones
son cosas bien naturales y valen
para labrarse placas e imágenes.
La otra, que hay que anonadarse,
vaciarse y abajarse hasta tocar lo intocable,
porque muchos no pueden levantarse.

Dentro de mi luchan fuerte dos pasiones:
Una busca lucrarse y aprovecharse
entre tráfico de influencias
y privilegiadas informaciones,
favoritismos, enchufes, prebendas;
que todos aporten para mantener llena
cartera, bolsa, cuenta y maleta.
La otra sueña en alegrar y saciar a los nadies
y en vivir feliz aunque te despierten,
te pidan , te quiten y no te paguen.

Dentro de mí luchan fuerte mis quereres.
Y todavía no he organizado ese banquete,
tu banquete,
mi banquete,
nuestro banquete...
gratis.

Florentino Ulibarri


El que se humilla, será enaltecido… Jesús es el humillado enaltecido. Y nosotros, ¿nos humillamos con él y como él?

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