Lecturas del día




Lectura del libro de la Sabiduría
6, 1-11
¡Escuchen, reyes, y comprendan!
¡Aprendan, jueces de los confines de la tierra!
¡Presten atención, los que dominan multitudes
y están orgullosos de esa muchedumbre de naciones!
Porque el Señor les ha dado el dominio,
y el poder lo han recibido del Altísimo:
Él examinará las obras de ustedes y juzgará sus designios.

Ya que ustedes, siendo ministros de su reino,
no han gobernado con rectitud
ni han respetado la Ley
ni han obrado según la voluntad de Dios,
Él caerá sobre ustedes en forma terrible y repentina,
ya que un juicio inexorable espera a los que están arriba.

Al pequeño, por piedad, se le perdona,
pero los poderosos serán examinados con rigor.
Porque el Señor de todos no retrocede ante nadie,
ni lo intimida la grandeza:
Él hizo al pequeño y al grande,
y cuida de todos por igual,
pero los poderosos serán severamente examinados.

A ustedes, soberanos, se dirigen mis palabras,
para que aprendan la Sabiduría y no incurran en falta;
porque los que observen santamente las leyes santas
serán reconocidos como santos,
y los que se dejen instruir por ellas
también en ellas encontrarán su defensa.
Deseen, entonces, mis palabras;
búsquenlas ardientemente, y serán instruidos.

Palabra de Dios.


El Libro de la Sabiduría va dirigido sobre todo a los gobernantes. Son los que más necesitan sabiduría para tomar decisiones justas. Se les dan unas advertencias muy claras y se les señala que el juicio sobre su actuación será más exigente que para los demás. También en el ambiente de una familia, de una comunidad o de la Iglesia, el que tiene autoridad debe recordar que se juzgarán sus acciones con mayor rigor y que la autoridad que poseen les viene de Dios. ¡Señor danos la gracia necesaria para ejercer nuestra autoridad de padres, de docentes, de gobernantes, de pastores como un servicio!


SALMO RESPONSORIAL                             81, 3-4. 6-7

R.    ¡Levántate, Señor, y juzga a la tierra!

¡Defiendan al desvalido y al huérfano,
hagan justicia al oprimido y al pobre;
libren al débil y al indigente,
rescátenlos del poder de los impíos! R.

Yo había pensado: «Ustedes son dioses,
todos son hijos del Altísimo».
Pero morirán como cualquier hombre,
caerán como cualquiera de los príncipes. R.




   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
17, 11-19

Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!»
Al verlos, Jesús les dijo: «Vayan a presentarse a los sacerdotes». Y en el camino quedaron purificados.
Uno de ellos, al comprobar que estaba sano, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.
Jesús le dijo entonces: «¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?» y agregó: «Levántate y vete, tu fe te ha salvado».

Palabra del Señor.


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

"Jesús, maestro, ten compasión de nosotros". Con estas pocas palabras aquellos leprosos están expresando mucho. Por un lado reconocen su necesidad, su pobreza... Por otro ponen en evidencia su confianza en Jesús. Podemos repetir estas mismas palabras con humildad y con fe. 

 Jesús cura. Nos devuelve la salud a veces "de golpe"; en otras ocasiones -las más- lentamente. A nosotros nos gustaría que nos curara de un día para otro, sin embargo, normalmente, Dios elige tiempos más largos... y más fecundos. Dios nos cura desde la oración de cada día, desde las personas que nos quieren, desde el encuentro con él en los sacramentos, desde la lectura de su Palabra.
¿Me he sentido curado alguna vez por Jesús? ¿de rencor, de envidia, de pesimismo, de avaricia, de ...? Doy gracias. 
¿Me dejo curar por Jesús? ¿pongo los medios? A veces no. Pido perdón y fuerza para dejarme curar.

 Sólo uno volvió para dar gracias. Que importante es dar gracias. Para dar gracias tenemos que tener los ojos abiertos y descubrir todo lo bueno que cada día recibimos de Dios, de los hermanos. Dando gracias nuestras heridas cicatrizan mejor y el corazón del que nos ayudo se llena de alegría. No es por casualidad que el sacramento más importante de la vida cristiana sea la Eucaristía (=acción de gracias).
     "Gracias Señor por ... ... ...

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