Liturgia - Lecturas del día




Lectura del libro de Isaías
35, 1-10

¡Regocíjense el desierto y la tierra reseca,
alégrese y florezca la estepa! ¡
Sí, florezca como el narciso,
que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo!
Le ha sido dada la gloria del Líbano,
el esplendor del Carmelo y del Sarón.
Ellos verán la gloria del Señor,
el esplendor de nuestro Dios.
Fortalezcan los brazos débiles,
robustezcan las rodillas vacilantes;
digan a los que están desalentados:
«¡ Sean fuertes, no teman:
ahí está su Dios!
Llega la venganza, la represalia de Dios:
Él mismo viene a salvarlos».
Entonces se abrirán los ojos de los ciegos
y se destaparán los oídos de los sordos,
entonces el tullido saltará como un ciervo
y la lengua de los mudos gritará de júbilo.
Porque brotarán aguas en el desierto
y torrentes en la estepa;
el páramo se convertirá en un estanque
y la tierra sedienta en manantiales;
la morada donde se recostaban los chacales
será un paraje de cañas y papiros.
Allí habrá una senda y un camino
que se llamará "Camino santo".
No lo recorrerá ningún impuro
ni los necios vagarán por él;
no habrá allí ningún león
ni penetrarán en él las fieras salvajes.
Por allí caminarán los redimidos,
volverán los rescatados por el Señor;
y entrarán en Sión con gritos de júbilo,
coronados de una alegría perpetua:
los acompañarán el gozo y la alegría,
la tristeza y los gemidos se alejarán.

Palabra de Dios.


El regreso a Jerusalén se describe no sólo como un retorno, sino como una renovación total, hasta de la misma naturaleza; como un cambio radical de las personas pues hasta el enfermo sana y el carente de ánimo recobra vigor. También como una integral salvación: el pecado será excluido de la geografía salvada. Hermosas palabras que no solo tienen el color y el sabor del adviento, sino que también prefiguran la mejor morada de Dios entre los hombres, a Jesús, que perdona el pecado y sana nuestras dolencias. Al volver, vuelven cantando pues regresan del destierro a través del desierto y se encaminan a Sión, a la morada compartida del pueblo elegido y de Dios. Viven gozosos la esperanza, por eso no ha lugar al temor, sí a la fuerza que viene de Dios.


SALMO RESPONSORIAL                               84, 9ab. 10-14

R.    Nuestro Dios viene a salvarnos.

Voy a proclamar lo que dice el Señor:
el Señor promete la paz para su pueblo y sus amigos.
Su salvación está muy cerca de sus fieles,
y la Gloria habitará en nuestra tierra. R.

El Amor y la Verdad se encontrarán,
la Justicia y la Paz se abrazarán;
la Verdad brotará de la tierra
y la Justicia mirará desde el cielo. R.

El mismo Señor nos dará sus bienes
y nuestra tierra producirá sus frutos.
La Justicia irá delante de Él,
y la Paz, sobre la huella de sus pasos. R.





    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
5, 17-26

Un día, mientras Jesús enseñaba, había entre los presentes algunos fariseos y doctores de la Ley, llegados de todas las regiones de Galilea, de Judea y de Jerusalén. La fuerza del Señor le daba poder para sanar. Llegaron entonces unas personas trayendo a un paralítico sobre una camilla y buscaban el modo de entrar, para ponerlo delante de Jesús. Como no sabían por dónde introducirlo a causa de la multitud, subieron a la terraza y, desde el techo, lo bajaron por entre las tejas con su camilla en medio de la concurrencia y lo pusieron delante de Jesús.
Al ver la fe de ellos, Jesús le dijo: «Hombre, tus pecados te son perdonados».
Los escribas y los fariseos comenzaron a preguntarse: «¿Quién es éste que blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?» Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: «¿Qué es lo que están pensando? ¿Qué es más fácil decir: "Tus pecados están perdonados", o "Levántate y camina"? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- a ti te digo, levántate, toma tu camilla y vuelve a tu casa».
Inmediatamente se levantó a la vista de todos, tomó su camilla y se fue a su casa alabando a Dios. Todos quedaron llenos de asombro y glorificaban a Dios, diciendo con gran temor: «Hoy hemos visto cosas maravillosas».

Palabra del Señor.


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Un día esta Jesús enseñando... Y el poder del Señor lo impulsaba a curar. En pocas palabras el Evangelio resume la actividad de Jesús: enseñar y curar, anunciar las maravillas de Dios con la palabra y con el compromiso. Los cristianos estamos llamados a hacer lo mismo: hablar del amor que Dios nos tiene y curar a las personas las heridas que produce el egoísmo, la desesperanza, la soledad, la falta de sentido de la vida...
            “Señor gracias por las personas que enseñan y curan en tu nombre”
            “Que el poder de tu Espíritu me acompañe para hacer lo mismo”
            “Perdona mi fatal de testimonio cristiano”

No hay enfermedad más traicionera que el pecado. Al principio te hace creer que estás mejor que nunca, pero poco a poco te va postrando, quita la libertad, aleja de los labios la sonrisa, roba del corazón el amor, te vuelve insensible para sentir la presencia de Dios... Por eso, Jesús, lo primero que hace es perdonar los pecados.
     "Señor, concédeme conocer la peligrosidad del pecado"
     "Perdona, Señor, los pecados que me alejan de ti"
     "Hazme gustar tu misericordia en el sacramento de la Reconciliación"
Levántate y anda, cuando no encuentres horizonte,
porque siempre hay un camino que recorrer,
y no hay razón para dejar de intentarlo.

Levántate y anda, aunque te rodeen las sombras.
La luz se abre paso por resquicios insospechados,
y al iluminar la realidad la llena de posibilidades.

Levántate y anda, aunque te opriman las vendas.
Puedes quitarte muchos estorbos que te impiden avanzar,
y avanzarás más liviano, más libre, más alegre.

Levántate y anda, aunque te sientas sin fuerzas.
Es Dios el que te impulsa, quien te lleva de la mano,
quien te llena de espíritu.

Deja atrás las sombras y tumbas, los silencios y miedos,
las parálisis y vendas que te aíslan y entristecen.
Deja atrás las pequeñas muertes que adulteran la vida.

Vamos, levántate y anda.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj

 


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