Lecturas del día



Lectura del libro del Eclesiástico
47, 2-11

Como se aparta la grasa del sacrificio de comunión,
así fue elegido David entre los israelitas.
Él jugó con leones como si fueran cabritos
y con osos como si fueran corderos.
¿Acaso, siendo joven, no mató a un gigante
y extirpó el oprobio del pueblo,
cuando lanzó una piedra con la honda
y abatió la arrogancia de Goliat?
Porque él invocó al Señor, el Altísimo,
que fortaleció su brazo
para exterminar a un guerrero poderoso
y mantener erguida la frente de su pueblo.
Por eso, lo glorificaron por los diez mil,
y lo alabaron por las bendiciones del Señor,
ofreciéndole una diadema de gloria.
Porque él destruyó a los enemigos de alrededor
y aniquiló a sus adversarios, los filisteos,
quebrando su poderío hasta el día de hoy.
En todas sus obras rindió homenaje
al Santo Altísimo, con palabras de gloria;
cantó himnos de todo corazón,
mostrando su amor por su Creador.
Estableció cantores delante del altar,
para que entonaran cantos melodiosos;
dio esplendor a las fiestas,
y ordenó perfectamente las solemnidades,
haciendo que se alabara el santo Nombre del Señor
y que resonara el Santuario desde el alba.
El Señor borró sus pecados
y exaltó su poderío para siempre,
le otorgó una alianza real
y un trono de gloria en Israel.

Palabra de Dios.


Canto de alabanza a la figura de David. Resume lo que representa David para la historia de Israel, y para nosotros, que somos sus herederos. Se resalta sobre todo lo litúrgico y cultural que realizó David en su papel sacerdotal al frente del pueblo: daba gracias y alababa a Dios, entonaba salmos cada día, compuso música para el culto e introdujo instrumentos, celebró solemnes fiestas, ordenó el ciclo del año litúrgico. Política y socialmente fue decisiva su obra, y también en cuanto a la vida religiosa de su pueblo. Podemos espejarnos en él, salvadas las diferencias históricas y sociales. Ojalá, en conjunto, se pueda resumir nuestra vida diciendo que, a pesar de nuestras debilidades y caídas, hemos tenido buena voluntad, hemos amado a Dios, le hemos cantado y celebrado, hemos confiado en él y hemos hecho el bien a nuestro alrededor, perdonando cuando había que perdonar. 



SALMO RESPONSORIAL                       17, 31. 47. 50. 51

R.    ¡Te alabaré entre las naciones, Señor!

El camino de Dios es perfecto,
la promesa del Señor es digna de confianza.
El Señor es un escudo
para los que se refugian en Él. R.

¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca!
¡Glorificado sea el Dios de mi salvación!
Por eso te alabaré entre las naciones
y cantaré, Señor, en honor de tu Nombre. R.

Él concede grandes victorias a su rey
y trata con fidelidad a su Ungido,
a David y a su descendencia
para siempre. R.





    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Marcos

6, 14-29

El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos». Otros afirmaban: «Es Elías». Y otros: «Es un profeta como los antiguos». Pero Herodes, al oír todo esto, decía: «Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado».
Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te es lícito tener a la mujer de tu hermano». Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía, quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.
Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea. Su hija, también llamada Herodías, salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras y te lo daré». Y le aseguró bajo juramento: «Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino». Ella fue a preguntar a su madre: «¿Qué debo pedirle?» «La cabeza de Juan el Bautista», respondió ésta.
La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: «Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista».
El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y ésta se la dio a su madre.
Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.

Palabra del Señor.


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Podemos poner a Herodes como un caso adelantado del juego de lo "políticamente correcto". Tenía que quedar bien. Había dado una absurda palabra en público. No quiso desairar a su corte. Y acabó haciendo algo que, en el fondo, no quería. !Qué triste vivir en desacuerdo con uno mismo!

Como contrapunto, Juan. Intento regir su vida desde la verdad. Hay una verdad de las cosas y una verdad sobre cada uno de nosotros. En lo profundo del corazón conocemos qué podemos ser, qué nos pide Dios, cuáles son las cosas por la que debemos luchar... incluso hasta poner en juego prestigio, tiempo, reputación, algo de dinero o... la vida?

Señor, enséñanos a encajar la cruz de cada día;
la cruz que exige el amor a los que más sufren y a todas las personas;
la cruz que conlleva la lucha por la verdad, por la justicia, por la paz;
la cruz que nos viene cuando somos fieles a Ti y a tu Evangelio.

Estas cruces nos resultan pesadas, Señor,
pero sufrimos más cuando nos encerramos en nosotros mismos,
cuando somos testarudos, egoístas
y nos dejamos llevar por la envidia o el rencor.

Señor, danos sabiduría para tener siempre presente
que la cruz por amor merece la pena,
nos hace más humanos, nos acerca a Ti
y da vida a cuantos nos rodean.

En cambio, el sufrimiento que nos trae el pecado
es más grande y enteramente inútil.
Señor, enséñame a sufrir como tú y contigo.
.

Este evangelio nos enfrenta ante la coherencia de nuestras opciones, ante el valor con que defendemos la verdad, ante el testimonio que damos frente a los amigos y ante la denuncia que nos pide Jesús para desenmascarar la hipocresía de una sociedad de la imagen y la competencia. Que este evangelio nos despierte.

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