Liturgia - Lecturas del día




 La Santísima Virgen María, Reina    (MEMORIA)

 


Lectura de la profecía de Ezequiel

43, 1-7a

 

La mano del Señor descendió sobre mí, y me llevó a Jerusalén. Y vi a un hombre que por su aspecto parecía de bronce. Él me llevó hacia la puerta del Templo que miraba al oriente, y yo vi que la gloria del Dios de Israel venía desde el oriente, con un ruido semejante al de las aguas caudalosas, y la tierra se iluminó con su Gloria. Esta visión era como la que yo había visto cuando el Señor vino a destruir la ciudad, y como la que había visto junto al río Quebar. Entonces caí con el rostro en tierra.

La gloria del Señor entró en la Casa por la puerta que daba al oriente. El espíritu me levantó y me introdujo en el atrio interior, y yo vi que la gloria del Señor llenaba la Casa. Y oí que alguien me hablaba desde la Casa, mientras el hombre permanecía de pie junto a mí. La voz me dijo: «Hijo de hombre, éste es el lugar de mi trono, el lugar donde se asienta la planta de mis pies. Aquí habitaré para siempre en medio de los israelitas».

 

Palabra de Dios.



Si lo que le espera al pueblo es cansancio, hambre, angustia y oscuridad, ese panorama tan negro no es definitivo porque se encenderá una luz y será una luz potente. Consistirá en el fin de la opresión y de la guerra. Consistirá en el nacimiento de un niño, nuevo signo, concretado ahora en la liberación que produce  efectos de paz, alegría, derecho y justicia. A través de María, que sello con su “si” un camino nuevo, los cristianos ya no andaremos más en tinieblas, tendremos un salvador, en quien reposa nuestro yugo, ya que Dios es misericordioso y aquel que este con Dios nada le ha de faltar.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                           84. 9ab. 10-14

 

R.    ¡La gloria del Señor habitará en nuestra tierra!

 

Voy a proclamar lo que dice el Señor:

el Señor promete la paz para su pueblo y sus amigos.

Su salvación está muy cerca de sus fieles,

y la Gloria habitará en nuestra tierra. R.

 

El Amor y la Verdad se encontrarán,

la Justicia y la Paz se abrazarán;

la Verdad brotará de la tierra

y la Justicia mirará desde el cielo. R.

 

El mismo Señor nos dará sus bienes

y nuestra tierra producirá sus frutos.

La Justicia irá delante de Él.

y la Paz, sobre la huella de sus pasos. R.

 

 

 

   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Mateo

23, 1-12

 

Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos:

Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas, difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo.

Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar "mi maestro" por la gente.

En cuanto a ustedes, no se hagan llamar "maestro", porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen "padre", porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco "doctores", porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías.

El mayor entre ustedes será el que los sirve, porque el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado.

 

Palabra del Señor.

 

 

Reflexión


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


No podemos quedarnos en simples discursos, elaborados magistralmente, tal vez, incluso, a los pies de Jesús. Es necesario comenzar a moldear al hombre nuevo aun a costa de la entrega de nuestra propia vida, pues el que realmente ama no es el que sólo anuncia el Evangelio con los labios, sino el que da la vida en rescate por los pecadores, a quienes jamás ha dejado de amar como suyos.

Nuestro Dios y Padre nos ha convocado para encontrarnos con Él no tanto en un templo de piedra, sino en Cristo Jesús, Señor Nuestro. En Él se nos ha manifestado la Gloria y el amor de Dios, de tal forma que las antiguas promesas llegaron a su fiel cumplimiento en Aquel que siendo Dios se hizo uno de nosotros para liberarnos de la esclavitud del pecado y de la muerte.

El Señor nos quiere unidos a Él con un corazón indiviso, en una Alianza de amor nueva y eterna. Pero sabiendo de nuestra fragilidad Él mismo se convierte en nuestra purificación y salvación. El Señor se acerca a nosotros, abramos nuestro corazón para que, habitando en nosotros, nos convierta en su signo de amor en el mundo.

Iglesia convertida en un auténtico servicio de amor a favor de todas las personas, sin distinción de razas, sexos, culturas, ni condiciones sociales. Iglesia cercana a los pecadores, a los pobres, a los desprotegidos, a los marginados para anunciarles el Evangelio y librarlos de sus opresiones.

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