Liturgia - Lecturas del día



 

Lectura del libro de los Proverbios

30, 5-9

 

Toda palabra de Dios es acrisolada,

Dios es un escudo para el que se refugia en Él.

No añadas nada a sus palabras,

no sea que te reprenda y seas tenido por mentiroso.

 

Hay dos cosas que yo te pido,

no me las niegues antes que muera:

aleja de mí la falsedad y la mentira;

no me des ni pobreza ni riqueza,

dame la ración necesaria,

no sea que, al sentirme satisfecho, reniegue

y diga: «¿ Quién es el Señor?»,

o que, siendo pobre, me ponga a robar

y atente contra el Nombre de mi Dios.

 

Palabra de Dios.




¡Cuántas veces volvemos a la escuela de la Palabra de Dios! Puede que sus páginas no nos resulten cada día especialmente conmovedoras o estimulantes. Pero esa Palabra es la que, escuchada y obedecida día tras día, nos va conduciendo y va conformando nuestra mentalidad a la de Dios. La Palabra es nuestro tesoro y nuestro escudo, para no dejarnos manipular por otras palabras que nos llegan al cabo del día. Haremos bien en escuchar el último consejo: ni buscar demasiadas riquezas, ni tampoco desear la miseria. Relativizar los bienes que la vida nos quiera dar, y que nos quede la libertad interior para hacerle caso a lo que merece el valor mayor, Dios.




 

 

SALMO RESPONSORIAL                       118, 29. 72. 89. 101. 104. 163

 

R.    ¡Tu palabra es una lámpara para mis pasos, Señor!

 

Apártame del camino de la mentira,

y dame la gracia de conocer tu ley.

Para mí vale más la ley de tus labios

que todo el oro y la plata. R.

 

Tu palabra, Señor, permanece para siempre,

esta firme en el cielo.

Yo aparto mis pies del mal camino,

para cumplir tu palabra. R.

 

Tus preceptos me hacen comprender:

por eso aborrezco el camino de la mentira.

Odio y aborrezco la mentira;

en cambio, amo tu ley. R.

 

 

 



    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas

9, 1-6

 

Jesús convocó a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar a toda clase de demonios y para sanar las enfermedades. Y los envió a proclamar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos, diciéndoles: «No lleven nada para el camino, ni bastón, ni provisiones, ni pan, ni dinero, ni tampoco dos túnicas cada uno. Permanezcan en la casa donde se alojen, hasta el momento de partir. Si no los reciben, al salir de esa ciudad sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos».

Fueron entonces de pueblo en pueblo, anunciando la Buena Noticia y sanando enfermos en todas partes.

 

Palabra del Señor.

 

Reflexión



Ser elegido por Cristo, ser instruido por Él, ser revestido de su poder, ser enviado y ponerse en camino para cumplir con la misión encomendada; todo esto es lo que caracteriza al auténtico enviado de Dios.

No son nuestras iniciativas personales, ni únicamente nuestro estudio sobre la Palabra de Dios, ni sólo nuestros planes temporales, sino Dios el que realiza su obra de salvación por medio de Cristo y por medio de la Iglesia de su Hijo.

Esto nos debe llevar a ser nosotros los primeros comprometidos con Cristo y con su Reino, pues nosotros mismos debemos ser los primeros en vivir aquello que anunciamos.

¿Cómo podrían ser creíbles nuestras palabras de liberación de la esclavitud al mal y a lo pasajero si nosotros mismos permanecemos esclavos de todo eso? ¿No seríamos así, acaso, motivo de burla y no de salvación para los que nos escuchen y contemplan nuestra vida?

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA Fiesta

Feliz Aniversario sacerdotal