DOMINGO 29° DURANTE EL AÑO


 







Lectura del libro de Isaías

45, 1. 4-6

 

 

Así habla el Señor a su ungido,

a Ciro, a quien tomé de la mano derecha,

para someter ante él a las naciones

y desarmar a los reyes,

para abrir ante él las puertas de las ciudades,

de manera que no puedan cerrarse.

Por amor a Jacob, mi servidor,

y a Israel, mi elegido,

yo te llamé por tu nombre,

te di un título insigne,

sin que tú me conocieras.

Yo soy el Señor, y no hay otro,

no hay ningún Dios fuera de mí.

yo te hice empuñar las armas,

sin que tú me conocieras,

para que se conozca,

desde el Oriente y el Occidente,

que no hay nada fuera de mí.

Yo soy el Señor, y no hay otro.

 

Palabra de Dios.



El rey de los persas, Ciro, es un personaje providencial para el pueblo de Israel. Con su decreto del año 538 antes de Cristo, después de conquistar Babilonia, no sólo da permiso a los israelitas para volver a su patria, dejando el destierro de Babilonia que había durado unos cincuenta años, sino que les da facilidades para que puedan reconstruir su país, sobre todo el Templo. Esta política la usó no sólo con los israelitas, sino también con otros pueblos. Ciro no conoce a Dios, pero Dios le lleva de la mano y le da un título (el ungido), y paradójicamente se convierte en instrumento de Dios para liberar a su pueblo y permitir que siga la línea religiosa y mesiánica que estaba amenazada en tierra pagana. Lo que sí queda claro es que Dios es el único Dios.



 

 

SALMO RESPONSORIAL                                                    95, 1.3-5. 7-10a.c

 

R.         Aclamen la gloria y el poder del Señor.

 

Canten al Señor un canto nuevo,

cante al Señor toda la tierra;

anuncien su gloria entre las naciones,

canten al Señor, bendigan su Nombre.  R.

 

Día tras día, proclamen su victoria.

Anuncien su gloria entre las naciones,

y sus maravillas entre los pueblos. R.

 

Porque el Señor es grande y muy digno de alabanza,

más temible que todos los dioses.

Los dioses de los pueblos no son más que apariencia,

pero el Señor hizo el cielo.  R.

 

Aclamen al Señor, familias de los pueblos,

aclamen la gloria y el poder del Señor;

aclamen la gloria del Nombre del Señor.

Entren en sus atrios trayendo una ofrenda.  R.

 

Adoren al Señor al manifestarse su santidad:

¡Que toda la tierra tiemble ante Él!  

Digan entre las naciones: «¡el Señor reina!

El Señor juzgará a los pueblos con rectitud».  R.

 

 

 



 

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Tesalónica

1, 1-5b

 

Pablo, Silvano y Timoteo saludan a la Iglesia de Tesalónica, que está unida a Dios Padre y al Señor Jesucristo. Llegue a ustedes la gracia y la paz.

Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes, cuando los recordamos en nuestras oraciones, y sin cesar tenemos presente delante de Dios, nuestro Padre, cómo ustedes han manifestado su fe con obras, su amor con fatigas y su esperanza en nuestro Señor Jesucristo con una firme constancia.

Sabemos, hermanos amados por Dios, que ustedes han sido elegidos. Porque la Buena Noticia que les hemos anunciado llegó hasta ustedes, no solamente con palabras, sino acompañada de poder, de la acción del Espíritu Santo y de toda clase de dones.

 

Palabra de Dios.

 

 

 



    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Mateo

22, 15-21

 

Los fariseos se reunieron para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones. Y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos, para decirle: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque Tú no te fijas en la categoría de nadie. Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?»

Pero Jesús, conociendo su malicia, le dijo: «Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto».

Ellos le presentaron un denario. Y Él les preguntó: «¿De quién es esta figura y esta inscripción?»

Le respondieron: «Del César».

Jesús les dijo: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios».

 

Palabra del Señor.

 

Reflexión


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Querían cazar a Jesús y comienzan la conversación echándole piropos. ¡Que peligrosas son las palabras cuando no responden a los sentimientos del corazón!
            “Transforma nuestro corazón de piedra en un corazón de carne”
            “Señor, cura y perdona nuestra mentira”
            “Gracias porque tú no has venido a cazarnos, sino a salvarnos”

Dice un autor: “Grave error: di al Cesar lo que es de Dios y a Dios lo que es del Cesar”. Tenemos que reconocer que muchas veces caemos en esta equivocación. Ofrecemos a las cosas y a las personas el corazón entero, toda la vida. Y sin embargo a Dios le damos unas migajas.
Sólo Dios merece nuestro corazón. En el corazón está grabada su imagen mucho más profundamente que lo está la imagen del César en un denario.

También nosotros sabemos, Jesús, que Tú eres sincero,
que enseñas el camino que nos lleva a Dios,
el camino verdadero que nos da paz y felicidad.

Queremos escucharte hoy con un corazón atento,
con una voluntad decidida para recorrer tu camino.
Tú no nos engañas, Tú hablas con claridad.

Nos adviertes del peligro de construir mal nuestra vida
de ofrecer al César (a cualquier ídolo) lo de Dios
y a Dios lo que les corresponde a las cosas y a las personas.

Sin embargo, a veces nos engañamos, nos equivocamos:
te queremos contentar con unas monedas,
una oración, una reunión o un compromiso;
para que nos dejes tranquilos y no nos pidas más.

Y damos nuestro trabajo y nuestra vida a otros "dioses":
a las aficiones, a los caprichos, al placer,
al dinero, a la fama, a la moda o al poder;
diosecillos que nos exigen mucho y no dan nada bueno.
Para ser felices, hemos de agradecerte la vida que nos has dado
y corresponder al inmenso amor con que nos cuidas.

Por eso, queremos ofrecerte con amor la vida entera:
el tiempo de trabajo y de diversión,
el tiempo compartido con la pareja y con las amistades,
el tiempo que pasamos en el barrio y en la familia.
Y lo grande es que dándotelo todo, no perdemos nada,
ganamos todos, nosotros mismos y cuantos nos rodean.

Danos tu Espíritu para dar al César lo que es del César
y a Dios, nuestro Padre, la vida entera. Amén.

 

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