Liturgia - Lecturas del día

 



 


 

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Filipos

2, 5-11

 

Hermanos:

Vivan con los mismos sentimientos que hay en Cristo Jesús.

 

Él, que era de condición divina,

no consideró esta igualdad con Dios

como algo que debía guardar celosamente:

al contrario, se anonadó a sí mismo,

tomando la condición de servidor

y haciéndose semejante a los hombres.

Y presentándose con aspecto humano,

se humilló haciéndose obediente hasta aceptar la muerte

y muerte en cruz.

 

Por eso, Dios lo exaltó

y le dio el Nombre que está por sobre todo nombre,

para que, al nombre de Jesús,

se doble toda rodilla

en el cielo, en la tierra y en los abismos,

y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre:

«Jesucristo es el Señor».

 

Palabra de Dios.



Cantamos este himno como alabanza a Cristo, cada sábado en vísperas, inaugurando la celebración del domingo. Pablo lo trae para que aprendamos una lección de humildad y entrega por los demás. Igual que Jesús no hizo alarde de su categoría de Dios y se hizo igual a nosotros, se rebajó hasta una muerte de cruz, nosotros debemos estar abiertos a los demás, sin creernos superiores ni pretender grandezas. Al contrario, abajándonos como los últimos, "tomando la condición de servidor". Si a lo largo del día tenemos dificultades en nuestro trato con los demás, pensemos en el criterio que nos ha sugerido Pablo: vivan con los mismos sentimientos que hay en Cristo Jesús, que se entregó humilde y generosamente por los demás. Pensemos con sinceridad: ¿cómo actuaría Jesús en este momento? Seguro que acertamos. Tenemos un buen Maestro.



 

 

SALMO RESPONSORIAL                      21, 26b-30a. 31-32

 

R.    ¡Te alabaré Señor, en la gran asamblea!

 

Cumpliré mis votos delante de los fieles:

los pobres comerán hasta saciarse

y los que buscan al Señor lo alabarán.

¡Que sus corazones vivan para siempre! R.

 

Todos los confines de la tierra

se acordarán y volverán al Señor;

todas las familias de los pueblos

se postrarán en su presencia. R

 

Porque sólo el Señor es rey

Y Él gobierna a las naciones.

Todos los que duermen en el sepulcro

Se postrarán en su presencia. R.

 

Glorificarán su poder.

Hablarán del Señor a la generación futura,

anunciarán su justicia a los que nacerán después,

porque ésta es la obra del SeñorR.

 

 

 

 



Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

                                        según san Lucas

14, 1a.15-24

 

Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos.

Uno de los invitados le dijo: «¡Feliz el que se siente a la mesa en el Reino de Dios!»

Jesús le respondió: «Un hombre preparó un gran banquete y convidó a mucha gente. A la hora de cenar, mandó a su sirviente que dijera a los invitados: "Vengan, todo está preparado". Pero todos, sin excepción, empezaron a excusarse. El primero le dijo: "Acabo de comprar un campo y tengo que ir a verlo. Te ruego me disculpes". El segundo dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos. Te ruego me disculpes". Y un tercero respondió: "Acabo de casarme y por esa razón no puedo ir".

A su regreso, el sirviente contó todo esto al dueño de casa, y éste, irritado, le dijo: "Recorre en seguida las plazas y las calles de la ciudad, y trae aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y , a los paralíticos".

Volvió el sirviente y dijo: "Señor, tus órdenes se han cumplido y aún sobra lugar".

El señor le respondió: "Ve a los caminos y a lo largo de los cercados, e insiste a la gente para que entre, de manera que se llene mi casa. Porque les aseguro que ninguno de los que antes fueron invitados ha de probar mi cena"».

 

Palabra del Señor.

 

Reflexión


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Muchas veces pensamos que Dios sólo llama para complicarnos la vida. Sin embargo, la llamada de Dios es ante todo una invitación a participar en un banquete suculento, donde no falta ningún manjar.
            “Perdón, Señor, por dudar de tu generosidad”
            “Enséñanos a mostrar también la cara más amable de tu Evangelio”

En bastantes ocasiones ponemos excusas: soy demasiado joven, tengo mucho trabajo, tengo que preparar un examen, ahora me voy a casar, tengo que atender a mis hijos, ahora no tengo fuerzas... Encontramos excusas hasta debajo de las piedras. Pedimos perdón.

El Señor abre su banquete a todos, a los pobres, lisiados, ciegos y rengos. Y nosotros ¿abrimos nuestra casa, nuestra generosidad, nuestra amistad a los pobres? ¿o estamos siempre refugiados en aquellos que pueden devolver los favores que les hacemos? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

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