LOS SANTOS INOCENTES, MÁRTIRES



 


 

Lectura de la primera carta de san Juan

1, 52, 2

 

Queridos hermanos:

La noticia que hemos oído de Dios

y que nosotros les anunciamos, es ésta:

Dios es luz, y en Él no hay tinieblas.

Si decimos que estamos en comunión con Él

y caminamos en las tinieblas,

mentimos y no procedemos conforme a la verdad.

Pero si caminamos en la luz,

como Él mismo está en la luz,

estamos en comunión unos con otros,

y la sangre de su Hijo Jesús

nos purifica de todo pecado.

 

Si decimos que no tenemos pecado,

nos engañamos a nosotros mismos

y la verdad no está en nosotros.

Si confesamos nuestros pecados,

El es fiel y Justo

para perdonamos

y purificamos de toda maldad.

Si decimos que no hemos pecado,

lo hacemos pasar por mentiroso,

y su palabra no está en nosotros.

 

Hijos míos,

les he escrito estas cosas para que no pequen.

Pero si alguno peca,

tenemos un defensor ante el Padre:

Jesucristo, el Justo.

Él es la Víctima propiciatoria por nuestros pecados,

y no sólo por los nuestros, sino también los del mundo entero.

 

Palabra de Dios.




El mundo está dividido en dos: el de la luz, de Dios, y el de las tinieblas, de Satán. Quien camina en la luz y practica la verdad vive en comunión con Dios y con los hermanos y es purificado de todo pecado por la sangre de Jesús. Quien, camina en las tinieblas y no practica la verdad se engaña a sí mismo, no vive en comunión con Cristo ni con los hermanos y está lejos de la salvación. Los verdaderos creyentes, reconocen ante Dios y ante sí mismos su pecado, lo confiesan y, confiando en el Señor, «fiel y justo», son salvados. Los malvados, no reconocen sus pecados, hacen vano el sacrificio de Jesús y su Palabra de vida no puede transformarlos interiormente. Hay que recurrir a Jesús como «defensor ante el Padre» porque es El quien expía no sólo los pecados de sus fieles, sino los de la humanidad entera. El cristiano no debe pecar, pero si lo hace, lo importante es reconocerse pecador y, confiando en la misericordia de Aquel que puede liberarlo, restablecer la comunión con Dios.


 

 

SALMO RESPONSORIAL                                        123, 2-5. 7b-8

 

R.    Nuestra ayuda está en el Nombre del Señor.

 

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,

cuando los hombres se alzaron contra nosotros,

nos habrían devorado vivos

cuando ardió su furor contra nosotros. R.

 

Las aguas nos habrían inundado,

un torrente nos habría sumergido,

nos habrían sumergido

las aguas turbulentas. R.

 

La trampa se rompió

y nosotros escapamos.

Nuestra ayuda está en el Nombre del Señor,

que hizo el cielo y la tierra. R.

 

 

 



    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Mateo

2, 13-18

 

Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».

José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.

Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta:

«Desde Egipto llamé a mi hijo».

Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado. Así se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Jeremías:

 

«En Ramá se oyó una voz,

hubo lágrimas y gemidos:

es Raquel, que llora a sus hijos

y no quiere que la consuelen,

porque ya no existen».

 

Palabra del Señor.

 

Reflexión


Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, me pongo en tus manos en el día de hoy. Quiero encontrarme solo contigo y dejarme encontrar por ti. Quiero entregarte este tiempo a ti. Quiero solo estar contigo pues sé que Tú eres mi Padre y yo soy tu hijo(a). Señor, envía tu Espíritu Santo sobre mí para que te pueda abrir cada rincón de mi ser, puedas nacer Tú también en mí y en mi corazón encuentres una morada.




Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Señor, yo quiero dejarte entrar en mi vida. Tú eres tan pequeño, tan inocente, tan frágil...un simple bebé en brazos de su madre. Pero sé que eres Dios. El Dios Todopoderoso, el Creador de todo cuanto existe está aquí. Y Tú estás aquí solo por mí. Te hiciste tan débil solo para mostrarme todo el amor con el que amas.

Y aquí estás ahora mismo conmigo, yo siendo un pecador, pero un pecador amado por ti. Soy indigno de tenerte entre mis brazos pero Tú quieres refugiarte en mí. Quieres que mis manos sean tu abrigo y los latidos de mi corazón, tu descanso.

Oh Jesús, quedate en mi corazón. Por favor, no permitas que me aleje de ti. Así como Herodes, el diablo, me tienta a rechazarte y alejarte de mí. Dame tu gracia para escogerte a ti en todo momento, pues no siempre veo claro. Jesús, guíame junto con tu Madre hacia ti. Jesús, te ofrezco mi pequeño corazón para que vivas, obres y mores en mí.


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