Día 2. El corazón amoroso de Jesús

 



“Yo, confío en tu amor, mi corazón se alegrará por tu salvación ”

Salmo 13.6

Puede que sea difícil de creer, pero Jesús te ama más que cualquier otra persona

—incluyendo el amor que tú te tienes. No ha habido un solo momento en toda la

eternidad que él no haya pensado en ti y te haya amado. “Con amor eterno te

amo…” (Jeremías 31.3).

Piensa en una persona que sabes que te ama mucho—quizá tu mamá…tu

cónyuge…uno de tus hijos…un amigo de muchos años—y trata de experimentar

lo que sientes por esa persona. (pausa) Ahora multiplica esos sentimientos por

mil veces y sólo vas a percibir una parte de lo mucho que nuestro Señor te ama

desde lo más profundo de su corazón.

Imagina el amor de Dios que fluye hacia ti como una cascada de agua. Nunca

deja de fluir, y te preguntas de dónde viene toda esa agua (amor). Una de las

formas en que recibimos el amor de Dios más abundantemente es a través de las

aguas del bautismo. Pero eso no es todo. De hecho, ése sólo es el principio. El

amor de Dios fluye constantemente durante toda nuestra vida, limpiándonos,

refrescándonos y calmando la sed que tenemos por lo sagrado.

Siéntate en silencio por unos minutos y pídele a Dios que te haga sentir el amor

que Dios derrama sobre ti. Lo vas a reconocer en el calor y en la calma que llena

tu corazón. (pausa)

Oración final

Señor Jesús, enternece mi corazón para que pueda darme cuenta del inmenso

amor que sientes por mí. Haz que confíe en que siempre me vas a amar. Llena mi

corazón con el amor que tú trajiste a la tierra. Haz que brille a través de mí para

que también otros conozcan tu increíble amor. Que siempre te ame aquí en la

tierra con todo mi corazón para que algún día pueda amarte en la eternidad.

Amén.

Jesús, dócil y humilde de corazón,

haz que mi corazón sea semejante al tuyo.




Consagración del género humano al Sagrado Corazón de Jesús

Jesús dulcísimo, Redentor del género humano, míranos arrodillados humildemente en tu presencia. Tuyos somos y tuyos queremos ser; y para estar más firmemente unidos a Ti, hoy cada uno de nosotros se consagra voluntariamente a Tu Sagrado Corazón.
Muchos nunca Te han conocido; muchos Te han rechazado, despreciando tus mandamientos. Compadécete de unos y de otros, benignísimo Jesús, y atráelos a todos a Tu Sagrado Corazón. Reina, Señor, no sólo sobre los que nunca se han separado de Ti, sino también sobre los hijos pródigos que Te han abandonado; haz que vuelvan pronto a la casa paterna, para que no mueran de miseria y de hambre. Reina sobre aquellos que están extraviados por el error o se parados por la discordia, y haz que vuelvan al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que pronto no haya más que un solo rebaño y un solo pastor. Concede, Señor, a Tu Iglesia una plena libertad y seguridad; concede a todo el mundo la tranquilidad del orden; haz que desde un extremo al otro de la tierra no se oiga más que una sola voz: Alabado sea el Divino Corazón, por quien nos ha venido la salvación; a Él la gloria y el honor por los siglos de los siglos. Amén.

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