Liturgia - Lecturas del día

 



Lectura de la carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Roma

5, 12. 15b. 17-21

 

Hermanos:

Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron.

Porque si la falta de uno solo provocó la muerte de todos, la gracia de Dios y el don conferido por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, fueron derramados mucho más abundantemente sobre todos.

En efecto, si por la falta de uno solo reinó la muerte, con mucha más razón, vivirán y reinarán por medio de un solo hombre, Jesucristo, aquéllos que han recibido abundantemente la gracia y el don de la justicia.

Por consiguiente, así como la falta de uno solo causó la condenación de todos, también el acto de justicia de uno solo producirá para todos los hombres la justificación que conduce a la Vida. Y de la misma manera que por la desobediencia de un solo hombre, todos se convirtieron en pecadores, también por la obediencia de uno solo, todos se convertirán en justos.

Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. Porque así como el pecado reinó produciendo la muerte, también la gracia reinará por medio de la justicia para la Vida eterna, por Jesucristo, nuestro Señor.

 

Palabra de Dios.



Una clave de lectura para esta página paulina, consiste en la contraposición entre la figura de Adán, a causa del cual «entró el pecado en el mundo», y la persona de Jesús, merced al cual ha llegado a nosotros la gracia de Dios. Este concepto, desarrollado siempre en una tensión histórico-salvífica, se repite más veces en estas pocas líneas. De este modo, Pablo nos ayuda a volver, con un estupor siempre mayor y con un deseo de comprender siempre creciente, sobre el gran acontecimiento de la muerte y la resurrección de Jesús, que ha cambiado el rostro a la historia de toda la humanidad, que ha renovado el corazón de todo hombre, hijo de Adán, que ha hecho reinar definitivamente en el mundo la gracia de Dios.


 

 

SALMO RESPONSORIAL                         39, 7-10. 17

 

R.    ¡Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad!

 

Tú no quisiste víctima ni oblación;

pero me diste un oído atento;

no pediste holocaustos ni sacrificios,

entonces dije: «Aquí estoy». R.

 

«En el libro de la Ley está escrito

lo que tengo que hacer:

yo amo, Dios mío, tu voluntad,

y tu Ley está en mi corazón». R.

 

Proclamé gozosamente tu justicia

en la gran asamblea;

no, no mantuve cerrados mis labios,

Tú lo sabes, Señor. R.

 

Que se alegren y se regocijen en ti

todos los que te buscan

y digan siempre los que desean tu victoria:

«¡Qué grande es el Señor!» R.

 

 

 


 

    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas

12, 35-38

 

Jesús dijo a sus discípulos:

Estén preparados, ceñidas las vestiduras y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta.

¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!

 

Palabra del Señor.





Oración introductoria
Señor, creo, confío y te amo sobre todas las cosas. Me acerco a Ti en esta oración para reanimar la fe, para recibir la energía espiritual que mueva mi corazón y que me mantenga en vigilante espera.

Petición
Dios mío, concédeme vivir alerta, de cara a la eternidad, con mi alma limpia, lista para el encuentro definitivo contigo.



En el Evangelio de hoy, el Señor nos exhorta a la vigilancia; encontramos una bienaventuranza para los de corazón atento: “¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada!”. Así nos exhorta Jesús a mantener la actitud de espera y a no dejar de confiar en que él vendrá. Y así, sabiendo que vendrá glorioso al final de los tiempos, también estaremos atentos y despiertos en cada ocasión en que él venga a nosotros, especialmente en los hermanos más pobres.

Somos servidores de Dios; debemos estar ceñidos, preparados, atentos y vigilantes… ¿Lo consigues? ¿Cómo?

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