DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE SAN JUAN DE LETRÁN


 


 

Lectura de la profecía de Ezequiel

47, 1-2. 8-9. 12

 

El ángel me hizo volver a la entrada de la Casa, y vi que salía agua por debajo del umbral de la Casa, en dirección al oriente, porque la fachada de la Casa miraba hacia el oriente. El agua descendía por debajo del costado derecho de la Casa, al sur del altar. Luego me sacó por el camino de la puerta septentrional, y me hizo dar la vuelta por un camino exterior, hasta la puerta exterior que miraba hacia el oriente. Allí vi que el agua fluía por el costado derecho.

Entonces me dijo: «Estas aguas fluyen hacia el sector oriental, bajan hasta la estepa y van a desembocar en el Mar. Se las hace salir hasta el Mar, para que sus aguas sean saneadas. Hasta donde llegue el torrente, tendrán vida todos los seres vivientes que se mueven por el suelo y habrá peces en abundancia. Porque cuando esta agua llegue hasta el Mar, sus aguas quedarán saneadas, y habrá vida en todas partes adonde llegue el torrente.

Al borde del torrente, sobre sus dos orillas, crecerán árboles frutales de todas las especies. No se marchitarán sus hojas ni se agotarán sus frutos, y todos los meses producirán nuevos frutos, porque el agua sale del Santuario. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas de remedio.»

 

Palabra de Dios.



Ezequiel fue un profeta que sufrió, junto con su pueblo, la terrible experiencia del destierro, en el siglo VI antes de Cristo. Su dolor aumentó cuando se enteraron de que Jerusalén había sido destruida y su Templo, profanado por los paganos. En Babilonia el profeta tiene visiones llenas de imágenes simbólicas, con las que consuela y da esperanza a los israelitas. En la de hoy, ve el Templo restaurado, convertido de nuevo en signo de la presencia de Dios entre su pueblo. Las aguas que brotan del Templo, o sea, que vienen de Dios, lo purifican y lo curan todo a su paso, y hacen que los campos produzcan frutos y que el Mar Muerto se llene de vida. Un hermoso símbolo de la novedad que Dios está proyectando.



 

 

SALMO RESPONSORIAL                            45, 2-3. 5-6. 8-9

 

R.   Vengan a contemplar las obras del Señor:

 

El Señor es nuestro refugio y fortaleza,

una ayuda siempre pronta en los peligros.

Por eso no tememos, aunque la tierra se conmueva

y las montañas se desplomen hasta el fondo del mar. R.

 

Los canales del Río alegran la Ciudad de Dios,

la más santa Morada del Altísimo.

El Señor está en medio de ella: nunca vacilará;

Él la socorrerá al despuntar la aurora. R.

 

El Señor de los ejércitos está con nosotros,

nuestro baluarte es el Dios de Jacob.

Vengan a contemplar las obras del Señor,

Él hace cosas admirables en la tierra. R.

 

 

 


    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Juan

2, 13-22

 

Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: «Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio.»

Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura:

"El celo por tu Casa me consumirá".

Entonces los judíos le preguntaron: «¿Qué signo nos das para obrar así?»

Jesús les respondió: «Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar.»

Los judíos le dijeron: «Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y Tú lo vas a levantar en tres días?»

Pero Él se refería al templo de su cuerpo.

Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que Él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.

 

Palabra del Señor. 



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Padre mío, me abandono a ti. Haz de mí lo que quieras. Lo que hagas de mí te lo agradezco, estoy dispuesto a todo, lo acepto todo. Con tal que Tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas, no deseo nada más, Dios mío. Pongo mi vida en Tus manos. Te la doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón, porque te amo, y porque para mí amarte es darme, entregarme en Tus manos sin medida, con infinita confianza, porque Tú eres mi Padre. (Oración del Beato Charles de Foucault)




Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

1.- EL TEMPLO “PEQUEÑO” PARA CONTENER LA INMENSIDAD DE DIOS.- Siempre resultarán insuficientes nuestras iglesias para contener la inmensidad y la gloria de Dios. Pero, más que nunca en los tiempos en que nos encontramos, están llamados a ser y convertirse en un espacio de silencio. En un oasis de esperanza; en un instrumento y lugar de comunión con el Papa e igualmente con el resto de los que profesamos la misma fe. “No cabe todo el agua del océano en un vaso pero necesitamos de éste para comprobar su frescura”.

2.- EL TEMPLO “ESCUELA PARA EL CORAZÓN”.- Algunos creen que, si invirtiésemos mucho menos tiempo y muchos menos medios materiales y económicos en la construcción de iglesias, el mundo cambiaría (Los pobres serían menos. Las injusticias se reducirían. El hambre se vendría abajo). El problema no es ese y, en el fondo, es un despejar el balón fuera de juego (sería pan para un día y estómagos doloridos al siguiente). El auténtico mal reside en el corazón del hombre. Hay que invertir en el interior de las personas, en el alma de los vivientes, en la conciencia de los vivos para que lleguemos a entender que en el mundo hay sitio y posibilidades para todos. Y, en estos momentos cruciales de secularismo e indiferencia religiosa, los templos se convierten en escuelas donde podemos aprender a crecer interiormente en la verdad de Dios. “Las injusticias de la tierra sólo se acabarán cuando muchos que las denuncian además hagan algo en contra de ellas”.

3.- EL TEMPLO: “SIGNO DE LA PRESENCIA DE DIOS”.Ya sabemos que el verdadero templo de Dios es el hombre. Pero también es verdad que necesitamos de sacramentos de su presencia. De agarraderos que faciliten nos recuerden que sigue vivo entre nosotros. Somos conscientes que, el amor, tiene consistencia en sí mismo (pero la alianza en las manos de los contrayentes lo visibilizan y lo comprometen). De sobra conocemos que la paz es fruto de la justicia (pero realizamos gestos que nos ayuden a conseguirla). El templo, en ese sentido, nos ayuda a celebrar y vivir, escuchar y palpar el amor que Dios nos tiene. Es un rincón al que acudimos, no exclusivamente para encontrar a Dios, pero sí para dedicarle enteramente un espacio del día o de nuestra vida. En el fondo, creo que es así, resulta más fácil vivir sin un constante peregrinar a ese lugar, de referencia y de conversión a Dios, que es el espacio físico de una iglesia.

Si ya nos resulta difícil en la coyuntura actual manifestar públicamente nuestra fe…¿os imagináis una vida religiosa sin presencia en el mundo, sin referencia a una comunidad, sin una corrección fraterna, sin una orientación hacia el dónde y por dónde vamos?. “Los signos nos recuerdan aquello que corremos serio peligro de olvidar”.

4.- EL TEMPLO: “ANIMA LOS TEMPLOS VIVOS”.- Somos templos vivos de Dios. Y precisamente por ello, porque somos templos vivos de Dios, necesitamos construirnos día a día. Mejorarnos y renovarnos. Cuando acudimos a un lugar levantado en piedra, contemplamos y caemos en cuenta de la vida y de la riqueza espiritual de una comunidad que cree en Jesús y que necesita de la reunión para confortarse y ayudarse, proclamar su Palabra y llevarla a la práctica. Cada iglesia, en cientos lugares del mundo, se convierte en un estandarte que pregona la presencia de un grupo que espera, intenta vivir y seguir las enseñanzas de Jesús Maestro. “Sólo podremos edificar un mundo mejor si nos edificamos, primero, a nosotros mismos”.

5.- EL TEMPLO: “LLAMADA A LA COHERENCIA”.- Ciertamente que en la vida de muchos cristianos puede ocurrir como en el caso de aquella joven que se empeñaba en gastar lo indecible en mil maquillajes para embellecer su rostro. Un día, estando delante del espejo acicalándose, se le acercó una amiga y le dijo: “Amiga; ¿por qué te empeñas en disimular tanta imperfección? ¿Por qué no dejas que brille la naturalidad que Dios te ha dado?”.

Los extremos son malos. La belleza del templo católico es precisamente la comunidad que celebra y se congrega dentro de él. La mayor inversión que podemos hacer es precisamente vivir lo que escuchamos dentro de cada espacio sagrado. Lo contrario… sería un maquillaje con sonidos de campanas, altas torres y bonitas fachadas… pero con poco cimiento y fundamento.

La Dedicación de la Madre de todas las Iglesias (San Juan de Letrán) nos invita cada día a ofrecer nuestro corazón y nuestra vida hacia Dios. Y, eso, no es maquillaje es –simplemente– hacer de nosotros mismos un templo vivo, eficaz y real para Dios.

 

Javier Leoz

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA Fiesta

Feliz Aniversario sacerdotal