Liturgia - Lecturas del día




 Lectura de la profecía de Sofonías

3, 9-13

 

Así habla el Señor:

Yo haré que sean puros

los labios de los pueblos,

para que todos invoquen el Nombre del Señor

y lo sirvan con el mismo empeño.

Desde más allá de los ríos de Cus,

mis adoradores, los que están dispersos,

me traerán ofrendas.

 

Aquel día,

ya no tendrás que avergonzarte de las malas acciones

con las que me has ofendido,

porque Yo apartaré a esos jactanciosos prepotentes

que están en medio de ti,

y ya no volverás a engreírte

sobre mi santa Montaña.

 

Yo dejaré en medio de ti

a un pueblo pobre y humilde,

que se refugiará en el Nombre del Señor.

El resto de Israel

no cometerá injusticias

ni hablará falsamente;

y no se encontrarán en su boca

palabras engañosas.

Ellos pacerán y descansarán

sin que nadie los perturbe.

 

Palabra de Dios.



La época en que vivió Sofonías fue particularmente dramática. Asirios, Escitas y Medos se sucedieron para dominar el conjunto de naciones de la «Media Luna fértil». Israel, encerrado en el «corredor» palestino, participó en las intrigas políticas con el intento de sacudir la hegemonía de los poderosos. Así fue como una revolución contra el partido egipcio colocó en el trono a un niño de siete años, Josías, y entregó el país a Asiría. Sofonías reacciona contra aquel embargo asirio y contra el sincretismo religioso que acarreaba. Se alzó contra Jerusalén y sus jefes, aquellos «jactanciosos prepotentes» que se mostraban sordos a la palabra de Dios. En cambio, reconfortó a los humildes. Es el profeta de la alegría mesiánica: los pobres pueden reconocerse en ese «pueblo pobre y humilde que se refugiará en el nombre del Señor».


 

 

SALMO RESPONSORIAL                                             33, 2-3. 6-7. 17-19. 23

 

R.    El pobre invocó al Señor; y Él lo escuchó.

 

Bendeciré al Señor en todo tiempo,

su alabanza estará siempre en mis labios.

Mi alma se gloría en el Señor:

que lo oigan los humildes y se alegren. R.

 

Miren hacia Él y quedarán resplandecientes,

y sus rostros no se avergonzarán.

Este pobre hombre invocó al Señor:

Él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.

 

El Señor rechaza a los que hacen el mal,

para borrar su recuerdo de la tierra.

Cuando los justos claman, el Señor los escucha

y los libra de todas sus angustias. R.

 

El Señor está cerca del que sufre

y salva a los que están abatidos.

El Señor rescata a sus servidores,

y los que se refugian en él no serán castigados. R.

 

 

 



    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Mateo

21, 28-32

 

Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

«¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: "Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña". Él respondió: "No quiero". Pero después se arrepintió y fue.

Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y éste le respondió: "Voy, Señor", pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?»

«El primero», le respondieron.

Jesús les dijo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios.

En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él».

 

Palabra del Señor.




Oración Introductoria


Jesucristo, me pongo en tu presencia como el hijo que viene a trabajar en tu viña. Quiero ayudarte, aunque muchas veces te he dejado "plantado" por culpa de mi egoísmo y mi amor propio. Estoy dispuesto a demostrarte lo mucho que te quiero. Quiero cumplir tu voluntad, esa voluntad que a veces es costosa a mi naturaleza humana, pero que al ver los frutos me llena de felicidad y plenitud. ¡Cuánto me ayuda tu ejemplo de amor en el huerto de Getsemaní! Dame fuerzas para nunca negarte nada. Concédeme tenerte como el soporte y motor que me mueva a darme a mi prójimo y a cumplir la voluntad del Padre en mi vida.

Petición
Jesús, ayúdame a valorar todas las muestras de amor que me has dado, especialmente la eucaristía, y concédeme la gracia de agradecerte y demostrarte mi amor con obras.

Meditación del Papa Francisco

Cuando abrimos el corazón en la verdad de nuestros pecados, es el lugar privilegiado del encuentro con Jesucristo.

Reconocer nuestra miseria, reconocer lo que nosotros somos y lo que somos capaces de hacer o hemos hecho es precisamente la puerta que se abre a la caricia de Jesús, al perdón de Jesús, a la Palabra de Jesús «Ve en paz, tu fe te ha salvado», porque has sido valiente y has abierto tu corazón al único que puede salvarte.

Jesús dice a los hipócritas que las prostitutas y los publicanos les precederán en el Reino de los Cielos. "¡Es fuerte esto! Porque los que se sienten pecadores abren su corazón en la confesión de los pecados, al encuentro con Jesús, que ha dado la sangre por nosotros. (Cf. Papa Francisco, homilía en santa Marta, 18 de septiembre de 2014)



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