Liturgia - Lecturas del día

 



Lectura de la profecía de Malaquías

3, 1-4. 23-24

 

Yo envío a mi mensajero,

para que prepare el camino delante de mí.

Y en seguida entrará en su Templo

el Señor que ustedes buscan;

y el Ángel de la alianza que ustedes desean

ya viene, dice el Señor de los ejércitos.

¿Quién podrá soportar el Día de su venida?

¿Quién permanecerá de pie cuando aparezca?

Porque El es como el fuego del fundidor

y como la lejía de los lavanderos.

Él se sentará para fundir y purificar:

purificará a los hijos de Leví

y los depurará como al oro y la plata;

y ellos serán para el Señor

los que presentan la ofrenda conforme a la justicia.

La ofrenda de Judá y de Jerusalén será agradable al Señor,

como en los tiempos pasados, como en los primeros años.

 

Yo les voy a enviar a Elías, el profeta,

antes que llegue el Día del Señor, grande y terrible.

Él hará volver el corazón de los padres hacia sus hijos

y el corazón de los hijos hacia sus padres,

para que Yo no venga a castigar el país

con el exterminio total.

 

Palabra de Dios.



La historia es un constante comenzar de nuevo. Malaquías ejerció su ministerio hacia el año 450 A C. Israel ha regresado del exilio y ha reconstruido el templo. Pero el pueblo no ha tardado en reincidir en sus antiguas faltas; en Jerusalén, el culto sufre una continua degradación. Entonces se alza el profeta y pone a cada cual frente a sus respectivas responsabilidades. Anuncia la visita de Yahvé y su juicio «grande y terrible». El Señor vendrá en persona a su templo para purificar a los sacerdotes, descendientes de Leví. Su venida estará precedida de la de Elías, cuya misión será preparar los corazones para la irrupción del Reino. Jesús atestiguará ante sus discípulos que ese papel fue desempeñado efectivamente por Juan Bautista.

 


 

SALMO RESPONSORIAL                                                 24, 4-5ab. 8-10. 14

 

R.    ¡Levanten la cabeza: se acerca la salvación!

 

Muéstrame, Señor, tus caminos,

enséñame tus senderos.

Guíame por el camino de tu fidelidad;

enseñame, porque Tú eres mi Dios y mi salvador. R.

 

El Señor es bondadoso y recto:

por eso muestra el camino a los extraviados;

Él guía a los humildes para que obren rectamente

y enseña su camino a los pobres. R.

 

Todos los senderos del Señor son amor y fidelidad,

para los que observan los preceptos de su alianza.

El Señor da su amistad a los que lo temen

y les hace conocer su alianza. R.

 

 

 


  Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas

1, 57-66

 

Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella.

A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: «No, debe llamarse Juan».

Ellos le decían: «No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre».

Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Éste pidió una pizarra y escribió: «Su nombre es Juan».

Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.

Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: «¿Qué llegará a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él.

 

Palabra del Señor.




Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

¡Ya estás apunto de llegar, Señor! Dame la gracia de tenerte un buen lugar preparado en mi corazón. No permitas que este año llegues a mi alma y la encuentres desarreglada, sucia o en mal estado. Dame la gracia de estar alerta cuando me hablas y de escuchar tu voz. Aumenta mi fe, mi esperanza y mi caridad. San José, ayúdame a preparar mi corazón como preparaste la gruta de Belén para que Jesús naciera allí de la mejor manera.



Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Me puedo detener a meditar sobre el tema del cumplimiento de la Voluntad de Dios en mi vida. Es el ejemplo que me dejan Isabel y Zacarías en el Evangelio de hoy.

Ponerle de nombre Juan al niño recién nacido. Era ésta la Voluntad de Dios. Aunque todos no lo entendieran, se preguntarán el por qué e incluso dudarán de la decisión. La Voluntad de Dios era esa. Los inconvenientes caen cuando se está decidido a realizar con tu gracia lo que quieres y esperas de mí. Dame la gracia, Señor, de descubrir qué es lo que quieres y esperas de mí en este período de adviento y navidad y buscar realizarlo.

La Voluntad de Dios no es un elemento que coarta, limita, envilece mi libertad. Por el contrario, el cumplimiento de tu Voluntad es algo que me hace crecer como creatura, como persona. Ahí tengo el ejemplo de Zacarías. Cumplir tu Voluntad le regresó el habla, le devolvió aquel estado que había perdido por su falta de fe. La libertad es un don que se acrecienta cuando se entrega a ti.

Cuando se es niño, y más aún adolescente, poco se comprende por qué se tiene que obedecer a los padres. De grandes, y más cuando se tienen hijos, se comprende que esos mandatos y deseos siempre estaban movidos por el amor y la búsqueda de lo mejor. Así es también con tu Voluntad. No es un yugo insoportable que aguantar, una tiranía o dictadura de poder… no; es el amor que aconseja, orienta y pide a sus hijos lo que se sabe que a ellos, a mí, más conviene. Dame la gracia, Señor, de buscar siempre y en todo momento descubrir y realizar tu Voluntad sobre mi vida, siendo consciente de que siempre quieres lo mejor para mí.

«Si no la ejercitamos bien, la libertad nos puede conducir lejos de Dios, puede hacernos perder la dignidad de la que Él nos ha revestido. Es por eso que son necesarias las orientaciones, las indicaciones y también las reglas, tanto en la sociedad como en la Iglesia. ¡No perdáis la gran dignidad de hijos de Dios que se nos ha donado! Así encontrarán la alegría auténtica porque Él nos quiere hombres y mujeres plenamente felices y realizados, ¡solo cumpliendo la voluntad de Dios Padre podemos cumplir el bien y ser luz del mundo y sal de la tierra!».
(Discurso S.S. Francisco, 5 de agosto de 2014).


 


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