Liturgia-Lecturas del día

 



Lectura del segundo libro de Samuel

11, 1-4a. 5-10a. 13-17. 27c

 

Al comienzo del año, en la época en que los reyes salen de campaña, David envió a Joab con sus servidores y todo Israel, y ellos arrasaron a los amonitas y sitiaron Rabá. Mientras tanto, David permanecía en Jerusalén.

Una tarde, después que se levantó de la siesta, David se puso a caminar por la azotea del palacio real, y desde allí vio a una mujer que se estaba bañando. La mujer era muy hermosa. David mandó a averiguar quién era esa mujer, y le dijeron: «¡Pero si es Betsabé, hija de Eliám, la mujer de Urías, el hitita!» Entonces David mandó unos mensajeros para que se la trajeran. La mujer quedó embarazada y envió a David este mensaje: «Estoy embarazada».

Entonces David mandó decir a Joab: «Envíame a Urías, el hitita». Joab se lo envió, y cuando Urías se presentó ante el rey, David le preguntó cómo estaban Joab y la tropa y cómo iba la guerra. Luego David dijo a Urías: «Baja a tu casa y lávate los pies». Urías salió de la casa del rey y le mandaron detrás un obsequio de la mesa real. Pero Urías se acostó a la puerta de la casa del rey junto a todos los servidores de su señor, y no bajó a su casa.

Informaron a David que Urías no había bajado a su casa.

Al día siguiente, David lo invitó a comer y a beber en su presencia y lo embriagó. A la noche, Urías salió y se acostó junto a los servidores de su señor, pero no bajó a su casa.

A la mañana siguiente, David escribió una carta a Joab y se la mandó por intermedio de Urías. En esa carta, había escrito lo siguiente: «Pongan a Urías en primera línea, donde el combate sea más encarnizado, y después déjenlo solo, para que sea herido y muera».

Joab, que tenía cercada la ciudad, puso a Urías en el sitio donde sabía que estaban los soldados más aguerridos. Los hombres de la ciudad hicieron una salida y atacaron a Joab. Así cayeron unos cuantos servidores de David, y también murió Urías, el hitita.

Pero lo que había hecho David desagradó al Señor.

 

Palabra de Dios.



El cronista, no tuvo reparo en pintar a David, a quien admiraba, con un pecado llevado a cabo con bastante sangre fría y cálculo. Si el pecado, en lo que tenía de adulterio, fue el producto de un arrebato pasional, la supresión de Urías, una vez que fallaron otros intentos de ocultar el adulterio, fue el resultado de un plan perfectamente calculado y llevado a término, en el que no falta una cierta nota de cinismo. Como en el caso de Pedro pecador, el pecado de David, lejos de ser un escándalo, es un aliento en el sentido que aun los grandes instrumentos de Dios (como lo era David) están sujetos a debilidades que, subsanadas bajo la intervención divina, no impiden el que los instrumentos continúen siendo instrumentos.

 


 

SALMO RESPONSORIAL                                 50, 3-7. 10-11

 

R.    ¡Ten piedad, Señor; porque hemos pecado!

 

¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad,

por tu gran compasión, borra mis faltas!

¡Lávame totalmente de mi culpa

y purifícame de mi pecado! R.

 

Porque yo reconozco mis faltas

y mi pecado está siempre ante mí.

Contra ti, contra ti solo pequé

e hice lo que es malo a tus ojos. R.

 

Por eso, será justa tu sentencia

y tu juicio será irreprochable;

yo soy culpable desde que nací;

pecador me concibió mi madre. R.

 

Anúnciame el gozo y la alegría:

que se alegren los huesos quebrantados.

Aparta tu vista de mis pecados

y borra todas mis culpas. R.

 

 

 


    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Marcos

4, 26-34

 

Jesús decía a sus discípulos:

«El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha».

También decía: «¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra».

Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba, sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.

 

Palabra del Señor.




Jesús, regálanos siempre las herramientas sencillas para entender y transmitir tu Palabra de Vida.




Reflexión

Las parábolas que se nos comunican hoy nos invitan a seguir trabajando en la construcción del Reino, aunque a veces no veamos los frutos de la siembra. Son una invitación a no estar ansiosos o dependientes de los supuestos éxitos o de inmediatas respuestas a nuestros esfuerzos. El Reino crece, lentamente, ocultamente, y cuando menos lo esperamos vemos sus frutos. Hoy más que nunca debemos tener confianza y creerle a Dios, pues no somos nosotros quienes hacemos crecer la semilla, sino Él.
A la luz del texto preguntémonos hoy: ¿Confío a Dios mi vida y el anuncio que estoy haciendo con ella del Reino de Dios?

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